—Me mira como si conociera toda la historia. ¿Esta intentado acusarme de algo? —Eleve una ceja con suspicacia.
Se reclina en el espaldar y suspira en silencio, manteniendo una expresión impasible. Me sostiene la mirada como quien no tiene ninguna preocupación en la vida, hasta me fastidia, siendo entre los dos el único libre en todo esto. Obvio, unos movimientos de números y se lava las manos, lo he visto demasiadas veces en las películas como para no verlo venir.
No te cohíbas, me exijo mentalmente. No quiero asustarme, porque temo que esas sean sus intenciones, asustarme para aprovecharse de la situación. No me lo puedo permitir.
—Solo digo lo que me dicen, sin embargo… —Su voz salió desde el fondo de su garganta, gangoso. Carraspea—. Le daré la oportunidad de explicarse. Porque lo que los demás dicen me da igual, yo juzgare según logré convencerme.
¿Qué se cree?
Una gran parte de mi quiere refunfuñar igual que niña pequeña a la que están acusando sin pruebas convincentes. Pero, la otra parte logra sostenerla y calmarla. Siendo así… no debo perder la oportunidad, aún que no me agrade la idea, debo hacer un intento. En este lugar estoy desprotegida, ni mi madre o Max están aquí, aún así, no he olvidado lo que me enseñaron en todos estos años. Era como si me hubieran preparado para este preciso instante.
Tomo suficiente aire por la boca y lo suelto silenciosamente por la nariz.
—Ya le dije, le lleve el desayuno a mi tío. Y lo del baño… —desvíe la mirada avergonzada—. Solo dejé mis cosas porque me cansé de llevarlas. Pero… eso de seguro ya lo sabe.
—Me gusta que me miren a los ojos, señorita Blue—, me encrespo al oírlo pronunciar lo último, arrastrando las letras lentamente, sonando algo sensual para mí oído—. ¿Por qué no usó el ascensor? —Se cruzó de brazos exigiendo cierto poder.
—Si sabe mi apellido… supongo que debe conocer el estado en el que me encuentro—, digo sin una pizca de gracia. ¿Intenta encontrar algo en mi? Porque a este paso esta perdido.
Se levanta de la silla y rodea la camilla sin despegar sus ojos oscuros de mi, aún resulta inamovible, temerario. Se coloca a los pies de mi cama y levanta mi expediente.
—Corazón de Cristal… Suena inventado—, bufa y lanza la planilla sobre la cama sin interesa. Me da la espalda y enciende la televisión—. Pero los noticieros se vieron encantados con su historia.
Debajo estaban marcadas las seis de la mañana, ¿Son las seis de la mañana?
Joven agredida, decían los titulares.
En las noticias matutinas, noticias de último momento. La empresa Lee se arriesga a ser demandaba por agredir violentamente a una adolescente, exigiendo fuerza innecesaria sobre ella después de que se negara a subir al ascensor debido a su condición física.
En la pantalla se mostró a luz como sucedió todo, era el vídeo grabado de aparentemente un celular. Me veo en el suelo convulsionado. Luego a mi tío y por último al sujeto a mi lado, empuja hacia un lado a mi tío y me carga en brazos. Puedo ver cómo mis manos se agarran de su camisa con fuerza por puro reflejos.
—Nadie llamará a nadie, no es necesario—, dice culminando con una mirada desafiante, como si dijera con ella; estás muerto si lo haces. Todos lo estarán.
Los informes acusan al empresario Kris Lee por haberse llevado a la adolescente fuera de la escena. No sé tiene más información del suceso o qué sucedió con la joven. Por ahora está desaparecida.
Espera, ¿Qué?
Estaremos atentos con nueva información, si llegara ha verla, por favor llamen al número bajo la pantalla.
—Esto no tiene sentido—, susurro sin oxígeno en mis pulmones, si poder entender—. ¿Por qué me tiene aquí? ¿En donde rayos estoy? —digo casi en un grito.
Me mira de soslayo.
—Por precaución, aún estamos en ArtGlow, una sala especial solo para emergencias en el último piso.
Creí que el veinte era el último piso, me quedo boquiabierta sin poder entender nada. Al comprender que me había quedado más sin aire que de comprensión, continuó.
—Usted parecía un caso de emergencia y no hemos avisado más que ha su madre y tío que está aquí. No quiero ver una pila de reporteros en la puerta. Sin embargo, la Policía comenzará ha investigar su desaparición, así que se lo diré ahora—, se voltea afirmando ambas manos sobre el metal de los pies de la cama—. Hagamos un trato—, dice como probando la palabra y sopesando su significado.
La atención que dirigen sus ojos hacia mi me erizan la piel, son tan intensos y parecen más rasgados que almendrados.
—¿A qué… se refiere con… un trato? —dudo en mis palabras debido ha esa mirada que me seca la garganta. Tengo que volver ha beber algo de agua para recuperar la humedad, mi cuerpo se siente frágil y débil.
