—¡Gracias por el aventón! —Dije para agradecer su amabilidad.
Sus ojos seguían observándome con curiosidad, eran casi las dos de la tarde y los nervios crecían en mi interior a causa del enorme miedo que yo sentía. ¡No quería que él descubriera que soy un escort! Más que nada porque eso sería muy brusco para nuestro primer encuentro, después de mucho tiempo las cosas parecían pintarse de forma chida. ¡No quería echarlo a perder!
—No es nada. La neta, me dio gusto volverte a ver. Tenía años que dejé de mirarte y ahora eres todo un chico, algo diferente.
Sonreí detrás de mi mascarilla. ¡Ambos éramos distintos ha este punto de la vida! Gerardo estaba siendo muy amable y me causo curiosidad por saber lo que significa la palabra "diferente" en mí. ¡Todo era distinto ahora! Ya no teníamos once años y nuestros ideales eran otros.
—Lo mismo digo. Yo soy el chico de los pays y tú eres el chico del gym. ¡Me ha dado gusto poder verte otra vez!
—A mí también.
—¡Ah! Y gracias por comprar las medicinas de mi papá. De verdad, no tenías porque, pero te agradezco mucho.
El muy canijo se atrevió a pagar el medicamento de mi padre. ¿La razón? Por pura cortesía.
—No fue nada. Ahora que ya estoy de vuelta quiero reafirmar que cuentas conmigo. Si necesitas ayuda o hay algo en lo que yo pueda ayudarte, con todo gusto. ¡No dudes de mí!
Sus ojos estaban demasiado enfocados en mis ojos y sentí unos latidos bien nerviosos navegar por mi sistema nervioso.
—¡Gracias!
Sonrió.
—¡De nada!
Era momento de dejarlo ir.
—Salúdame a tu mamá. ¡Cuídate mucho!
Me estaba despidiendo de Gerardo, el motor de su auto estaba encendido y sin pleno aviso, la puerta de mi casa se abrió de golpe. ¡No podía ser cierto! Ella se acercó a toda velocidad hasta el auto.
—¡Qué bueno que ya llegaste! Pensé que te había pasado algo, tus hermanos llegaron desde hace dos horas. ¿Tienes hambre? —Se dio cuenta de que no me encontraba solo, se acercó un poco y vio que Gerardo estaba conmigo. No le fue complicado reconocerlo—. ¡Hola mijo! ¿Cómo has estado? Tanto tiempo sin verte. ¡Que sorpresa!
Mi madre estaba muy emocionada.
—¡Buenas tardes señora! Jamie estaba conmigo, lo encontré en el zócalo y anduvimos terminando de hacer unos mandados.
Mamá parecía estar contenta con mirar a mi crush.
—Gracias por cuidar de mi Jamie —ella se quedó observando detenidamente a mi chico—. ¡Te pusiste más guapo que cuando ibas a la primaria!
¡Gerardo se ruborizó! Mamá se había acercado a la puerta del copiloto, yo aún no bajaba del vehículo y la sonrisa de ella era lo mejor del mundo; aun así en este momento se sentía como algo incómodo. ¡Maldito Gerardo! Mi madre estaba embelesada con el rubor de mi chico y es que, él muy canijo, se había quitado la mascarilla, porque según él, no le gustaba conducir con la respiración protegida. ¡Hazme el ventoso favor!
—Disculpe la tardanza. Nos pusimos a platicar de muchas cosas y el tiempo se nos pasó muy rápido. Por eso apenas venimos llegando.
Bueno, al menos así, mamá no se molestaría conmigo por mi hora de llegada. Pasaría por alto mi tardanza.
—¡Qué bueno que se encontraron! Yo sé que ustedes eran muy buenos amigos en la primaria.
Asentí de forma inconsciente.
—Gerardo me acompañó a la farmacia, también por eso estoy llegando a esta hora. Ya tenemos los medicamentos que faltaban.
