Para cuando tenía tres, mis padres ya se habían separado, mi madre trabaja para mantenernos porque para variar resultó ser un clásico hombre que dice “voy por los cigarros y nunca regresa” en fin, vivíamos en una casa pequeña de tres habitaciones, mi madre ocupaba una, mis hermanos otra, mi hermana y yo la última, la casa contaba con un solo baño y una cocina con sala comedor, eso era lo único que podía pagar mi madre y así éramos felices o al menos eso creía yo hasta que una noche voy hacia la habitación y me acuesto en mi cama color rosa y blanco con dibujos de conejitos me siento segura porque mi hermana se encuentra en la cama al lado de la mía, su cama también es color rosa, pero no tiene los mismos dibujos que los míos, la de ella es más seria, pero eso no me impide ser feliz brincando en ella, ni mi hermana me lo impide, esa noche no brinque en su cama pues tenía mucho sueño, ya que estuve jugando todo el día con mis primas por lo que no tardo en quedarme profundamente dormida y tener un sueño extraño llego a mí, me veo de pie en una calle solitaria hacia frío pues era enero y aún no pasaba el invierno la ropa que traía era con la que me había dormido, una pijama de pantalón y camisa de franela con figuras de lunas y conejos y, como les comenté tenía mucho frío y aún así estaba caminando descalza en esa calle hasta que vi dos luces dirigiéndose hacia mí, era una camioneta pequeña tipo de carga de media tonelada y en ella tres hombres al conductor lo vi una vez en las fotografías de mi madre.
Dentro de la camioneta el conductor de nombre David, ven eso es una niña o es mi imaginación los otros dos hombres de nombre Jim y Noe, si es una niña, que hace caminando sola en esta calle, debes frenar David.
David: No responden los frenos, toca el claxon, pero la niña sigue caminando.
Los tres hombres gritando desde el interior, Niña hazte a un lado.
David ya desesperado porque los frenos no funcionan decide girar el volante haciendo que se estrelle en la entrada de una casa, a los pocos minutos llega una ambulancia y se lleva a dos de los tres hombres debido a sus heridas, el conductor David se encuentra de pie al lado de Angélique viendo como sacan su cuerpo ya sin vida.
Angélique: Tío David, creo que llego tu hora de partir, señalando hacia un joven de piel blanca y con traje gris.
David: ¿tú eres la muerte?
Muerte: Sí, he venido por ti, esa pequeña te acompañará hasta el inicio del puente.
Los tres se dirigen hacia el puente y Angélique ve a David, le da un beso y le desea la mejor de las suertes, la muerte le indica el camino que debe recorrer.
Muerte: Una vez que inicies no hay regreso, debes seguir hasta el final.
David: y cuál es el final, que me espera al final.
Muerte: No lo sé, unos regresan y tienen otro inicio, otros se quedan varados.
David da las gracias e comienza el recorrido, al girar hacia atrás el camino va desapareciendo mientras se dice a sí mismo espero poder regresar y que mi siguiente vida sea muy feliz como lo fue esta.
Por otro lado, en la entrada del puente la muerte se gira hacia la niña.
Muerte: Cómo es posible que tú puedas verme.
Angélique: No lo sé.
Muerte: Está muerta
Angélique: No, simplemente estoy durmiendo en mi habitación.
Muerte: No me tienes miedo.
Angélique: Lo que tengo es frío, pero no miedo, creo que es hora de que regrese a mi habitación, extiende la mano en señal de amistad y es tomada por la muerte ambos sienten una extraña descarga eléctrica, nos volveremos a ver, se sueltan de las manos.
La Muerte se gira, te llevo a dónde te encontré, al no recibir respuesta voltea hacia donde estaba la niña y no la encuentra
Por la madrugada me despierto al escuchar sonar el teléfono de casa, voy hacia la cama de mi hermana y le digo que está sonando el teléfono, ella responde y solicitan hablar con mi madre Alice.
Alondra: Mamá, te llaman por teléfono.
Alice: Gracias Alondra, ya contesto.
Alice toma el teléfono y responde
Persona: Usted es la Señora Alice, hermana de David
Alice: Si dígame.
Persona: Hubo un accidente y él no sobrevivió, podría por favor venir a reconocer el cuerpo al Hospital ZZZ.
Alice: en un momento salgo para allá.
En el momento en que Alice tomó asiento en uno de los sillones que tenía y comenzó a llorar mientras todos sus hijos la observábamos, todos se acercaron a ella intentando consolarla, no sabía que decir, me sentía la peor de las hijas, pero díganme que podría decir, perdón mamá por asesinar a tu hermano, si así me sentía una asesina, en realidad no quería matar a nadie simplemente no entendía que era lo que hacía yo en esa calle, corrí a abrazarla y le decía perdón mamá, perdón, unos días después salió el resultado de la investigación y dijeron que de no haber girado en ese momento el volante, habrían caído por el barranco y fallecido los tres en lugar de solamente uno, hasta ese momento mi culpabilidad disminuyo un poco, pero intenté no volver a hacer lo mismo, cuando soñaba y aparecía en algún lugar me limitaba a ver lo que pasaba y me escondía hasta ver que la persona fallecida se iba con la muerte, no tenía miedo de la muerte, eso era seguro; sin embargo, a lo que le temía era sentirme con culpa, quizá unos años más tarde pueda volverme a sentir bien para enfrentar eso, pero a los tres años no, y así pasaron los meses y años en ese tiempo vi partir a muchas personas, la mayoría no las conocía o solamente los había visto una o dos veces, muchas de ellas aparecían en los diarios como asesinadas, accidentes en fin lo que se puedan imaginar, todo eso ya lo había vivido a una corta edad y lo peor es que no podía contarle a nadie.
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