ARTGLOW

—Debes saber que está no fue una decisión fácil—, se mordió la uña del pulgar intranquila. Definitivamente no estaba siendo nada fácil para ella—. Creo que debo replanteármelo una vez más.

Solté una risita meliflua, tenía que comportarse como toda una madre neurótica que está a punto de dejar a su hija en el mundo exterior, sino no sería ella.

—Tranquila, solo voy a dejarle la lonchera en recepción y volveré sin un rasguño—, dije, intentando de cercarme el cabello después de una exquisita ducha—. Te lo prometo—, reí dejando atrás la toalla para poder peinarme.

No me lo creo que yo haya aceptado, estoy aterrada y emocionada, un mar de emociones que no me permitían borrar la sonrisa en mi rostro, forzándome a no demostrarlo abiertamente.

Mi cabello castaño claro me llegaba hasta los hombros causando que las puntas humedecieran la camiseta blanca, peor aún cuando me pasé el peine, asique me lo levanté y recogí en una coleta torcida dejando algunos mechones sueltos sobre mi frente. Me puse unos jeans azul oscuro junto con mis Supreme favoritas holográficas, y como abrigo una blusa con cuello alto y una campera bastante abrigada.

Estando a finales de otoño prefería tomarme las medidas necesarias para correr el menor peligro posible, pese a eso el clima comenzaba ha ser más agradable con forme pasan los días. Pero debía abrigarme para que mi piel estuviera segura.

Me miré en el enorme espejo cuadrado que reposaba al lado de la puerta, no me veía mal. Humecté mi piel y me puse algunos brillitos sobre los párpados, nada exagerado y bastante neutro. Mi madre al igual que un oficial de policía vigilaba cada movimiento que hacia, en un momento se colocó detrás de mi y me tomo de los hombros intentando de sonreír lo menos preocupada posible.

—¿Podrías no ir? Llamaré a un servicio.

—Mama, estoy bien—, acaricié sus manos sin despegar mi vista de sus ojos a través del espejo, le regalé una sonrisa.

—¿Sabes cómo llegar?

—Por supuesto, quien no conoce a la Empresa ArtGlow, además llevo mi celular para llamarte cada cinco minutos—, reí sacándole una sonrisa serena, pero sin dejar de estar preocupada—. Usaré el GPS por si acaso ¿Eso te tranquiliza? Estaré bien.

—Mientras estés a fuera nada me tranquiliza—, sus manos cayeron a sus costados, a la misma vez que su semblante entristecía.

Se apartó e inició un camino hacia la cama donde se sentó exhalando su suspiro descontento. Si había algo que no me gustaba era oírla suspirar, era su clásica táctica para retraer mis decisiones, solo qué esta vez no iba ha ser lo mismo. Ya no podía seguir ocultándome de la realidad, al menos no de la que ella quiere. No iré a universidad, pero al menos quiero salir por mi misma.

La seguí en silencio tomando lugar a su lado, manteniéndome lo mas accesible posible con una suave sonrisa, aun cuando sabia que ni la mas legitima sonrisa calmarían todas la preocupación con la que ella cargaba encima. Sujeté su mano la cual, estaba envuelta en un puño sobre su regazo, relajándola lentamente hasta que la volteo y enredo sus dedos con los míos.

—Todo va ha estar bien, te lo prometo.

—Por favor ten cuidado florcita, si algo te llegará a pasar… moriría—. Su voz temblorosa me enterneció, me coloqué de rodillas sobre la cama y la abracé de costado, con mucha fuerza.

—Yo también moriría si algo te pasara. Tu también cuídate hoy en la oficina.

Me enrollo entre sus brazos estrechando el abrazo con los misma firmeza provocándonos un quejido a la misma vez, terminado por inundar la habitación con risas naturales sin dejar de lado preocupación alguna.

Mi madre trabajaba en una pequeña oficina archivando productos de belleza y otras cositas en línea, su trabajo no presentaba ningún tipo de peligro.

Preparé lo ultimo que me faltaba y me paré frente a la puerta con mi madre detrás, a la espera de mi partida al igual que niña que se va por primera vez a la escuela. Tenia todo; mi cartera ceñida al hombro, el almuerzo de mi tío en la mano y una ansias irrompibles por iniciar esta travesía.

En ese momento que mi mano se ciñó al mango plateado de la puerta mi corazón recibió un choque eléctrico que invadió mi cuerpo de cosquillas profundas imposibles de contener, me giré sobre mis talones y corrí hacia mi madre envolviéndola en un súper abrazo que duro segundos, pero que parecieron horas.

Estaba atemorizada pero feliz de poder hacer esto por mi cuenta, sin embargo esa extraña sensación de inseguridad estaba clavada sobre mi pecho. Puesto que las ansias eran mas grandes que el miedo, me aparte y abrí la puerta recibiendo la fresca brisa otoñal, -que debo admitir no ayudó-, tensó cada extremo de mi cuerpo.

