Capítulo 10. Boda.

Al día siguiente, llegó un decreto del palacio. Decía que debido a mi matrimonio con el tercer príncipe, necesitaba irme a vivir al palacio y aprender las etiquetas hasta el día en que me case. La intención del emperador era muy clara. Mientras viviera en el palacio, él no debería tener miedo de que el padre hiciera algo contra él cuando estuviera afuera luchando contra los rebeldes. Porque si el padre hiciera algo, el primero en morir sería yo. Que plan perfecto.

Después de que se fue el eunuco que entregó el decreto, entré en la habitación del padre. Se quedó mirando el decreto, su expresión ilegible. Me puse en cuclillas junto a su cama y susurré: “Padre, si todavía estás vivo, el emperador no me hará nada. Así que tienes que cuidar bien tu cuerpo, vivir una vida larga y molestar al emperador hasta la muerte”.

El padre suspiró ruidosamente. Levantó su mano marchita y la colocó suavemente sobre mi cabeza, tocándome como cuando era niña.

"Nuestra Nubia también ha crecido".

Acompañé en silencio al padre durante un tiempo hasta que no pudo soportarlo más y se quedó dormido con cansancio. Solo entonces dejé la mansión. Me subí al carruaje rojo y entré en el palacio.

No pude ver al emperador. El jefe de los eunucos me llevó a una habitación vacía para concubinas. Al otro lado de la pared debe estar el palacio frío porque todas las noches podía escuchar los sollozos de una mujer. La encontré llorando hermosa, como una canción de cuna. Todas las noches dormía muy profundamente mientras la escuchaba llorar.

Los días en el palacio fueron aburridos, pero pasaron rápido. Era como cuando estaba en el templo del Destino. Entonces, solo me preocupaba cómo podría permitirme un buen vino y me lamentaba por el tacaño Luka. Ahora, sin embargo, mi mente siempre regresaba a esa noche nevada cuando Axel me propuso matrimonio. Me sonrojé.

Se acercaba el día de la boda. En la entrada de mi lugar, patrullaban más guardias. Por la noche, ya no podía escuchar los sollozos de la mujer. Solo se oía el sonido de los pasos del guardia, lo que me deprimió más que cuando estaba en el norte.

Era una noche de nieve otra vez. No podía dormir, así que me puse algo de ropa y caminé hacia la ventana. Abrí la ventana y vi por casualidad a un hombre de negro que desmayaba a los guardias.

Parpadeé. La figura de ese hombre me resultaba terriblemente familiar.

"Oye…"

Acababa de abrir la boca cuando el hombre de negro se volvió reflexivamente hacia la ventana. Extendió su mano y me tapó la boca.

"Silencio."

Su rostro estaba cubierto con un paño negro, por lo que el sonido fue un poco amortiguado, pero lo conocía desde hace más de diez años, ¿cómo no reconocerlo?

Escuchó por un momento y luego se quitó la tela negra que cubría su rostro. Un par de pupilas negras reflejaron la nieve.

"Nubia, soy yo".

Palmeé sus manos para indicar que podía soltarse.

"Es, lo sé".

Axel realmente ya no quería su vida. Era un líder rebelde; ¿Cómo podría colarse silenciosamente en el palacio?

No dudé y extendí mi mano. Apreté su mejilla muy fuerte. Su cara se puso roja por el dolor.

Hizo algunos sonidos de sisi de dolor, pero no apartó mi mano. Solo dijo: " Nubia, duele".

"Axel".

Lo miré por un momento antes de decir: "¿Ya no quieres vivir?"

También me miró y dijo: “Sí, pero también te quiero a ti”.

Era obviamente una oración indecente, pero viniendo de él, no escuché ningún significado indecente. Se sentía como un niño lleno de energía positiva, jurando que estudiaría mucho.

Me quedé en silencio, por lo que Axel dijo: "No es que haya perdido la cabeza, ni es que nadie haya tratado de desanimarme...".

Él se detuvo por un momento. Parecía que estaba recordando algunas cosas terribles. Bajó los ojos ligeramente y continuó: "Pero cuando escuché que te habían secuestrado..."

“Nadie me secuestró”, lo interrumpí. Con una voz fría y clara, le dije: “Te dejé una carta. Estaba dispuesto a volver”.

Axel no me miró y continuó diciendo: "Los soldados en la puerta me dijeron que te fuiste en el hombro de alguien y que te trataron con rudeza..."

Al verlo con una mirada tan indefensa, no me atreví a ser despiadado. Inhalé profundamente el aire frío y dije: “Axel, te dejé una carta. Sabías que me fui voluntariamente.

Sus labios temblaban como si quisiera refutarme, pero por mí y por sí mismo, trató de ocultarlo. Al final, se quedó en silencio. Curvó los labios y sonrió sin rastro de humor en los ojos. Él dijo: "Nubia, no siempre necesitas ser tan honesto".

"Regresa. Protégete bien.”

"¿Por qué?"

Se paró fuera de la ventana y miró al suelo.

"Conociéndonos durante dieciséis años, acompañándonos en la vida y la muerte durante cinco años... Nubia, sé que debes tener una razón".

¿Cómo podría decirle? ¿Qué padre hizo ese año fue autoprotección? ¿Lo abandoné por mi padre, el asesino de su padre?.

Viviendo juntos durante cinco años en el norte, no habíamos mencionado una palabra del pasado. Porque en esta vida, mi sangre y su odio fueron la fricción más mortal entre nosotros.