Mamá pareció sorprenderse y tomé los fármacos que resguardaba en mi caja de la venta.
—¡¿De verdad ayudaste a mi Jamie?! —Totalmente parecía estar sorprendida.
—Sí. Aunque se hizo un poco de rogar.
—¿Enserio? —Mamá me miro con un poco de molestia.
—Solo un poquito—sonreí.
—Le dije que sin problema podía llevarlo a la farmacia. No fue difícil convencerlo.
¿Convencerme?
—¡Muchas gracias mijo!
—No fue nada.
Quise salir del vehículo. ¡Ya era el momento! La mirada de mi madre se tornó pensativa.
—Oye Gerardo —dijo ella.
—¿Si?
—¿Te vacunaste contra el covid?
—¡Por supuesto, ya me puse todas las dosis!
Mamá sonrió por completo.
—A bueno. Siendo así me siento más tranquila, ¿quieres quedarte a comer con nosotros? Prepare cemitas de milanesa y de carne enchilada para la comida.
¡Ay no! Esto no me podía estar pasando justo ahora. Me encontraba acorralado entre dos miradas y una conversación en la que yo, solo era un adorno. Mi madre estaba siendo demasiado atrevida y Gerardo solo asentía. Era como si ambos trataran de maquinar contra mí. ¡Canijos!
Pero bueno yo tampoco podía dejar que mamá quedara como la villana de este momento. Mis padres tenían un gesto sumamente bonito con las personas cercanas a nosotros, siempre solían ser hospitalarios y generosos. ¡Dar nos hacía sentir felices!
—Muchas gracias doña. No se preocupe, no quiero causar molestias.
Mamá hizo una mueca chistosa.
—Pues la verdad no me preocupo, pero esto si tenlo muy presente. ¡Tú jamás serias una molestia para nosotros! Los amigos de mi Jamie siempre son bienvenidos aquí. ¡Así que no lo pienses más, los espero adentro chicos! Iré a terminar de poner la mesa.
Ella se dio la media vuelta y entró a toda velocidad a mi casa. ¡Ay mi madre querida!
—¿No se preocupa?
—Ella te lo dijo —me encogí de hombros.
¿Amigos? ¿Neta lo dijo así? Fue como si mi propia sangre lanzara un cuchillo a mi corazón; pero pues es lógico. Ella no tiene la culpa de no conocer lo que yo sentía en realidad por Gerardo desde la primaria. Dejé escapar un suspiro. Lentamente me giré a mirarle y sin querer, atrapé como sus ojos esmeralda me observaban con detenimiento. El efecto que su cercanía causaba en mí era demasiado intenso y mi corazón, literalmente todo el tiempo se acordaba de los momentos que vivimos en el pasado. ¿Qué fuimos en el pasado?
—¿Tengo algo en el rostro? —Le pregunté de forma directa.
—No, es solo que me preocupa cómo es que te hiciste ese moretón.
Me aterrorice un poco, seguro mi cubre bocas se había bajado un poco otra vez y ahora todo estaba claro. ¡Las sospechas sobre mi verdadera identidad!
—¡Ah! Pues veras, me caí de la cama mientras dormía. ¡Ni siquiera me dolió!
Mentí. ¿Sospechara de mí? Asintió lentamente, me pareció escuchar su respiración.
—¿Puedo tocarlo?
Su pregunta me hizo dudar y aquella petición fue muy inesperada. ¿Tocarme? ¿Hurgar en mi hematoma? Tragué un poco de saliva. ¿Aún recordaba mi gusto por el dolor? Ni siquiera tuve que abrir la boca para confirmarle que si podía tocarme. Ligeramente sus manos subieron hasta mi rostro, sus dedos se acercaron a mis oídos y me quito por completo la mascarilla. ¡Mis nervios se volvieron huracán! Yo como tonto mirándole directamente a los ojos y sintiéndome en la gloria por lo que este chico estaba haciéndome. ¡Sin querer le dedique un suspiro suave! Ahora su mano derecha, el pulgar se acercó a mi piel y en un acto tan suave apretó mi dolor.
