Capítulo XII

¡Es increíble!

Al día siguiente…

Annelise L'ouvrier.

Tal como pensé hoy, es un día desastroso: los empleados moviéndose de un lugar a otro, mi madre preparando la decoración, nosotras trabajando en la empresa, después revisando los cargamentos que tienen que ser enviados, todo es un caos.

Subí a mi habitación para alistarme y estar lista en media hora. Me estoy muriendo de cansancio, llevo en esa tarea desde que ingresé y no he tenido éxito de encontrar un simple vestido.

Para rematar, tocan mi puerta.

— ¡Adelante! — grité desde el baño.

—Hermana, pero ¿qué pasó aquí?, porque tanta ropa desordenada — la observo mejor.

Está hermosa con ese vestido rojo, corte trompeta, manga larga con escote en V, resalta muy bien su figura, ella voltea a verme.

— Ya sé qué pasó, y te voy a ayudar — dice con una sonrisa.

— Por fin una buena noticia he escuchado hoy — se ríe.

La dejo que escoja a su gusto, mientras yo me maquillo. Usé colores tierra para resaltar mis ojos, y no podía faltar mi labial rojo.

— ¿Cómo es posible que no pueda escoger ninguno? Todos son hermosos, entiendo por qué estas, así — me mira frustrada.

— Tranquila, revisemos otra vez.

Asiente y buscamos entre la montaña de vestidos.

—¿Te acuerdas de que cuando fuimos a Madrid con Grace, compramos muchos vestidos? Quisiera ir justo ahora — es cierto, cómo se me pudo olvidar —. Annelise ¿qué estás buscando?

Empiezo a revisar el clóset hasta que lo encontré.

— ¡Lo encontré! ¿Qué te parece? —Su cara de asombro lo dice todo.

Al mencionar el viaje recordé un vestido que me encantó apenas lo vi, es de color azul la copa era en forma de corazón, ajustado hasta la cintura, falda larga acampada hasta después de la rodilla, con polvo de diamantes que hacía que se viera como las estrellas en la noche oscura, un sueño total y el indicado.

— ¡Es increíble! ¿Por eso lo habías escondido de mi verdad?

Reímos hasta que la puerta se abre.

— ¡O por Dios! Todavía no están listas, ya llegaron. —Regañó con molestia.

Mi madre se veía espectacular, llevaba un vestido de color vino ceñido al cuerpo que hace resaltar su piel dorada, un escote recto, manga corta, su cabello peinado de medio lado y maquillaje neutro.

— ¡Estás impactante! ¿Cómo me hubiera gustado tener ese color de piel? — le digo sincera.

— Yo también — lanzamos un suspiro al mismo tiempo.

— Bueno, ustedes también se ven hermosas, pero ya muévanse, iré a recibirlos, después vengo para que bajen a la sala — dice retirándose.

Vanessa sigue su ejemplo porque no se había terminado de arreglar.

Por mi parte, me coloqué el vestido, hice algunos rizos a mi cabello y lo dejé caer en forma de cascada por mi espalda, además de escoger un collar de diamantes rosas y pendientes a juego. No podía faltar el anillo de una corona con un rubí en el centro, que nos representa a los L'ouvrier.

Mi padre me lo heredó al morir para que fuera la líder. Vanessa tiene un igual que era el de mi madre, la única diferencia es que el centro de la corona es de esmeralda, juntas somos intocables.

Cuando ya estaba lista, entró Vanessa a mi habitación. Traía su cabello recogido en un moño alto con algunos mechones sueltos que enmarcaban su rostro, el maquillaje igual al mío, solo que sus labios estaban pintados de rosa.

— Cómo diría Grace, estás matadora.

— Estás Matadora.

Hablamos al mismo tiempo y nos ponemos a reír, en eso llega nuestra madre diciendo que ya es hora de bajar.

— ¿Lista? — me preguntó.

— Sí, vamos — le dedicó una sonrisa y salimos de la habitación.

Al bajar las escaleras, vemos a un señor elegante y dos jóvenes. Casi no pude verlos bien, pero cuando lo hago no lo podía creer. Uno de ellos era el imbécil que casi me atropella.

Es un D'Angelo, vaya sorpresa, vestía un traje completamente negro, se veía increíble. Su mirada se conecta con la mía, siento una presión en mi brazo y observo a Vanessa, la cual me susurra.

— Annelise él es de quien te hablé — ¿Qué? ¿Él y ella…? —. No es el de traje negro, sino el que tiene traje azul — me aclaró. Al ver mi cara de asombro, tiene que ser una broma.