Cap. 16

-Deberías pensarlo primero.

-Yo sé lo que hago.- una tos grave y sonora se escuchó del ser que estaba en la oscuridad, quien se encogía por el dolor de las quemaduras que había en su cuerpo.

Ya habían pasado dos meses desde que el ser dejó a Elios para buscar una forma de salvarlo del terrible destino que le esperaba y de todos los tormentos que lo invadían. El ser demostraba una notoria desesperación e impaciencia por ayudar al pequeño castaño, sin importarle lo que llegara a pasarle a él mismo. Al igual que Elios, la existencia de Satanás se acabaría en poco tiempo.

-Al menos espera un poco más para que te recuperes. No hace falta que te recuerde que tardarás meses en sanarte de eso.- el pelirrojo miraba a Satanás con indiferencia, ocultando el sentimiento de lástima que tenía hacia él.

-Lo sé.- admitió enojado. -Solo cuida de él mientras yo no estoy.- el ser se quejaba cada tanto del dolor, pero trataba de reprimirlo lo más que podía apretando sus dientes con fuerza y ahogando sus quejidos.

El ser no quería aceptarlo, pero había salido malherido de aquel encuentro con su creador, quien se había enojado al escuchar lo que había estado haciendo con el castaño. Algo que era de esperarse. Si bien, su creador ya estaba decepcionado de él, ahora lo estaba mucho más.

El hombre pelirrojo se quedó en silencio, pensando en lo que debería hacer a continuación con Elios y buscando una manera más viable para seguir a su lado y poder protegerlo mejor. Aunque esto es algo que su propia naturaleza le impedía hacer, el pelirrojo estaba arrepentido de su pasado y quería arreglar las cosas de alguna manera para volver al cielo y conseguir el perdón de su creador

-¿Qué fue lo que pasó?- preguntó Dylan con mucha curiosidad.

El ser se quedó en silencio, permaneciendo en el oscuro rincón de la habitación en donde se encontraba. El lugar era antigua y oscuro, sin una luz que se asomara por los grandes ventanales cubiertos con algunas cortinas.

-Dijo que ayudaría...- el ser empezó a temblar de rabia, apretando sus puños hasta que sangraran. -Y que lo haría a su manera.

Dylan tembló al escuchar la última frase, sabiendo que lo que vendría no sería para nada agradable.

Dios podía ser alguien comprensible y amoroso, eso estaba claro, pero aun así sus decisiones eran aterradoras dependiendo del contexto que se le presente. En este caso, era obvio que algo malo iba a pasar con varios cabos sueltos en esta historia. Dios es el camino del bien, pero necesita hacer "sacrificios" para conseguir un resultado que alcance sus expectativas.

...••••••••••...

-¿Por qué lo estás ayudando? ¿Por qué quieres salvarlo?

-...

-No es propio de ti en ningún sentido. Pero si quieres salvarlo, trata de olvidarte de él. Lo único que lograrás será causarle más daño.

...••••••••••...

Satanás apretó los dientes mientras tocia sangre a causa de las heridas graves en su cuerpo, las cuales fueron causadas por los ángeles que se encontraban en el pabellón. Los ángeles no tuvieron piedad alguna y mantuvieron un corazón frío ante el ser que había traicionado su origen, hiriéndolo gravemente sin clemencia mientras Dios lo miraba retorcerse, siendo aún más frío que los ángeles presentes en el pabellón.

Las quemaduras eran causa del tiempo extenso que había permanecido en el cielo, lo cual era algo que no se curaría de la noche a la mañana, aún con su capacidad curativa. Los cortes de espadas y lanzas, sin embargo, dejarían cicatrices, pero tardarían unos seis meses en sanarse, tal vez un poco más.

"Debo aguantar... debo protegerlo...", se repetía para no perder la conciencia por el dolor y la cantidad de sangre perdida.

El pelirrojo apretó sus puños mientras miraba con el ceño fruncido a Satanás, empatizando con él y sintiendo una ligera impotencia.

-¿Por qué lo ayudas? Es solo un humano, pero te estás sacrificando demasiado por él.

El ser se quedó en silencio nuevamente para luego soltar un suspiro profundo, relajando sus músculos tensados y dejando de temblar por un momento. Su rostro estaba demacrado y con ojeras oscuras debajo de sus ojos, pero aun así una diminuta sonrisa de formó en sus labios. Tal vez sea por el inmenso cariño que Satanás tenía hacia Elios, pero el solo hecho de pensar en el pequeño hacía que se sintiera más relajado.

