Capítulo II. Gracias a la vida

—Desde hace unos meses mantenemos nuestro noviazgo a escondidas. Por Ahora tiene que ser así; ya que sus padres jamás me van a aceptar. Si es que soy un pobretón, y ella, ella es cómo dice la canción:

««"La cándida niña de la sociedad"»»

Pero bueno, no se manda en los sentimientos y nosotros nos fuimos enamorando sin darnos cuenta en la medida que nos íbamos conociendo. No es que fue a primera vista, o un amor que nos hechizó y que ya nunca más dejamos de pensar el uno en el otro,

no, no fue así, creo que fue más por la costumbre de estar todo el tiempo juntos en la facultad, y cuando no, pues entonces hablábamos por teléfono. Lo cierto es que de una u otra manera estábamos cuál llave y candado, así mismo era. Sin embargo no nos dábamos cuenta de lo que sentíamos.

Hasta que un día me vió en una animada conversación con una linda chica en la fiesta de un compañero. Bueno pues, entró en cólera y dejando a todos con la boca abierta me abofeteó así, sin son, ni ton.

Me dijo unas cuantas cosas. Yo no entendí nada, solo sentí mucha vergüenza ya que todos se reían y se burlaban de mí.

Sin embargo no le di gusto a ella ni a nadie, y aunque por dentro estaba furioso hice como sino me importara, le di la espalda y seguí conversando con la chica, como si nada.

Esa noche no pude dormir pensando por qué Nubia había actuado así, y de repente comprendí que estaba celosa.

¿Pero celosa de qué, o qué? — Sería por la amistad, porque por otra cosa, no creo. Ella bella, hermosa, refinada y elegante no sé fijaría en mí como hombre, y menos como novio, eso jamás yo lo había siquiera considerado.

De todas maneras hablaré mañana con ella, quiero que me aclare su actitud, todavía tengo mucha furia por lo sucedido.

Al día siguiente llegó enojada y ofendida. ¡Definitivamente ésto es el colmo! O sea, según la señorita yo la ofendí.

¡Qué cara dura! — Pensé.

Finalmente no me aclaró nada, solo tuvo el atrevimiento de amenazarme que si volvía a verme con la chica que sea, pues no dudaría en abofetearme.

¿Quuuééé? — ¿¡Así que esas tenemos!?.

Entonces la sujeté por la cintura, y sin más ni menos besé sus labios, pero no es que fue un inocente besito y ya. ¡No! —Fue cómo debe ser ¡Un gran beso!

Así que aquí comenzaríamos éstos amores que sabíamos muy bien serían nuestra condena, ya que sus padres nunca los aceptarían

El tiempo fue transcurriendo y nosotros cada día más enamorados, ya casi terminaba el semestre. Una mañana cuando voy llegando a la facultad, un hombre de mediana edad y elegantemente vestido se atraviesa en mi camino, me toma del brazo de forma violenta y de una vez me dice:

—¡Oye pobretón, aléjate de mi hija o no respondo!

Le miro a los ojos y solo digo:

—Haga lo que le dé su regalada gana. No le tengo miedo, ya que lo único que usted tiene más que yo, es dinero, porque si se trata de cojones, los tengo, y bien puestos. Así que sus amenazas no me intimidan, y la mujer que amo no la voy a dejar porque otros quieran, que le quede claro que así la envíe a la luna, pues allá mismo iré por ella.

¿Entendió, o le hago un dibujito?

¡Apártese, que no puedo perder más tiempo!

Consciente estaba que ésta conversación traería serias consecuencias, y así fue. No había transcurrido un mes, cuando me llegó una notificación de la universidad diciendo que mi beca había sido suspendida y por tal motivo no podía continuar mis estudios.

Por supuesto que no podría continuar, la universidad es muy costosa y ésta beca cubría en su totalidad mis estudios. Así que resultó un golpe bajo por parte del padre de mi adorada, que usando su poder e influencias, logró hacerme daño al no poder continuar mis estudios, y por consiguiente desestabilizarme emocionalmente.

Creo que nunca me había sentido tan mal, lloré como un niño. ¡No, ni siquiera así! ...Solo sé que lloré como nunca lo había hecho.

Me sentía impotente, frustrado, desgraciado, no sabía qué hacer. Sin embargo, pensar en ella me reanimaba y me daba fuerzas, y un coraje desconocido para mí hasta entonces. Y bajo éstas emociones, hice lo único que podía hacer en ese momento.

Entré a un gran edificio con instalaciones muy modernas, luego de dejar mis datos en recepción, me dieron un pase de cortesía, me hicieron pasar e indicaron el piso y la oficina a dónde supuestamente me dirigía. Claro que había mentido.

Con el corazón acelerado, entré a una amplia y elegante oficina. Una chica muy bien vestida me atiende:

—Buenos días — ¿En qué puedo ayudarle?

—Buenos días — Quiero hablar con el licenciado Quintana.

—Pero usted no tiene cita con el licenciado.

—Asi es señorita, no tengo cita, es una visita personal, no obstante con carácter de urgencia.

La chica me observa de arriba abajo, se levanta de su asiento y me dice.

Espere un momento por favor.

—¿Su nombre?

—Jorge Enrique Fernández — dije con voz fuerte.

Luego un par de minutos me hace seguirla.

Al estar frente al padre de Nubia, y verlo tras su escritorio como si fuese el rey del mundo disponiendo de la vida de todos, le dije suave, pero fuerte:

—¿Y usted que se ha creído "mi estimado"?

—¿Piensa que sabotear mis estudios es suficiente para dejar de amar a su hija? — Pues se ve que no me conoce. Nuevamente le repito que ni usted, ni ningún otro hombre me va a intimidar, ni que tengan veinte cojones o los tengan cuadrados.

