En este momento mi mente no lograba asimilar nada. Fueron en esos pocos segundos en los que todo se movió tan rápido, tan fugaz, al ver como el guardaespaldas corría hacia los helechos, me quedé paralizada. Y por mi mente solo se cruzo una pregunta; ¿Qué estaba sucediendo?
—¡Señorita! —escuche su voz mientras se alejaba—, ¡Regrese a dentro! —Sin dudarlo me eché a correr sin reservas.
Aun que no lograba comprender que estaba sucediendo, me dispuse en llegara a la mansión. Recién era el primer día y mi vida ya era una montaña rusa, comenzaba a arrepentirme de mi decisión.
A medida que me alejaba logre mirar de soslayo la escena; un chico de apariencia joven era duramente arrastrado fuera de los helechos, para luego el guardaespaldas arrebatarle una cámara de las manos y sin dudarlo la hacerla añicos contra el piso, convirtiéndola en algo inservible.
Volví la vista al frente y entre a la mansión cerrando la puerta detrás de mi, así mismo intentaba calmar mi conmocionada respiración, mas me fue difícil, por lo que decidí tomar asiento en el sillón del living. Ahora estaba recordando las técnicas de respiración que los médicos me habían enseñado con el pasar de los años y las diferentes conmociones.
De a poco la calma volvió el oxigeno mas liviano permitiéndome el hacer de mi respiración mas fácil. Pero esa tranquilidad no iba a durar mucho tiempo, puesto que por la misma puerta por la que había pasado, ahora era abarrotada por un golpe y unos gritos de forcejeo.
—¡Suéltame! —Me encogí en el asiento y observe cuidadosamente la situación. De pronto, el sujeto anteriormente capturado estaba siendo sometido por el guardaespaldas, el cual, lo sostenía de ambos brazos, ambos detrás de la espalda—, ¡Que me sueltes!—. El chico lo miraba con furia y rabia.
—El señor Kris fue paciente con todos ustedes, pero siempre buscan la manera de entrar a la privacidad de su hogar. Sanguijuelas asquerosas—, hablo entre dientes y le sostuvo la mirada, asiendo de él con mas fuerza.
No obstante, el chico fijo la vista hacia mi y apretó los dientes en una sonrisa sádica, una que me exprimió el estomago y engendro una ominosa sensación. Rápidamente volteé la cabeza para así no tener que seguir viendo esa espeluznante sonrisa. Era demasiado para un día.
—¡Hey! —Su grito me sobresaltó—. ¿Es así como le gusta tratarnos? —Sus palabras captaron mi atención.
—¡Ya es suficiente! —Por los niveles de su voz denotaba que había colmado la paciencia de el guardaespaldas, quien lo zarandeo e hizo una leve reverencia en mi dirección—. Disculpe las molestias señorita—. Lo saco del pasillo perdiéndose detrás de el muro. Por último, escuché sus gritos antes de que lo sacará afuera.
En mi interior se esparcía lo atónito y desconcertante, ¿Todo esto fue por unas fotos? ¿De esto hablaba Kris? Automáticamente emití un suspiro espeso a la vez que sonreía con impotencia.
Paso un rato y el guardaespaldas regreso, dando entrada a su imagen que daba la sensación de estar con un oso, grande y tierno, expeliendo temor a sus víctimas, yo era una. Con lo que a mi respecta, venia hablando por teléfono, entro a la sala y me miró.
—Si señor, nos ocupamos de él—. No tenía que adivinar con quién estaba hablando—. Tal como nos dijo; borramos las fotos y destruimos la cámara. También lo examinamos, y no tenía ninguna cámara escondida—. Esperó y asintió. Por mi parte, me encontraba recostada sobre el sillón, abrazando un almohadón—. No se ve muy bien. Discúlpeme señor —desvíe la mirada hacia otro lado cuando cambio el idioma—. El señor Kris quiere hablar con usted—, me entrego el celular y espero en la otra punta del sillón.
—¿Era a esto a lo que se referías? —mi voz salió débil y afligida.
—Si —su voz tampoco se oía como antes, se oía apagado—. No debe preocuparse por lo que sucedió hoy. Debe estar algo conmocionada—, soltó un suspiro—. Pásame con Shon —estire la mano así arriba y el guardaespaldas sujeto el celular. Shon, así se llamaba.
—¿Si, señor? —Salió de la sala dejándome sola. Demasiadas locuras, olvidar lo que sucedió hoy será algo difícil. Me puse el almohadón debajo de la cabeza y me quedé mirando la pantalla del televisor, hasta que el sueño me fue ganando.
Mi visión fue pospuesta por la oscuridad de la noche, y para mi sorpresa ya me encontraba en la comodidad de mi cama, sin abstenerme de que ya era una hora avanzada me enderece y busque el celular, entre tanteos lo encontré permitiéndome así ver la hora; las dos de la mañana. Y no era que me iba desvelar pensando en quien me había traído a la cama, pues no me pareció importante. Cuando estoy dormida mi enfermedad tiene acción nula, por lo que solo sucede cuando estoy despierta, la razón…
Inexplicable.
