Tardé unos segundos en darme cuenta de que estaba mirando ese par de ojos, como si se tratara de un par hermoso de obsidiana pulidas, tan brillantes que un cosquilleo extraño me acarició el estómago.
—¿Le comió la lengua el gato? —dice elevando una ceja crédula. Saliendo de mis pensamientos negué con la cabeza. Mis torpes pensamientos—. Retiren esto —le indica a una de las sirvientes que iba entrando, era bastante joven para ser una empleada.
Al parecer aquel florero se consideraba un estorbo para el señor Lee. Incluso no tenía que averiguar lo que había dicho, era muy fácil suponerlo.
—¿De que me quería hablar? —comente finalmente. Esperó a que la chica saliera y fijo su oscura mirada sobre mi.
—Quería saber si había leído las reglas —levanto un vaso con agua, que habían servido en algún momento, y le dio un sorbo—. Dejé que mis chef prepararán algo familiar para que se sienta cómoda. También mientras esté aquí recibirá clases de Hangul. No todos en la residencia pueden hablar con fluidez el inglés, puede resultar un poco intimidante. Lo más probable es que la evadan. Mi secretario Joon puede entenderla, si no me encuentra a mí puede buscarlo a él—. Su larga explicación me estaba mareando, además de que mis tripas querían gritar a los cuatro vientos; hambre.
—Supuse que debería aprender Hangul, estaba en el contrato—. Aún seguía fascinada por la decoración—. ¿Me enseñará usted… o un profesor? —las dudas me comían de la curiosidad.
—Eso ya lo veremos. Por el momento tengo mucho de lo que debo ocuparme y no me permito liberar tiempo—. Asentí estirando los labios en un mohín. Por una parte me sentí aliviada, pero por otra una extraña sensación de hastío me invadió, tendría que aprender un nuevo idioma—. Noto que no le gusta mucho la idea, si no quiere aprender no hay problema, pero tendrá que arreglárselas para comprender.
—No me estoy quejando… Solo estoy cansada y hambrienta—, no termine de murmurar que mi estomago decidió hacer su parte, soltando un potente gruñido de tripas. Automáticamente un calor abrazador me recorrió todo el cuerpo envolviendo mis mejillas en un rubor apreciable. En respuesta, se rasco la frente y se quedo callado, juzgándome con la mirada—. No se quedé en silencio, me da vergüenza… —me cubrir la cara con ambas manos, mis mejillas se manifestaban en fuego, y él simplemente se quedaba callado, «Que vergüenza».
—La comida estará en unos minutos. Por ahora será mejor que le expliqué cómo está compuesta la mansión—. Me quite las manos del rostro y lo escuché. Al menos era mejor que esperar en un silencio irritable e incómodo.
Me explicó que la mansión estaba rodeada de cercas y árboles, también por varias cámaras y guardias de vigilancia. Que la estructura de la casa estaba dividida, la parte de enfrente como una mansión antigua del siglo XIX y que la parte de atrás era más actual, del siglo XXI. Además que la mayor parte de la construcción era de materiales, como paredes de vidrios y pilares de cemento. En pocas palabras, la mansión era una obra de arte.
—¿Entonces está mansión fue construida por un famoso arquitecto? Es increíble, unir dos siglos que no tiene nada en común—. La comida ya había llegado y estaba deliciosa. Como era de esperarse no deje nada en el plato—. Si necesito hablar con usted, ¿Dónde puedo encontrarlo? ¿Me daría su número?—. Me mordí el labio inferior un poco avergonzada. Necesitaba su número por si ocurría algo, pero pedirlo así de la nada me resultó un poco incómodo.
—La mayoría de las veces estoy en mi oficina. Se la enseñaría en este momento, pero será para después. Ya es tarde. Respecto a mi número… —se enderezó, buscando en el bolsillo interior del traje. Entonces sacó un celular de color azul y lo depósito en la mesa, arrastrándolo lentamente hacia mi. «¿Compro un celular para mí?» Pensé—. Este es mi otro celular y no lo uso mucho, puede quedárselo, Ahí está agendado el número de Joon y el mío. Puede llamar a cualquiera de los dos.
“Pensé demasiado, ¿Verdad?” Levanté el teléfono y asentí. No pude retener un bostezo, mis ojos se sentían pesado y mi cuerpo igual.
—Gracias por la cena, estuvo deliciosa—, ya me sentía con pocas ganas así que mi voz salió pastosa y débil.
—Debe ir a descansar—, asentí y me refregué los ojos. Me puse de pie y acomode la silla.
—Que descanse —dije dudando y con timidez, no sabía si era cómodo o no para él escuchar esas palabras de mi. No lo mire, pero tampoco espere para oír su respuesta apresurándome a salí de la sala, yendo directo a mi habitación.
Dejé el celular sobre la cama y abrí la maleta y guardé todo. Estaba frita por el viaje, asique me cepille los dientes y me di un buen baño, para terminar en la camita. Por alguna razón, estar en una cama que no era la mía me producía perdida de sueño. A quien engañaba, estaba en un lugar que no conocía, con personas que no entendían mi idioma, esto iba a ser más complicado al parecer.
Para matar el tiempo me puse a examinar aquel celular, así que me metí a la galería. No había mucho, solo estaban las fotos que venían de fabrica y una de más, era el señor Kris reposando sobre un pilar: vestido de traje y miraba hacia el piso. No se podía entender su expresión del todo pues en la foto solo se podía admirar la mitad de su rostro.
¿Por qué se ve tan frío? La foto me daba un poco de tristeza. Apague la pantalla y deje el celular a un costado, de a poco el sueño me fue ganando.
Aquella mañana mi cuerpo actuó en mi contra, ni siquiera sabía que hora era pero si algo tenía claro era que no quería levantarme. Miré hacia la ventana, el cielo estaba gris e ideal para continuar durmiendo.
De pronto un pensamiento cruzó mi cabeza; Mamá. Ella no tenía ni idea de que había sucedido después de nuestra huida, de seguro estaba dando vuelta todo París buscándome. Saqué el celular de debajo de la almohada y marqué su número de memoria. Sonó dos veces y me mandó al buzón.
Lo intenté dos veces más, pero me volvió a suceder lo mismo. No era de extrañar, me escapé, sobrepasé su confianza. Estaba claro que no me iba a responder, ni siquiera a un número que no tenía agendado. Me sequé una lágrima que se apresuró a correr por mi mejilla y me levanté.
Me recogí el cabello en una coleta alta y baje, necesitaba un desayuno, pero primero debía encontrar la cocina o a el señor Lee. Tampoco era que me iba a poner a buscar comida por mi cuenta, que incómodo.
Antes de poder cruzar el living una figura sobre el sillón me detuvo de inmediato, ya no tenía que seguir buscándolo. Estaba dormido en el sillón con un brazo cubriéndole el rostro.
No di ni el siguiente paso que un siseo llamó mi atención. Me sorprendió ver a una señora mayor detrás de una puerta instándome a seguirla, se llevó una dedo a la boca antes de que pudiera responderle. En silencio llegué hasta donde estaba.
Como buena niña obedecí, la señora me llevo hasta la cocina y me sirvió el desayuno; un café con pastel de chocolate.
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