—¿Me está entendiendo? "Licenciado".

—Es verdad, soy pobre y no me avergüenza admitirlo, al contrario me siento orgulloso. Yo no poseo riquezas económicas, pero si riqueza de valores que mis padres han sabido inculcar a sus hijos.

Lastimosamente veo que usted no los tiene, ya que de ser así, no perjudicaría a nadie por el motivo que fuese.

El hombre me observa detenidamente y con una sonrisa torcida me dice:

—No, yo no me he creído nada, solo cuido y protejo a mi hija de un tipo como tú, y no me vengas con tu discurso de resentido social y con tu doble moral, conozco muy bien a los de tu clase que solo esperan se les dé un dedo para agarrar toda la mano, a mí no me engañas. Y no te vas a meter en mi familia para joderla. Sencillamente no lo acepto.

—Y te puedo asegurar, mi hija no es para ti. Olvídate de querer escalar posiciones por medio de ella, ni loco lo consentiré. Todo lo que tengo me ha costado mi esfuerzo, todo lo construí por el bien y la felicidad de mi familia. Así qué no te lo digo más. Aléjate de ella, si no...

—Si no ¿Que? —¿acaso me enviara sus matones?..¡Hágalo, no se detenga!

Pues no le temo a eso, ya que de algo hay que morirse en ésta vida. Pero No pierda su tiempo tratando de atemorizarme.

Sin embargo así como le digo una cosa le digo la otra, no crea que yo me fugaré con su hija. ¡No, ni siquiera se lo imagine!.. Soy un caballero y como tal actúo, además la amo demasiado como para exponerla a la vergüenza y al escarnio público. Eso jamás lo haré, y le aseguro, que sea como sea terminaré mi carrera y me haré digno de ella. No se preocupe a mí no me interesa su Emporio económico

—¡Así que buenas tardes!.

El padre de Nubia se ha quedado desconcertado con la actitud del hombre que dice amar a su hija. Le recuerda tanto a él mismo de joven cuando se enamoró de la que hoy es su esposa, la madre de sus hijos incluyendo a Nubia. Su historia es igual, él también era un pobretón que no tenía nada, ni siquiera una familia bien estructurada. Su padre, un borracho mujeriego y con hijos regados en el mismo pueblo, y su madre, una mujer tan sumisa que le había permitido hasta golpes a ese malnacido. Sus dos hermanos mayores, ambos de mala conducta que fueron prófugos de la justicia por años hasta que su caso prescribió.

¡O sea, una familia ejemplar!.. Pensó con sarcasmo.

Sin embargo, y muy a pesar de todo, al hacerse adulto salió adelante con trabajo, disciplina, lucha, esfuerzo y coraje. Pero, a diferencia de éste hombre, él si se fugó con ella, él se la robó cuando ella daba un paseo con su ama de llaves, aunque la amaba, él si la avergonzó y la sometió al escarnio público a ella y a su familia en una época donde la moral y las buenas costumbres eran tan importantes en una sociedad tan tradicionalista y moralista que ese impropio proceder atentaba con la decencia de las señoritas del pueblo, y por supuesto desacreditaba su reputación.

No obstante sí es cierto que éste joven ama como dice a su hija, y por lo tanto lo menos que quiere es perjudicarla, entonces le habrá dado una lección de vida ya que precisamente él hizo todo lo contrario. «¡Qué ironías!»

En el fondo ese arrojo, esa valentía, y esa férrea voluntad de salir adelante de éste joven le gustaba.

Al llegar a casa conversó con su esposa lo sucedido, y le planteó su decisión de aceptar la relación de ellos, por supuesto su esposa estuvo en total acuerdo.

Lo primero que hizo fue que al joven lo readmitieran de nuevo en la facultad. Luego conversó con Nubia sobre la posibilidad de aceptar su noviazgo. Le pidió que se reunieran todos en un lugar neutral donde pudiesen conversar sin interrupciones.

Bueno; a regañadientes acepté conversar con los padres de mi novia, todo sea por el amor tan grande que siento por mi adorada.

Asombrado quedé, cuando me dijeron que aceptaban nuestro noviazgo. Pero con la condición que hasta que culminemos nuestros estudios no debemos casarnos. Pues claro que acepté, y les prometí acatar sus deseos.

Aún así, yo también tenía condiciones, y es que no quería ayuda de ningún tipo. Quería salir adelante yo solo como Dios me ayudase, y delante de sus padres le pregunté a mi novia si estaba de acuerdo en que comenzaríamos desde cero, ella gustosa y llena de dicha también aceptó.

Pasó el tiempo, y después de varios años de casados y con dos hijos fruto de nuestro amor, al fin pudimos comprar una casa sumamente hermosa y digna de nuestra familia. No fue fácil, nos costó un poco, pero lo logramos nosotros dos, con trabajo, dedicación, perseverancia, lucha, esfuerzo, fe, y ante todo mucho, pero mucho amor.

Hoy en día cuando miro el pasado, me convenzo que las cosas en la vida pasan por algo.

Enfrentarme aquella tarde sin temor y sin ningún tipo de violencia con el padre de mi adorada, en vez de alejarme me acercaron a ella. Yo solo hablé con la verdad de mi situación, y lo más importante de mis sentimientos. Jamás le demostré debilidad ni le inspiré lástima, y eso, marcó la diferencia.

En conclusión, con propiedad feliz y contento puedo gritar a todo pulmón:

««¡Gracias a la vida!»»

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Comments

Lili

Lili

Una gran lección...de vida

2024-11-20

0

Maria Perez

Maria Perez

Uuuuf que historias tan bellas y las que he leido hasta ahora veo que dejan una enseñanza.....Gracias autora.

2024-05-20

3

La mulata

La mulata

Que hermoso relato...La gratitud

2022-11-17

0

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