-Tienes razón. Por siglos he provocado el caos en los tres reinos, sin importarme el daño que le haya causado a quien sea. Pero este humano, mi zorro dorado, hizo que viera a su especie de otra manera. Él no lo recuerda, pero nuestro lazo tiene mucha más historia que solo un par de encuentros. Es por esa historia que pedí tu ayuda. Un ángel perverso que intenta redimirse... en el pasado habría pensado que era patético, pero ahora puedo entenderlo.

Satanás sonrió con tristeza mientras recordaba la sonrisa cálida y llena de alegría de Elios cuando era niño, añorando poder volver con él lo antes posible. Dylan, por otro lado, se había quedado sin palabras al escuchar lo que él había dicho. Después de todo, ¿cómo era posible que un ser maligno como Lucifer hablara tan profundamente sobre un humano en particular?

-Estás realmente perdido...- dijo el pelirrojo, suspirando en señal de derrota.

-¿De verdad lo crees?- Satanás soltó una pequeña risa melancólica, sintiendo la ironía en cada palabra.

Dylan lo miró sin decir nada, pensando en mil cosas a la vez. Si bien, Satanás había cambiado completamente, era extraño verlo de esta manera, por lo que aún no podía acostumbrarse a tal cambio. Pero lo que era aún más extraño, era que ahora entendía mejor la razón por la que el Satanás le había pedido que se aliara con él.

Un pensamiento repentino cruzó por la mente de Dylan, llevándolo a una nueva curiosidad.

-¿Acaso... es amor lo que sientes?

El ser en la oscuridad quedó paralizado al escuchar esta pregunta, tragando fuertemente y tomándose su tiempo para analizar y pensar en una respuesta. Satanás nunca lo había pensado de esa manera.

-No lo sé...- el ser se quedó mirando un punto fijo en el suelo de madera, ordenando mejor sus ideas. -Pero, si es eso, entonces estoy mucho más jodido...

(...)

Dylan Collins, sacerdote del edificio de cultura y prácticas religiosas. Ángel perverso, desterrado por Dios hace veintinueve años.

Su historia comienza el día que le asignaron a una inocente e indefensa humana de nombre Lilly, una pequeña que apenas había cumplido sus primeros días de vida. Dylan estaba encantado con la pequeña, viendo cómo crecía un poco más cada día y aprendía cosas nuevas todo el tiempo. Era una niña dulce e inteligente, siempre con una sonrisa radiante y alegre en su pequeño rostro. Dylan pensó que sería como las demás almas humanas que había cuidado antes, que sería un trabajo fácil al tratarse de una niña con un futuro colorido.

Cuando la pequeña Lilly cumplió los siete años, la gente a su alrededor empezó a tratarla diferente, provocándole un daño emocional que le generó algunos problemas de salud. Lilly creció con inseguridades y siendo manipulada por cada persona que conocía, incluso por algunos de sus familiares. Pero aun así, seguía conservando su sonrisa.

Dylan se sentía impotente al no poder hacer nada para ayudarla y que, por más que intentara protegerla, no había señal de que las cosas mejorarían. Dylan le enviaba señales a Lilly para consolarla de alguna forma y hacerle saber que estaba ahí para ella, a lo que Lilly sonreía y se olvidaba de sus días desafortunados y el pequeño tormento en su mente, pensando que todo estaría bien.

Cuando Lilly cumplió los quince años, varias personas de su escuela la humillaron y la hicieron llorar cruelmente, provocando la ira de Dylan, quien no pudo soportar más verla llorar. Dylan pensó que lo mejor sería darle la oportunidad de vengarse de quienes le hicieron tanto daño, por lo que en uno de sus sueños Dylan empezó a darle ideas a Lilly para que pudiera ser fuerte y defenderse de las personas dañinas de su alrededor.

De más estaba aclarar, que esto estaba prohibido para cualquier ángel guardián.

Lilly presentó un cambio repentino al día siguiente, producto de las ideas que Dylan le había susurrado en su sueño. Lilly empezó a tener más confianza en ella misma, se alejó de las personas que tanto sufrimiento le causaron y se defendió de cada uno que intentaba humillarla o insultarla. Al principio, Dylan podía decir que era el cambio que esperaba, pero tiempo después se dio cuenta de su error.

Lilly se volvió más agresiva y violenta, no escuchaba a sus padres y comenzó a hacer malas amistades con gente que la influenciaba de mala manera, alejándola por completo de toda la inocencia que antes conocía.

Dylan había cometido el error de cambiar el destino de la pequeña humana que le había sido confiada.

