Alérgica

...Sebastián....

Irma, ¿me saludo?, ¿detuvo el elevador para mí?, claro que lo hizo. No puedo estar alucinando. ¿O sí?, no, imposible. Esté día no pudo empezar mejor.

Terminar con Danilo le mejoró el carácter. Recuerdo que cuando empezó con el me pidió que me mantuviera alejado de ella.

Siempre que me veían en el elevador salía y esperaba el otro. Por eso tomé la costumbre de no entrar si ella estaba ahí.

Esperó que ahora al menos podamos ser amigos. Ella me gusta mucho. Me gustó desde que la vi en esa fiesta. Desafortunadamente ella puso sus ojos en Danilo. Creó que es un poco obvio. Todo el mundo piensa que no soy muy agraciado.

Hablando de él. Debo ir a su oficina para que vea los balances de la empresa.

El y yo tenemos mucha confianza así qué no necesito tocar antes de entrar.

— Danilo. Necesito. — Danilo estaba abrazando a Irma de la cintura.

Irma lo empujó.

— Los diseños están aquí. Revísalos. — Irma le dió una carpeta y salió. Ese no es el tono que normalmente usa con el.

— ¿Porqué sigues jugando con ella?. — Pregunté tratando de disimular mi molestia.

— Me gusta hacerlo.

— No lo hagas. No es justo para ella.

— No te metas. No tienes derecho.

— Tienes razón. Sólo vine a mostrarte los balances. Revísalos. — Dejé los papeles sobre la mesa y salí. Me llena de rabia lo que hace.

Decidí ir a la oficina de Irma. Cuando entré ella se estaba regañando a si misma.

— Irma eres una estúpida. Por actuar cómo lo has hecho ese idiota se siente dueño de tí.— Se veía graciosa regañandose a si misma.

— No te enfades.

— ¿Hacé cuanto llegaste?. — Su mirada se pintó de preocupación.

— Hace poco.

— ¿Escuchaste algo?

No quería avergonzarla así que menti.

— No. Nada.

— Gracias al cielo. — Suspiró aliviada. — ¿Necesitas algo?

— Sólo quería ver si estabas bien.

— Estoy excelente.

— Conmigo no necesitas fingir.

— No estoy fingiendo.

— Irma si estás mal yo...

— ¡Ya te dije que estoy bien!. — Elevó un poco su voz.

— Lo siento. No era mi intención molestarte. — Salí de su taller un poco triste.

...Maribel....

¿Qué me pasa?, ¿porqué soy tan mala con el?, no debí gritarle. Estuve dando vueltas en mi oficina, después tomé la decisión de ir a disculparme.

El detalle es que no sé cómo se llama, tampoco dónde queda su oficina. Seguro que la asistente de mi hermana sabe su nombre.

— He... ¿Puedes llevarle estos papeles al señor?. — Estaba esperando a que ella dijera nombres.

— ¿Danilo?

— No, son para. El que salió hace unos minutos.

— A claro, el señor Sebastián, ahora mismo los llevo. — Tomó los papeles pero yo no sé los solté.

— No te molestes. Se los llevaré personalmente, es que son documentos delicados.

— ¿Está segura?

— Completamente. Yo lo hago. ¿Dónde queda su oficina?

— La primera puerta, en el pasillo de la izquierda.

— Gracias.

Caminé al lugar que me indicó y toqué la puerta.

— Pasé. — Respondió Sebastián.

— Hola.

— ¿Irma?

— Si.Vine a disculparme, no debí gritarte, estaba un poco alterada, ¿puedes aceptar mi disculpa?

Sebastián se veían confundido.

— La aceptó.

— Gracias. Y.. — Ya qué no conozco a nadie, y esté chico parece un buen tipo. — ¿Puedes acompañarme a comer?

— ¿Tú?, ¿me estás invitando a comer?. — Parecía confundido, perplejo y un poquito emocionado.

— ¿Si?. — Me hizo dudar.

— Estaré encantado. ¿A qué hora quieres comer?

— En una hora está bien.

— En una hora pasó por ti.

— Okey. — Volví a mi oficina.

Una hora después tocaron mi puerta. Era Sebastián. Salimos a comer. Pensé que iríamos al comedor de la oficina pero para mí sorpresa me llevo al estacionamiento.

— ¿A dónde vamos?

— Te llevaré a tu restaurante favorito.

¿Mi restaurante favorito?

El abrió la puerta para mí y yo subí.

— No sabía que todavía quedaban caballeros en esté mundo.

Sebas me dedicó una sonrisa tímida. Subí al auto y nos pusimos en marcha.

Tiempo después llegamos al restaurante dónde solía ir con mi familia cuando éramos una familia.

Entramos. Un mesero nos guío a la mesa que mi padre siempre reservaba para nosostros. Esté chico debe ser muy buen amigo de Irma. Nos sentamos y al ver la carta sólo pude pensar en esa época hermosa. Esa época dónde yo tenía una familia completa.

— ¿Qué vas a pedir?. — Me preguntó.

— Mmm, quiero pollo asado con salsa de nueces.

— ¿Estás loca?, traiga ensalada de frutas por favor.

— Oye, ¿porqué ordenas por mi?

— ¿Salsa de nueces?, ¿en qué estás pensando?, eres alérgica.

Claro, Irma es alérgica a las nueces, ¿cómo se me pudo olvidar?, ¿y cómo sabe el?, ¿será que está enamorado de mi hermana?.

— Mañana tienes sesión de fotos. No podrás hacerla si comes nueces.

— ¿Cómo sabes que soy alérgica?

— Te conozco desde hace años, ¿cómo puedo no saber?

Claro, debe ser un muy buen amigo de Irma. No está enamorado de ella.

El mesero llegó con nuestra comida y devoramos todo. Aunque yo me quedé con un poco de hambre y el antojó de mi pollo.

Hay Irma te odió. Por tu culpa no pude comer pollo.

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