—No vemos ma.

Cerré los ojos por un segundo, superando en silencio para dejar en la entrada cualquier huella que me hiciera arrepentirme. Un vez logrado inicie el camino hacia la empresa.

—Nos vemos Flor de loto. Cuídate mucho —dijo a mis espaldas.

Las calles estaban adornadas por una delicada humedad, sombras y hojas en tonos ocres que embellecían la ciudad. Lo primero que noté fue que las calles estaban algo llenas de personas como siempre, muchos turistas sabían elegir estas fechas por los hermosos colores que adornaban la ciudad.

Vivíamos en la parte mas moderna de la ciudad a kilómetros de la torre Eiffel que era donde se encontraban las construcciones mas antiguas y clásicas de la cultura parisiense. Al parecer el día se preparaba para recibir sus húmedas lluvias, el cielo estaba cubierto por nubes grises y oscuras.

Me apresuré a cruzar las seis cuadras de edificios para poder llegar a la multinacional Lee, que deleitaron mis ojos en cuanto lo vi. Era bastante grande, un enorme edificio de veinte plantas, una belleza arquitectónica, todo de vidrios negros y metal que reflejaban la ciudad como un espejo impecable. En la parte superior de las puertas acristalada estaba el notable cartel en un color plateado con el nombre de la empresa; ARTGLOW.

Sabia por mi tío que la empresa se encargaba de invertir en arte de todo tipo, aunque nunca me especifica cual es su trabajo, se que esta en el piso veinte en la sección de archivos.

Mientras admiraba el edificio desde abajo hacia arriba, una gotita perdida me cayó en la mejilla ejecutando en mi consciente que estaba comenzando a llover. Sin pensármelo demasiado me apresure a cruzar la enorme puerta de cristal que se abrió con sensor de movimiento.

Valla que la primera impresión siempre es la que cuenta, y si no te habías sorprendido con la delicada y bella arquitectura del edificio, el interior te dejaba boquiabierta.

Lo primero que te deslumbraba era la esplendor del blanco pulcro que los pisos y paredes albergaban, sin contra los hermosos carteles que colgaban del techo con obras de arte llenas de vida y colores. Incluso alcancé a ver un cartel que decía “Galería” a un costado del pasillo que te llevaba hacia los ascensores, antes de que el carraspeo delicado y femenino me sacara de mi inmersa exploración visual.

—Excusez moi mademoiselle. ¿En qué la puedo ayudar? —la recepcionista captó mi atención de inmediato.

—Bonjour—, sonreí acortado la distancia—. Quería dejar un almuerzo a uno de los empleados del piso veinte.

Levanté la bolsita con la lonchera en su interior ganándome una expresión desconcertada de parte de la chica delgada de lacios mechones dorados y ojos deslumbrantemente verdes grisáceos. ´

—Bien, déjeme hacer una llamada. Une seconde—, declaró con una sonrisa levantando el teléfono y marcando solo un número. La oí susurrar sobre mi propósito, seguido de eso me observó atentamente como si lo que le dijeran fuera muy importante—. ¿Podría saber su nombre?

—Eh… sí. Katy… Katy Blue.

Dijo mi nombre por el micrófono del teléfono y asintió, al igual que harías si estuviera frente a la persona con la que hablaba.

—Bien. Me informan que Víctor Blue no puede bajar en este momento, pero puede subir para dejarle el almuerzo y bajar.

Unió sus manos bajo su abdomen con cortesía sin dejar de lado esa amplia y reluciente sonrisa que se veía decidida ha mantener.

—Ok… —dije tratando de sonar lo menos extrañada posible, eso era muy raro, creí que no se podía hacer ese tipo de cosas.

—Piso veinte, sección archivos—, notó en un papelito de notas amarilla. Lo sujeté pero ella no lo soltó al instante, la miré dudosa—. Passez une bonne journée.

*Que tenga un excelente día

—Merci—, dije forzando una sonrisa serena.

De verdad que la incomodidad que me transmitió fue realmente horrible. ¿Por qué tanta cordialidad? Casi me dan náuseas por los nervios que se clavaron en mi vientre desfibrilando una extraña electricidad que navego toda mi espada, dejando a su paso un inusual y efímero tiriteo.

Soltó la nota y me dejó avanzar hacia el pasillo custodiado por un guardia de seguridad, detrás de él se encontraba el pasillo hacia los ascensores —Que obviamente no iba a usar—, y de seguro, las escaleras de emergencia. En mi caminar observé de soslayo atisbando que la chica aún seguía observándome, sentí su mirada perforándome desde la espalda hasta el pecho.

Volviendo la vista al frente, suspiré en silencio tratando de calmar mis inusuales nervios. Antes de cruzar por al lado del alto sujetó uniformado, que se notaba bastante dispuesto a detenerme, la chica de recepción le hizo señales para que me dejara pasar, a lo cual él obedeció de inmediato.

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