¿Por qué su rostro cambio radicalmente? ¿A caso tenia algún problema con su familia? Por unos minutos mi mente desvarió sobre aquellas preguntas, pero era inmiscuir demasiado en su vida, ¿De que me serviría? Al cavo de unos minutos me dio hambre, puesto que ya había pasado un tiempo desde que di mi ultima probada a algún alimento.
Levanté la vista del libro descubriendo que el Señor Lee tenia los ojos cerrados, una vez mas.
¿No tenia hambre?
Sin hacer mucho ruido me puse de pie y salí de la sala, yendo directo a la cocina. Sacar la comida sin que nadie me viera me fue un poco pesado, era como hurtar lo que no me pertenecía. Pero al final terminé sacando dos rebanadas de pastel, dado que me haría sentir peor el no llevarle nada, y sin aclarar de qué no era su sirvienta, pero la conciencia es la conciencia y no la quería tener cargada.
Con ambas rebanadas sobre los platos volví a la oficina, nuevamente tratando de hacer el menos ruido posible. Por otro lado, él seguía durmiendo reposando la cabeza sobre su antebrazo, así que me acerque y le deje la rebanada sobre el escritorio.
En ese momento mis ojos pasaron del pastel hacia su rostro, el cual tenia un cutis impecable, «desgraciado, que celos» En cuanto a su cicatriz localizada en el ojo derecho era bastante llamativa y de cierta forma, atractiva.
Sin darme cuenta ya me había acercado lo suficiente como para no ver lo que podía suceder. De repente, sus ojos se abrieron de par en par tomándome por sorpresa, llevándome a retroceder velozmente, tropezándome con ambos pies. Antes de que pudiera caer, las manos de él se asieron sobre mi cintura y junto con ello, un jalón que me atrajo hacia su cuerpo.
Debido a la sorpresa mis manos quedaron sujetas sobre sus hombros, estrujando firmemente la tela de su camisa, «no hay dolor» apenas y podía asimilar lo sucedido. Además de que su respiración rozaba muy cerca de mi cuello alarmando sutilmente mi cuerpo, de paso, sus manos estaban presionadas sobre mi cintura.
Rápidamente me aparte de sobre él, y me rasque la cabeza tratando de ocultar mi rostro. Sin contar de que mi corazón ahora latía como un motor sin freno, subiendo una calor intensa a mi rostro, acompañado de un rubor superficial y evidente.
—Y-yo l-le traje una rebanada de pastel —«Rayos, no podía hablar bien» y su expresión anodina no me era de mucha ayuda. Sin previo aviso, se puso de pie y comenzó a caminar hacia mi, lo cual accione el retroceder con cada paso que él avanzaba, hasta que me topé con esa bendita escalera. Sin darme cuenta, ya estaba enfrente. Me cortó el paso de ambos lados, reposando ambas manos sobre los barrotes de la escalera—, ¿Qué- que está haciendo? —acerco su rostro quedando a centímetros del mío.
—Si desea admirar mi rostro puede hacerlo ahora —en algún momento mi corazón golpeo con fuerza mi pecho. No sabía que hacer, en vista de que temía a hablar y que nuestros labios se rozaran. Incluso sus ojos tan cerca de los míos me estaban dejando desprotegida.
—Solo… estaba mirando… su cicatriz —giro el rostro quedando de perfil.
—Fue por la Atopia, la piel se irrita y pica. Fue hace mucho tiempo ya—. Una cicatriz por rascarte demasiado, aún así se veía atractiva, quería necesitaba tocarla pero, se apartó antes de que pudiera levantar la mano, regresando asi a la silla e inquirió una postura de brazos cruzados—, debería terminar su pastel e ir a dormir. El doctor vendrá por la mañana.
Por culpa de su desconcertante reacción, tomé mi rebanada de pastel sin emitir palabra, y salí de la sala.
[…]
Sin poder borrarme lo sucedido anoche, me di un buen baño y me vestí; me puse una musculosa y un buzo celeste pastel con el logo del planeta tierra y en el medio, la frase NASA. También unos leggins ajustados de color negros y unas zapatillas del mismo color.
A continuación, espere a que el doctor llegará.
Anoche me comí el pastel y me fui a dormir, pero me fue imposible lograrlo. Lo que había sucedido en la oficina me daba vueltas una y otra vez.
¿Por qué hizo eso? No lo se.
No obstante, lo que había sucedido ayer mientras daba un paseo, también me daba vueltas por la cabeza sólo que no con tanta persistencia como lo de anoche.
Por otra, me metí al baño y me senté en el inodoro, luego me lave las manos y me mire al espejo «parezco un zombi» debía hacer algo antes de que me vieran así.
Para concluir logre sacarme esa cara de zombi con agua fría.
El clima de hoy no era muy distinto al de ayer, así que sin dar mas vueltas, fui directo a la cocina para desayunar algo. Para mi alivio el señor Lee no estaba a la vista, así que desayuné tranquila.
En conclusión había tanto silencio que hasta pude escuchar cuando el doctor llegó, había varias voces en la sala y una de esas era de Kris. Después de terminar, salí de la cocina encontrándome con varias personas vestidas de bata. Con timidez me acerque a ellas.
—Oh, tu debes ser Katy ¿Verdad? —El doctor se acercó y me miró como si fuera una pieza de escultura. Asentí con desconfianza, el señor Lee se acercó a mí y presentó al doctor.
—Él es el doctor Goo Eunwoon. Uno de los mejores doctores de Corea —el doctor movió sus manos avergonzado, y Kris sonrió, la primera vez que lo veía sonreír de tal forma, tan cálido.
—No digas eso, seguro que otros alcanzan mi nivel de experiencia trabajando—, el hombre, mayor y medio calvo se notaba muy feliz, y tenía aires de presumir de sus logros—. ¿Donde la examinaremos? —«Rayos, ya me sentía acosada» La mirada del hombre me daba una sensación de incomodidad, tal vez porque siempre han sido mujeres las que me atendieron y examinaron.
—En la sala del living está bien—. Les mostró el camino a los cinco que estaban hay. Sacaron sus cosas y yo tomé asiento en el sillón.
Sacaron las agujas y mi respiración comenzó a fallar, estaba a punto de comenzar a hiperventilar. Con el tiempo empiezas a temerle a esas diminutas y filosas puntas, tanto que tu cuerpo comienza a temblar y los escalofríos atormentan tu cordura. Una de las enfermeras que estaba con el grupo se dio cuenta de mi pálido rostro y mis temblores evidentes, y sin causar sorpresa en mi, me tomo de las manos.
—Tranquila, tranquila —repitió, mientras miraba de reojo los artefactos que habían traído en sus maletas metálicas. Me hizo el clásico método de respirar y exhalar, de a poco los nervios fueron disminuyendo.
—Pobre, debe haber sido muy duro —escuche a los otros enfermeros susurrar entre ellos, pero no tenía que adivinar para saber que sentían pena por mi. Aún si hablaban en otro idioma, conocía esas miradas de pena.
—Te sacaremos un poco de sangre, y después te haremos algunos ejercicios—. La enfermera era demasiado linda conmigo. La misma, me coloco la goma y me pincho el brazo—, ¿Te duele? —coloco el tubito para que se llenará.
—He sentido cosas peores —ahora ella sostenía una mirada con empatía. A todo esto, solo observe como el tubito se llenaba con mi hermosa sangre.
Seguido a eso, me hicieron pruebas que duraron toda la tarde, nunca me habían hecho tantas pruebas en mi vida. Y pues, el señor Lee solo miraba, y hablaba con los enfermeros de vez en cuando.
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