Yo también curvé mis labios y sonreí. Hice una apariencia impotente y dije: "Axel, no me amas como mujer".

Axel vaciló. Lentamente, su rostro se puso verde. Apretó los dientes y dijo: “Nubia, incluso en este momento no quieres abrirte a mí. ¡Todavía no me crees!”

Afuera, escuché muchos pasos que venían. Mi corazón se apretó. Insté a Axel a que se fuera. Axel me miró por un momento con una cara llena de decepción. Finalmente, se volvió y reunió algo de energía interna. Desapareció en la oscuridad.

Justo cuando se iba, llegaron los guardias imperiales. Vieron a los guardias tirados en el suelo. Uno de ellos se acercó a la ventana y preguntó: "¿Dónde está el rebelde?"

"¿Rebelde?"

Bostecé.

“No vi a nadie”.

"¿Por qué están todos los guardias en el suelo?"

Levanté una ceja y gruñí. “Estaba durmiendo como un hombre muerto. El sonido de la pelea me despertó”.

El jefe frunció el ceño antes de apenas inclinarse ante mí y dijo: "Señorita, le pido perdón, pero me ordenaron buscar al intruso".

Terminó su frase sin mirarme. Saludó a los otros guardias y gritó: “¡Busca!

Abrieron mi puerta a patadas y convirtieron el lugar donde dormía en un desastre.

Los miré con frialdad cuando se fueron sin encontrar a nadie.

Cerré la puerta, arreglé la cama y me acosté sobre ella. Mi mente seguía volviendo a las palabras que dijo Axel antes de irse. ¿Abrirme? ¿Cree en él? Este mocoso había crecido y seguía diciendo mierda que nadie entendía.

Abracé la manta con fuerza y le di algunos golpes. ¡El dolor de la pequeña esposa finalmente había aparecido!

Casi podía ver el rostro barbudo del emperador temblando de risa. En mi corazón, esperaba que el caballo de barro aplastara la cara del emperador. Mientras golpeaba la manta, me reía en mi corazón. ¡Ya habías visto suficiente, visto suficiente, visto suficiente!.

Independientemente de lo enredado que estaba mi corazón en los siguientes días, finalmente, había llegado el día del matrimonio. Un carruaje rojo me esperaba afuera. Una criada me ayudó a maquillarme mucho, algo que nunca antes había hecho. También me puso una pesada corona de fénix. Me puse la ropa más hermosa que jamás había usado en esta vida para casarme con un hombre cuyo rostro nunca había visto. Se dijo que la mente de este hombre tenía un pequeño problema...

El tercer príncipe era el mayor entre los hijos vivos del emperador. A pesar de que estaba enfermo, como alguien de la familia real, aún se requería una gran ceremonia.

Mi esposo vendría a buscarme a la puerta del palacio. Él montaba un gran caballo y yo estaba sentado en un gran carruaje, recorriendo la mitad de la capital, subiendo al escenario, declarando al mundo y haciendo una ofrenda a los antepasados.

El yo que estaba sentado en el carruaje, cubierto con un aburrido velo rojo, escuchaba los cascos de los caballos. De repente, tuve un sentimiento inexplicable en mi corazón.

Desde el comienzo de esta vida, sabía que algún día habría un día como este, sin embargo, siempre había pensado que el hombre de afuera sería Axel. Siempre me había rebelado contra eso, pero ahora estaba aún más insatisfecho con la situación.

Tenía muchas ganas de... estirar una pierna para dejar que el hombre cayera del caballo.

Al final, contuve este impulso. Hasta que el carruaje rojo se detuvo y se abrió la cortina del carruaje. La mano de un hombre apareció bajo el velo. Mirando este par de manos finas y blancas, de repente pensé en la noche en que Axel estaba parado afuera de la ventana, cubriendo mi boca con su mano. Sus manos estaban frías y se sentían ásperas. Ese niño nació con una vida tan preciosa como la del príncipe, pero había sufrido tanto dolor.

Contuve los sentimientos en mi corazón y sostuve su mano. El velo rojo bloqueó mi vista. Solo podía ver mis pies en el suelo. El hombre a mi lado me abrazó y siguió preguntando: “¿Cómo se llama la esposa, ah? Oh, es Nubia, la hija del primer ministro Artur. ¿Cuál es la edad de la esposa, ah? Oh, la edad de la esposa es un poco mayor, ya tiene veinte años. ¿Esposa no quiere casarse? Oh, no puedo hacer esta pregunta, jeje.”

Sentí que su mente realmente no era tan buena.

"Escalera", gritó el tercer príncipe después de unos pocos pasos. “¿Cómo subo una escalera? Oh, la escalera hay que subirla paso a paso. Arriba está el escenario, hay que ser serio”.

Mi boca se torció. Dejé que me guiara lentamente. Después del último paso en la escalera, caminó tres pasos y preguntó: “¿Qué debo hacer? Oh, inclínate ante el cielo, inclínate ante los antepasados, inclínate ante los padres”.

Definitivamente no quería molestarme con él, así que lo dejé guiarme como un cadáver.

“ ¿cómo es que el primer ministro no está aquí? Oh, el primer ministro murió anoche en su casa".

Un sentimiento frío entró en mi corazón. No me importó y rasgué el velo de mi cabeza. Tampoco me importaba el lugar. Agarré la ropa del tercer príncipe y le pregunté con severidad: "¿Qué dijiste?"

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