—Uno de mis empleados envío el vídeo a las televisivas—, su boca se convierte en una fina línea muy sutil. Yo trago saliva—, dudo que desmentir todo sea fácil si lo dice el dueño de la empresa… pero, si es la víctima quien desmiente está controversia, todo será más enriquecedor y admisible.
Sus palabras se vuelven un párrafo simple en mi mente que lentamente se trasforma en un laberinto que me deja más confundida que al principio, odio no comprender cuando lo amerita el momento. Desmentir, ¿Qué debo desmentir? ¿El secuestro? ¿La agresión? La segunda es real, recuerdo perfectamente como me empujó dentro del ascensor cuando le rogué “por favor” que no me subieran. Y como unos malditos me lanzaron dentro. Juro que de solo recordar la vena en mi cuello se predispone ha reventar.
—¿A qué se refiere con la verdad? —digo, elevando una ceja con cara de juez analista.
—Me refiero al accidente del ascensor, el secuestro, todo—, dicta cautelosamente, apartándose de el metal de la cama e iniciando un camino lento hacia la silla donde estuvo sentado anteriormente.
Como creí, al parecer mi cabecita no está demasiado mal.
Se sienta sin despegar sus ojos de mi.
—Pretende que mienta—, lo digo más para mi que para él, bajando la mirada hasta mis manos donde está esa pequeña pinza midiendo mi pulso. Me la arrancó del dedo y lo dejo a un lado, luego hago exactamente lo mismo con la intravenosa, gimo cuando sale de mi piel.
—¿Qué está haciendo? —oigo su claro tono áspero y autoritario.
—Necesito ver a mi madre—, lo miro sin ninguna intención de flaquear en mi determinada decisión.
No sé porque me arranqué la intravenosa, era cuestión de tiempo que mi paciencia se acabará. Me está pidiendo algo que ciertamente no tengo ni la más remota idea en qué decidir, necesito de alguien sabio y que sepa actuar sobre situaciones como estás, y no se me ocurre nadie más que mi madre. Él dijo que ella sabía, por lo que debe estar por llegar. Y si no me veré obligada ha exigir que me lleve ha mi casa, de lo contrario gritaré hasta que se canse.
Ceñudo se mantiene reflexionando en mi sugerencia dejándome admirar sus delicadas facciones.
—Su madre llegará en algún momento, por ahora quedarse en reposo es lo mejor.
—¿Lo mejor? —reí por lo bajo más desquiciada que feliz—. ¿Con usted aquí conmigo? No lo conozco. Ni siquiera se si está diciendo la verdad—, aparté las sábanas rápidamente y me preparé para abandonar la cama. En cuanto toqué el piso con los pies me desbalancee y mis piernas flaquearon.
Me vi enredada entre sus brazos cuando mi cuerpo se fue hacia delante, mis manos se clavan sobre su regazo, mareada. Inminentemente el aroma de su perfume me rodea como si se hubiera puesto de acuerdo con el calor que su cuerpo desprendía. Sorprendida, mi respiración golpea su cuerpo y soy testigo de cómo sus músculos se contraen y su delicada mandíbula adquiere un fino tirón de piel que resalta el filo de esta. Intento alejarme siendo consciente de que su piel está a sólo milímetros de tocarme, de causarme ese inmenso dolor que tanto temo, pero sus manos sobre mi cintura me sostienen con fuerza. Lo miro y el me mira con esos ojos oscuros delineados con esas oscuras pero cortas pestañas.
—Necesita descansar—, su voz es un susurro gutural que me estremece. Se levanta lentamente de la silla y con extrema delicadeza me sienta sobre la cama como si fuera la muñequita de cristal a la que quiere cuidar—. Cuando haya descansado bien, podremos hablar.
Mi cuerpo no reaccionó en ningún momento cuando me ayudó a subir las piernas en la camilla y me cubrió con una fina sábana blanca. Es cuando mi mente comienza ha trabajar a mil por hora, ¿Qué pasó?
Su mirada se mantiene directa e impasible sobre los míos ¿A caso está leyendo mis pensamientos?
—Su dosis no está completa—, me dice refiriéndose al suero—. De seguro aún está algo sedada—, afirma las manos a los costados de mi cuerpo reposando su cuerpo, a la vez qué inspeccionando mi rostro con extrema atención. Se inclina frunciendo levemente el ceño como sí aparte de inspeccionármelo me lo estuviera admirando, cada sección de mi rostro. Esta demasiado cerca, lo suficiente como para paralizarme. Su rostro queda ha centímetros de mi rostro. Puedo sentir el aroma de su aliento dulce y cálido.
—¿Qué está haciendo? —Le digo intentando ocultar el temblor en mi voz, fallo.
—Su rostro ya no está inflamado—, susurra—. No me creo que una mujer tan bonita no haya sido tocada por ningún hombre—, los músculos de mi vientre se contraen. ¿Qué dijo? La fina línea de sus labios se traza en una disimulada media sonrisa.
—¿Qué? —No sé si estoy pálida o sonrojada, sea lo que sea se ve interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose con un fuerte azote que nos hace voltear en la misma dirección.
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