"¿Cómo pasó esto? Se supone que lo hice para ayudarla... ¿Qué hice mal?", se preguntaba.

Lilly ya no era la alegre e inocente niña que Dylan había conocido. Ahora era una chica que vendía su cuerpo a cambio de drogas y un par de cigarrillos o bebidas.

A pesar del gran error que Dylan había cometido, aún permanecía al lado de Lilly, preguntándose por qué Dios no lo desterraba todavía. Dylan veía y escuchaba llorar a Lilly cada noche, sintiendo el sufrimiento de esta en cada una de las plumas de sus alas blancas. Fue en una de esas noches que Dylan se dio cuenta de lo mal que había hecho al intervenir en la vida de Lilly.

Una mañana, Lilly no despertó y tampoco respiraba. Dylan no supo en qué momento, pero Lilly había tomado la decisión de acabar con su vida al no poder soportar el sufrimiento y el dolor de despertar sintiéndose sola y desamparada, sin la protección de nadie a su lado. Era tanto por lo que había pasado que ya no podía soportarlo.

Dylan tomó el cuerpo sin vida de Lilly en sus brazos, atónito y sin comprender todavía lo que había hecho mal. Dylan recordó que, a pesar de que Lilly sufría todos los días, ella mantenía una sonrisa en su rostro, lo cual demostraba que su corazón seguía siendo fuerte y puro. Si Dios no lo había desterrado aún, fue para que Dylan se diera cuenta del error que había cometido.

Si Dylan no hubiese intervenido en su vida, Lilly habría encontrado la fuerza que necesitaba por sí misma y habría superado sus problemas con ayuda de su familia. Si tan solo... Dylan hubiera esperado un poco más, Lilly seguiría con vida y sería feliz.

Dios desterró a Dylan, quitándole sus alas y enviándolo al reino humano para que pudiera comprenderlos mejor y reflexionar sobre su error. Dylan reencarnó en un niño pelirrojo, hijo de una familia amorosa y numerosa.

En el momento en Dylan recuperó sus recuerdos, supo que se había convertido en un ángel perverso: un ángel que conservaba una pequeña parte de sus poderes, con la capacidad de manipular a quien quisiera con su apariencia linda e inocente. Estos ángeles eran odiados por el cielo y por el infierno. Claro estaba que, para un ángel, manipular a los humanos era un acto prohibido y malicioso, pero los demonios seguían viendo a los ángeles perversos como ángeles corrientes, por lo que sentían el mismo odio hacia ellos.

Dylan trató de no dejarse llevar por su naturaleza, ya que no quería caer más bajo de lo que ya estaba. Dylan quería que Dios lo perdonara, estaba arrepentido de haber cometido el error de intervenir en la vida de una humana inocente. Tiempo después, Dylan intentó conocer mejor a los humanos y se amigó con muchas personas, aunque la relación más fuerte que estableció fue con su hermana, Rosie, quien, por cierto, era imposible de manipular.

Dylan pensó que, para tratar de cumplir con el castigo que Dios le había dado, debía acostumbrarse a su vida en el reino humano, y entender cómo se relacionaban entre ellos, y cómo funcionaban sus emociones. Fue entonces cuando, al cumplir los ocho años de edad, Satanás apareció en su vida.

-Entonces, ¿tú eres el ángel perverso que busca el perdón de Dios?

Dylan pensó que Satanás lo mataría y desmembraría para usarlo de alimento para los demonios, pero jamás en la vida se habría imaginado que Satanás le pediría un extraño favor.

-Quiero que cuides de alguien... por favor.

Al escuchar tal petición, Dylan sospechó y pensó que tal vez sería una mentira descarada y que era imposible que el mismísimo querubín Lucifer le estuviera pidiendo un favor. Pero, al conocer al pequeño de cabello castaño y ojos dorados, algo inexplicable lo hizo recordar a la pequeña Lilly.

-Él está en peligro y necesita que lo protejan.- dijo Satanás mientras miraba con una diminuta sonrisa al bebé dormido en su cuna. -Yo no podré estar cerca de él por varios años, pero cuando llegue el momento quiero que lo cuides por mí.

Dylan no aceptaría nunca algo como eso, pero el hecho de recordar lo que pasó con Lilly le hizo querer intentarlo. Tal vez, podría tener la oportunidad de salvar a alguien y poder entender mejor lo que lo rodeaba. Tal vez así, Dylan encontraría la forma de que Dios lo perdonara y le devolviera sus alas para poder estar a su lado. De cualquier manera, ambas partes saldrían beneficiadas.

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