—¿Te duele?
—Un poco. Pero me gusta.
—¡Lo sé! Recuerdo muy bien, un día en la primaria cuando te lastimaron los canijos chamacos, te estaba saliendo sangre de la rodilla y quise consolarte. ¡Me dijiste que te gustaba cuando te hacían daño! Que la sensación de dolor te hacia estar bien.
¡Fue así! Yo ni siquiera recordaba aquella vez, pero a él, ese detalle no se le había escapado después de tantos años. ¿Y era cierto? Pues sí. La neta sí. Por alguna extraña razón me gustaba esa sensación dolorosa; era un hábito mío, solía hurgar en mis heridas y cuando sangraba, creía que todo iba a mejorar algún día. ¡Estoy algo loco, no te espantes!
—Aun te acuerdas.
—¡Sí! Hay muchas cosas que recuerdo de ti.
No podía estar hablando enserio, ¿o si? Su tacto tan necesario, no se alejaba de mi rostro. La preocupación comenzó a ceder y la idea de que Gerardo pudiera reconocerme de forma completa no me importó en ese instante.
—¿Qué recuerdas de mí?
Sus labios se pintaron con una sonrisa muy bonita. Su pulgar se deslizo con rapidez por mi mejilla y se detuvo cerca de la comisura de mis labios.
—¡Eso te lo tendré que contar más tarde! —Acercó su rostro al mío, sus ojos demasiado pegados a mi mejilla. ¿Qué planeaba?— Siempre me han gustado tus labios, ese hoyuelo que se forma justo aquí en tu lunar. ¿Puedes hacer que aparezca?
Tragué saliva, su petición y cercanía me hicieron temblar. El radio estaba encendido y sonaba una canción de Imagine Dragons.
—¿No tienes hambre? Mi mamá nos está esperando —quise cambiar de tema, pero el hoyuelo apareció y se marcaba demasiado bien.
Su sonrisa me perteneció. Me miraba complacido.
—¡No has cambiado nada Jamie! Gracias por dejarme ver ese hoyuelo, me gusta cómo se te ve.
¿Lo dijo enserio?
—Pues que te digo.
Y es que cada vez que yo hablaba o hacía algún gesto suave, el hoyuelo aparecía reafirmando aquel lunar cercano a mis labios. ¡Pero ya no podía seguir así! Enarqué ambas cejas y le lancé una miradita curiosa. Subí mi mano y le tomé de la muñeca, era hora de que él dejara de mirarme y torturarme de forma dulce. ¡Canijos sentimientos de enamorado!
—¡Tienes razón! Entremos a comer, si no, esta vez tu mamá si se va a preocupar de verdad por nosotros.
Asentí. Bajamos del vehículo.
—Por cierto. ¿Qué harás esta noche?
¿Qué se supone que debía decirle? ¿Contarle sobre mis planes? ¿El nombre del club al que iría? Tenía una cita con Romántico Empedernido y yo tendría que estar en mi faceta de escort. ¿Qué pensaría de mí si le digo la verdad?
En primer lugar, ¿tendría razón para explicar mi oficio nocturno? ¡El tiempo había pasado! Y yo aún no le decía la verdad sobre mi trabajo nocturno como escort a nadie de mi familia. ¡Todo era un secreto! ¿Qué pensarían de mí si les digo en lo que me he convertido? ¿Que reacción tendrían? ¡Todo era un riesgo! Y no quería correr riesgos por ahora.
Entramos en la casa. Le respondí.
—Estaré pintando en mi habitación hasta tarde.
—¿Aún pintas?
—Por supuesto. ¡En eso sí que no he cambiado!
—¿Me darías la oportunidad de admirarte como arte?
¿Admirarme como arte? Entramos a comer.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 31 Episodes
Comments