Una noticia inesperada.

...LAURA:...

—¿Seguirás sin hablarme?—preguntó Eva, sacándome el auricular por tercera vez.

No la respondí y volví a colocarme el auricular sin dejar de correr en la cinta del gimnasio y miré la pantalla que daban las noticias, pero que a su vez no veía de verdad.

Eva no volvió a molestarme y se centró también en su cinta de correr.

¿Cómo quería que la hablara, después de la noche que pasé por su culpa?

Ayer viernes, era mi día libre y como tonta decidí hacerla un favor, pero acabé siendo tratada como una puta por culpa de un imbécil.

Tenía que haberla dicho que no, desde el principio, y quedarme con mi novio, como había planeado.

Salí de allí tan furiosa y lo primero que hice fue llamarla y decirla de todo, pero ella solo se rio y a la vez, se preocupó por qué golpeé a un cliente.

¿Qué se supone que hiciera después de decirme algo así? Era lo mínimo que se merecía.

Tres horas después, salí del gimnasio y mi mejor amiga me siguió detrás.

—oye, creo que ya he tenido suficiente castigo.

Eva se colocó delante de mí, estirando los brazos para que me detenga.

—no seas así, ya te pedí perdón mil veces, te dije que te daría todo el dinero de esa noche y te prometí no volver a pedirte ese tipo de favores, pero no merezco que me trates como si fuera mi culpa, el que ese tipo te haya dicho eso, además no es como si fuese la primera vez—me recordó y yo la miré con mala cara.

Si está intentando que la perdone, va por muy mal camino.

—quiero decir, no es la primera vez que te pasa, y a mí tampoco, ya sabes lo idiotas que son a veces los hombres—intentó justificarse.

—el que sean idiotas, no significa que vaya a dejar que me traten así—hablé al fin.

—lo sé, lo siento, perdóname por favor—imploró colocando sus manos a modo de rezo y haciendo pucheros.

Miré a mi amiga, su hermosa piel oscura brillaba por el sol y su cabello afro, que estaba recogido en dos grandes coletas, me recordaba mucho a Minnie Mouse y sus ojos marrones como el chocolate, me suplicaban perdón.

—está bien, te perdono —dije al fin en un suspiro y ella se abalanzó sobre mí.

—¿¡De verdad, me perdonas?!—preguntó, sin poder creerlo y salir de su alegría.

También la abracé de vuelta y por primera vez, en estas terribles veinticuatro horas, sonreí.

—qué tonta eres a veces—dije de forma cariñosa.

—lo sé, pero gracias por quererme aún sabiendo eso, oh, y gracias por no decírselo a Luka.

—no es nada.

He estado tentada, no lo negaré.

Pero lo pensé mejor y preferí no decirle nada, Luka, puede ser muy tranquilo, pero es muy estricto y tiene el peor carácter que he visto en mi vida, si se lo dijera, seguramente Eva perdería su trabajo y aquel tipo, pues, no sé qué le pasaría, pero seguro que nada, teniendo en cuenta que son amigos.

Aunque me molestó mucho lo que hizo mi amiga, no quería que saliera mal parada por culpa de un idiota.

Después de nuestra reconciliación, quedamos en ir juntas al club en la noche, nos despedimos y yo volví a mi casa.

A la tarde, mientras me hacía de comer, mi móvil comenzó a llenarse de mensajes, sin tener que mirar quien es, ya me hacía una idea de quiénes podrían ser.

Ya lo miraré más tarde.

Pero entonces, mi móvil comenzó a sonar, era una videollamada grupal, la cual había iniciado Caeli.

Con cuidado de no manchar el móvil, le di a responder y lo primero que vi fue a Caeli que no dejaba de gritar como una loca.

—quiero seguir conservando mis oídos—me quejé.

—eso mismo digo yo—respondió Beatrix

—¿vas a dejar de gritar como loca y decirnos que demonios es la noticia que nos tienes que contar?—habló Anna.

—si la dejamos hablar, quizás nos lo cuente—dijo Marian.

Ya están empezando de nuevo.

Siempre era igual, no había manera de ponerse de acuerdo aquí.

Las dejé que siguieran su estúpida discusión, mientras seguí cocinando, dándole forma a mis hamburguesas, pues las estaba haciendo caseras.

Cuando estaba por empezar a freír, Caeli gritó con emoción.

—¡AL FIN ME LO HA PEDIDO!

Marian, Anna, Beatrix y yo, nos quedamos mirando la pantalla de Caeli, donde nos mostró su mano y en su dedo había un anillo de compromiso.

No puede ser.

—¿Es en serio?—preguntó Anna sin poder creerlo.

—¡Sí!—gritó nuevamente Caeli.

—tienes que estar bromeando—habló Beatrix.

—claro que no, ¡Tenemos que salir esta noche para celebrarlo y contaros todo! Así podréis ver qué es todo verdad—propuso Caeli.

Salí de mi asombro y respondí rápidamente.

—¿Esta noche? Yo no puedo, ya sabéis que trabajo.

—¿Qué? Pero ¿no dijiste que esta semana te darían un día libre?—se quejó Caeli.

—ese día fue, ayer.

—qué mala eres Lu, casi ya no pasas tiempo con nosotras, pero casi siempre estás pegada a Eva—me echó en cara Marian.

¿Ya va a empezar con sus celos?

—ya lo dije, nos vemos más, por qué trabaja conmigo.

—otra opción es ir a tu club—sugirió Anna.

—no creo que sea buena idea.

Prefería no mezclar mi trabajo con mi vida personal, además que no quería que se encontrarán a tipos como los de ayer y allí abundan mucho de esos.

Esto último lo decía más por Marian, era la más pequeña de todas nosotras, con veintitrés años y su forma de ser, a veces lleva a la confusión, es tan buena y amigable con todos, que enseguida los hombres la malinterpretan.

No quiero que sea la diana de esa panda de pervertidos.

—creo que es buena idea, siempre quise conocer dónde trabajas—dijo Marian.

—otro día, hoy no—dije, tajante y todas comenzaron a quejarse, pero las ignoré.

—no sé por qué tanto secretismo, pero en fin, si todavía te queda tiempo puedes pasarte, estaremos en Indiana—informó Caeli.

No pude evitar, poner los ojos en blanco.

¿De todas las discotecas que podía elegir, esa es la que vio que era mejor?

—sin problemas—dije y después de hablar un poco más de tiempo colgué.

Seguía pensado que no era bueno mezclar mi vida privada de mi trabajo, pero si alguien me hubiera dicho lo que venía a continuación, quizás las abría suplicado que fueran.

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