Anna Hilton y Axel Al jaramane
Desde que Axel había adquirido la imponente villa, aquella era la primera ocasión en que la visitaba en persona. A pesar de que su llegada había sido planeada para la mañana siguiente, logró adelantar todo meticulosamente y estar allí esa misma noche, bajo el manto tenue de la oscuridad.
El auto lujoso, reluciente bajo la luz de la luna, se detuvo frente a la majestuosa entrada de la propiedad. El mayordomo ya esperaba en la puerta, impecablemente vestido, cuando le notificaron que el señor iba a presentarse esa noche.
—Buenas noches, señor.
Es un honor tenerlo aquí —dijo con voz respetuosa.
Axel, con una expresión seria y los ojos marrones que reflejaban la determinación, respondió con un simple pero contundente:
—Gracias.
Mientras ajustaba la solapa de su traje oscuro, el gran salón de techo alto se abrió ante él, dándole una bienvenida silenciosa y espectacular.
—¿Dónde está? —dirigiéndose a Eddi, quien permanecía junto a él.
El mayordomo, un hombre de mirada tranquila, respondió con cautela:
—Ha salido, señor.
Axel arqueó una ceja y preguntó:
—¿Es lo que hace siempre?
Sin perder la compostura, Eddi contestó:
—Realmente no, señor, sale muy poco de aquí.
Axel asintió y añadió autoritariamente:
—Estaré en el despacho. Quiero que me avise en cuanto llegue.
Por un momento, Axel se sentó y leyó el acuerdo que una joven había redactado. Para su sorpresa, no pedía un divorcio sino la anulación del matrimonio. Tenía sentido: jamás se consumó el vínculo y ni siquiera se conocían en persona. Axel solo sabía que la chica tenía dieciocho años cuando se casaron, estudiaba economía en la universidad y ya no tenía parientes cercanos.
Horas antes, en el vibrante interior de un club iluminado con luces de neón titilantes, la atmósfera estaba llena de júbilo y movimiento al compás de la música. En la pista, la mayoría disfrutaba y bailaba con entusiasmo.
—¡La estamos pasando bien, Anna! —exclamó una chica mientras sus caderas se mecían al ritmo contagioso—. ¡Qué bueno que hemos venido
La pelinegra, de ojos profundos y brillantes, sonrió y replicó animada:
—¡Me alegro de que me hayas convencido!
Lauren, tomando a Anna del brazo, propuso:
—Vamos por algo de tomar.
—Dos copas de champán, por favor.
Mientras tanto, Lauren, distraída revisando su teléfono, de repente se detuvo y exclamó con pesar:
—¡Oh Dios! No puede ser, qué lástima.
Curiosa, Anna preguntó mientras llevaba la copa a sus labios:
—¿Qué sucede?__preguntó Anna llevándose la copa a la boca.
—Darán una fiesta en la mansión de los Al Jaramane, mejor dicho, una gala —dijo la joven con pesar.
—¿Y eso qué tiene de malo para ti?
—Pues que allí solo van personas de la alta sociedad y mi familia no entra allí —dijo la joven.
—¿Y qué tiene de malo que no vayas? No se va a acabar el mundo por ello —trató de calmarla Anna.
—Sí, pero sabes lo que es poder pasar un rato entre los hermanos Al Jaramane. Es un sueño poder verlos desde cerca —la chica parecía realmente ilusionada con la idea.
—¿Cómo así? No entiendo —dijo Anna fingiendo interés.
—¡Son guapísimos, Anna! —exclamó ella, más el menor de ellos, el alfa por así decirlo.
—No tengo el gusto de saber quién se trata —dijo la otra
.
—Qué lástima, nena, y el que lo tengas es algo que parece imposible.
—¿Cómo así? —inquirió Anna.
—A Axel Al Jaramane no le gusta aparecer en público —aseguró la joven.
Cuando Anna escuchó el nombre, escupió el champán.
—¡¿Axel?! —soltó la chica.
—Sí, así se llama el alfa de los hermanos, el sueño de toda mujer, pero aún no ha nacido mujer que logre casarlo —dijo la joven con lamento.
—Si tú lo dices —Anna prefirió no seguir con el tema; lo último que deseaba era entrar en un asunto del que ya quería salir—. Pero dejemos de hablar de ellos y sigamos bailando, que ya se hace tarde y debo regresar.
Ambas chicas regresaron a la pista mientras, en la villa, Axel aún esperaba en el despacho la llegada de su esposa. Volvió a mirar el reloj en su muñeca, los minutos avanzaban lentamente.
Se había quitado el saco; su cabello algo despeinado y la sombra de barba que delineaba sus facciones lo hacían aún más atractivo, con un aire de misterio.
En ese momento, Eddi entró nuevamente.
—¿Se le ofrece algo más, señor? —preguntó con respeto.
Axel negó con la cabeza.
—No, ya puede retirarse.
Sin embargo, Eddi insistió un poco.
—Esperaré a la señorita Anna, señor. No debe tardar mucho.
Él lo miró y con voz firme soltó:
—He dicho que puedes retirarte ya
El mayordomo, intimidado por el temperamento de Axel, obedeció y salió apresuradamente.
Cerca de las doce y diez, Axel escuchó la puerta principal abrirse y el resonar de tacones sobre el suelo de madera. Supo inmediatamente que su esposa había llegado. No salió a recibirla, sino que permaneció en el despacho, aguardando.
Con voz firme y autoritaria, preguntó:
—¿Se puede saber qué demonios intentas hacer?
La joven, sobresaltada, se giró rápidamente.
—¿Quién eres tú?
Axel, con un gesto solemne y los brazos abiertos, contestó:
—El señor de esta casa.
Anna quedó perpleja, mirando al hombre que tenía delante, a quien jamás había visto ni siquiera en una fotografía.
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Comments
Cinzia Cantú
A ver que pretende después de no presentarse nunca delante de su esposa
2024-12-29
1
yals
jajaja el inalcanzable Axel ya está casado y próximamente divorciado
2025-04-11
0
Salomé Páez
El tercero sería el esposo de Anna
2025-03-20
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