Todo el ambiente estaba muy sereno, con un dulce eco de la ciudad en sus horas menos transitadas. Por otro lado, ya no podía seguir durmiendo pues al parecer mis fuerzas se habían regenerado, sin dudarlo me quite las frazadas de encima y me levante, para así poder salir de la habitación. A pesar de ser una hora avanzada una luz en el fondo del pasillo llamo por completo mi atención. ¿La oficina de Kris?
Estaba al final del pasillo y, mientras más me iba acercando más podía notar la luz. Abrí la puerta con cuidado y asomé la cabeza llenando mis corneas de una la luz tenue y un poco colonial. Además, dentro estaba lleno estantes con filas de libros, era como estar en una biblioteca con apariencia cilíndrica, de paso el lugar se sostenía en un balcón cerrado, con un hueco espacioso en el medio dejando a la vista el primer piso.
Sigilosamente me incliné al costado del balcón y mire hacia abajo, encontrándome con el señor Kris recostado sobre una silla posicionada detrás de un escritorio, tenía los ojos cerrados. Absorta de mi alrededor deslice los brazos lentamente y admire la vista inquisitivamente.
Bajo mi punto de vista llegué a la conclusión... De que se veía menos amenazante con los ojos cerrados. Ahora bien, estaba ignorando el solo hecho de que la puerta detrás mío se estaba cerrando, esta para mi sorpresa, dio un fuerte azote soltando un sonido no muy fuerte, pero audible en la habitación.
Cerré los ojos por reflejos y al abrirlos me clave en la mirada del señor Lee, quien ahora estaba despierto.
—La puerta… se cerró sola… —me rasque la cabeza nerviosa.
—No estaba durmiendo, solo descansaba la vista —asentí. Pero él no dejó de mirarme, ni por un segundo. Inconscientemente me mordí el labio inferior y baje las escaleras estrechas en forma de caracol. La parte de abajo también estaba llena de libros, pero también era sutilmente adornada por muebles rústicos—. ¿Tiene algo que decirme? —Al llegar abajo simplemente me mordí las uñas y negué.
—Solo… Ya no podré dormirme —inquirí una sonrisa nerviosa, y me senté en el sillón que quedaba enfrente, a pocos metros de él. Su mirada paso de mí a la computadora—. Todos estos libros, ¿Los a leído? —Señalé a mi alrededor con curiosidad. En cuando volví la vista me encontré con esos ojos observadores que me retorcieron las tripas, lenta y satisfactoriamente.
—No —desvió esas simples pero cautelosas perlas negras a la vez que seguía tecleando en la computadora—. Algunas son novelas y otras son simplemente históricos, o de economía—, me erguí para así poder acercarme a uno de los estantes. Hay que destacar que la fila de libros parecía interminable. Para resumir curioseé uno por uno hasta que me topé con el libro de El Principito. El cual saqué y le eché una ojeada. «Estaba en coreano».
—¿Todos los libros están en Hangul? —me volteo para mirarlo, pero él ya no estaba allí. De pronto, un libro se encimo sobre el que estaba sosteniendo.
—Este está en su idioma —su voz se asimilo a un susurro desganado muy cerca de mi oído, en definitiva su cuerpo estaba detrás del mío, mientras que su perfil se posicionaba a un costado, permitiéndome admirar sus facciones con mas detenimiento. Por ende, mi pecho se lleno de oxigeno sin la posibilidad de soltarlo otra vez—. Creo que este es el único, y hay algunos en inglés—, sus ojos lograron cruzarse con los míos por un segundo, luego camino de regreso a su escritorio y yo lo seguí de atrás, sentándome en el sillón.
—¿Siempre se duerme tarde? —Comenté. Él por su parte, se sentó y reposó la espalda sobre el espaldar.
—Sí, no es fácil dirigir una empresa.
Inflé mis mejillas, mientras asentía convencida. Era una pregunta muy obvia, ni siquiera sabia que responsabilidades conllevaba una empresa pero, estaba segura de que el tiempo era una de ellas.
—¿Cuánto tiempo lleva dirigiendo una empresa? —No era curiosidad solo quería derretir el silencio que nos acompañaba. Si despegar la mirada de la pantalla respondió;
—Ocho años… —bastante sorprendida, solté un “oh” con la boca—, pero en ArtGlow solo han sido seis años—. Sin querer tenia nuevamente su atención.
—¿Ocho y seis? ¿Tiene más de una empresa? —se cruzó de brazos al negarse con la cabeza.
—Mi empresa es ArtGlow y en la otra solo trabajo guiando un equipo para el marketing y finanzas.
—En una es dueño y en la otra trabaja, ¿Eso no es estar en doble bando? —Me estaba confundiendo.
—No cuando las dos empresas son familia —fijó el rostro hacia otro lado dando por sentado que ya no quería seguir hablando sobre el tema. Incluso su expresión se torno reacia y su voz sonó con amargura.
—Ya no lo distraigo —abrí el libro y me puse a leerlo.
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