Emma Brandt. ♣︎
Es sábado por la noche y mi padre aceptó que viniera a la fiesta de Javier en compañía de Diana (mi mejor amiga), Henry (mi novio) y Adrien (novio de Diana y amigo de Henry).
La música era lo único que podía escuchar en la fiesta, ni siquiera la voz de Henry que estaba a pocos centímetros de distancia podría opacar el ruido.
Diana desapareció de mi vista con su novio cuando ambos decidieron bailar entre la multitud de extraños y aunque agradezco que Henry haya elegido permanecer a mi lado, sé que solo estoy siendo una aguafiestas por no desear hacer ninguna de las actividades que hay por hacer.
Entre beber alcohol, drogarse o bailar, elegí permanecer en un esquina alejada de ellos bebiendo de mi propia agua que traje como era costumbre.
Agua embotellada, es imposible que alguien hubiera puesto algo en ella sin que yo lo hubiera descubierto, así que era la decisión más responsable que podría elegir en una fiesta de fin de semana. Puedo ser algo paranoica en ciertas cosas, pero al menos nunca podrían drogarme por un descuido y mucho menos podrían intentar pasarse de listos conmigo.
—¿Estás bien con solo agua?.—Preguntó Henry con su vaso de plástico casi lleno de cerveza.
Su cabello castaño era casi demasiado oscuro bajo la poco iluminación del cuarto. Me recordó al cabello negro de Conejo y negué rápidamente con la cabeza para borrar ese pensamiento.
Necesito dejar de buscar cada maldito detalle que me hace querer ver a un hombre que solo puede vivir en mis fantasías.
—No te preocupes por mí y ve a divertirte.—Puse mi mano en la suya.—No puedo beber alcohol porque todavía estoy bajo los efectos de los medicamentos.—Dí como excusa.—Pero eso no significa que no podamos divertirnos, luego me uniré a tí, lo prometo.—Le sonreí.
La verdad es que deje de tomarlos cuando mis citas con el psicólogo terminaron. Las pastillas evitaban que pudiera ver escenarios horriblemente sangrientos, pero algo dentro de mí quería verlos.
—¿Segura?.—Preguntó él y yo asentí con la cabeza.—Bien, ven a buscarme cuando lo desees, siempre estaré disponible para ti preciosa.
Henry desapareció de mi vista luego de pronunciar aquellas palabras y finalmente pude respirar con calma, no me sentía tranquila con él a mi lado, se supone que estamos en una fiesta para divertirnos y él no se estaba divirtiendo conmigo.
Odio que la música opaque el ruido de mi reloj, es por ello que decidí subir al segundo piso de la enorme casa para encontrar una habitación desocupada.
Imagino que Diana debe estar tan borracha como su novio Adrien y al final de la noche tanto Henry como yo tendremos que cargar con sus cuerpos inconscientes. Es casi una costumbre cuidar de ellos luego de una fiesta y realmente no me molesta hacerlo, ella es mi amiga y Adrien es un gran chico que lamentablemente no tiene mucho aguante con el alcohol.
Encontré una habitación desocupada en piso de arriba y entre en ella para luego recostarme en la cama.
Al cerrar la puerta, finalmente encontré la paz que estaba buscando, la música fue silenciada en gran medida y las manecillas de mi reloj finalmente eran audibles.
...Tic Tac.....
...Tic Tac.....
—Tic Tac.—Murmure imitando el ruido de mi viejo reloj de bolsillo.
Si Conejo fuera real, actualmente debería tener entre 25 a 30 años, mis sueños nunca descubrieron gran cosa de él e incluso olvidé su nombre aunque estoy segura de haberlo escuchado alguna vez.
—Si fuera real..—Observé el techo.
Conejo entendería mis extraños sueños e incluso sería capaz de hacerlos realidad, lloraría por la muerte de mis seres amados, pero también dejaría de ser una simple muñeca sin ambiciones tal y como ellos lo esperan.
Me llevarían a un manicomio si fuera 100% sincera con todas las cosas que deseo hacer y que finalmente no hago porque me aterra estar sola.
—Pero miren a quién tenemos aquí.—Escuché la voz de un hombre hablar desde la puerta.
La música aumento su volumen con la puerta de la habitación abierta y luego volvió a bajar su intensidad cuando el hombre decidido cerrar la puerta con él dentro de la habitación.
—¿Quién..?.—Me senté en la cama y observé al hombre de piel morena acercarse lentamente a mí.
—Soy Javier, el anfitrión de la fiesta.—Se presentó fijando sus ojos azules en los míos, los míos en su lugar marrones.
—Lo siento, me iré ahora.—Mencioné mientras me ponía de pie, pero basto con solo un empujón de su parte para regresar a la cama.—¿Qué diablos?
Javier se quitó el cinturón del pantalón y una maldita sonrisa de satisfacción estaba en su jodido rostro alcoholizado y posiblemente drogado.
—Juega conmigo muñeca.—Fue más una orden que una petición.—No finjas que entraste a mi habitación por error, sé que eres otra perra más que viene por mi dinero.
—Te estás equivocando conmigo imbécil.—Escupí.—Mi novio esta abajo y no necesito de un bastardo adicto para complacer mis necesidades.
El idiota sonrió con burla y se subió a la cama para quedarse encima mío, tal y como lo había hecho el abuelo Edgar hace unos años.
—Yo también tengo novia, pero eso no evita que tenga ciertas aventuras con zorras como tu.—Intento llevar su mano hacia mi pecho, pero evite su toque cuando saque la navaja que tenia guardada en el bolsillo de mi pantalón.
...Nunca jamás volverá a ocurrir....
—Quita tus jodidas manos o te mataré.—Amenacé clavando la punta de la navaja en el bulto que había en su entrepierna.
Javier se alejó tan rápido como se había acercado y comprobó el estado de su miembro que fue casi apuñalado por mí.
—Loca de mierda.—Murmuró con ira y azotó la puerta de la habitación cuando decidió marcharse de esta.
La horrible experiencia que pasé con el abuelo Edgar en la casa de la abuela Catherine me hizo estar preparada para este tipo de situaciones.
Afortunadamente solo se trataba de un imbécil que necesitaba acostarse con cualquiera como el típico idiota que engaña a su novia por estar demasiado drogado y alcoholizado como para controlar sus acciones.
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