El guardián

Desde la terraza tengo una vista amplia de varias playas. Sé que han pasado 20 años desde que ella fue enviada a la tierra, pero va a volver, lo sé, mi padre me enseñó eso. Una sirena siempre regresa al mar. Lo mismo le pasó a su madre.

- No se cómo voy a reconocerla padre. Le grito al horizonte, cansado y abatido, todas las noches es lo mismo para mí.

Me frustra pensar en el trágico final de mi padre y la princesa. Todos los tritones tienen una sirena predestinada, pero cuando su amor no es correspondido se convierten en bruma del mar. Le pasa lo mismo a las sirenas, pero ellas pueden amar a cualquiera, tritones o humanos. Cuando la princesa volvió al agua y abandonó a su familia, también perdió su amor y su final fue el mismo.

Afuera, aunque hay luna llena, la noche esta oscura y nublada, no hay mucho que pueda ver hoy. Cuando ya estoy por meterme a la cabaña. Escucho un sonido familiar. Una melodía conocida, pero ¿de dónde? No es Playa azul, quizás Playa Las rosas... No, me pongo los binoculares para ver hasta Playa Honda. Cuando la luna ilumina el agua veo a la más hermosa mujer.

Es ella, tiene que serlo. Me voy a todo lo que da el Jeep hacia la playa, ahí busco mi lancha. El oleaje está picado.

Mi corazón se acelera, ya no la oigo pero se que es ella y está ahí.

El agua se tranquiliza, llego a la playa y me lanzo en la orilla. Ahí en la arena la encuentro inconsciente, con medio cuerpo aún en el agua. La más hermosa sirena del mundo, me quito la camisa y le cubro la cola, no quiero que nadie la vea así. Le quito el cabello de la cara y veo que tiene sangre alrededor de la boca que le corre hasta el cuello. Tomo agua y la limpio con rapidez. Espero que no sea tan grave, pienso.

Me aseguro que nadie nos esté mirando y la levanto en mis brazos. Cuando me pongo de pie veo que cerca se encuentra el cuerpo rasgado de un muchacho, pálido como la cal y con heridas alargadas cómo de unas uñas filosas o dientes punzantes en la cara, tórax y extremidades.

Me apena, pero ya esto lo he visto antes, y no quiero estar aquí si regresan las que lo hicieron. La llevo inmediatamente al bote y vamos a la cabaña. La coloco en la cama y cuando la seco completamente desaparece su cola. Está desnuda así que la cubro con la sábana.

Ninguna otra se parece a ella. Su bello rostro, su piel blanca y sus rasgos finos, parece una muñeca, con labios rojos y cabello largo castaño claro. Ha cambiado mucho de la niña que veía correr por la playa con su madre, pero es ella, su aroma es el mismo. No sé su nombre, desde donde la veía en el agua, nunca lo escuché, pero la brisa marina me llevaba su olor y si que la oía cantar.

Mi padre me dijo que yo era su guardián, como él lo era de su madre; en algún momento de esos días me enamoré, y era solo un niño un poco más grande que ella. Me ha dolido todo este tiempo no volver a verla.

Es de mañana y aún duerme, hago desayuno y café. Quiero ir a Playa Honda a buscar su ropa para que no la relacionen con el ahogado, pero no puedo dejarla. Ya he esperado mucho y no quiero alejarme de ella.

Se despierta perdida, no recuerda nada, lo único que hace es gritar. Le doy su espacio para que desayune, tuve que fingir que la encontré cerca para que no sospeche y salgo por algo de aire, su nariz sangra y no quiero que me vea tan preocupado. Cuando regreso adentro, oigo la regadera en el baño, así que le busco algo de ropa. Con suerte encontraremos la suya en algún lugar. Me paro en la entrada pensando en como hablarle de lo que pasó ayer. ¿Será que sabe ya quien es realmente?

Volteo cuando la oigo salir. Se ve aún más bella. Le digo que le he dejado ropa, pero me obligo a salir por aire, su aroma es embriagador.

- Espera. Gracias por ayudarme y perdón por usar tus cosas y por gritarte. ¿Cómo te llamas? Me dice como triste.

- Tomás. ¿Y tú?

- Serena.

Salgo de la cabaña, repitiendo su nombre en mi cabeza; ya la mujer de mis mejores sueños, y mis peores pesadillas tiene nombre.

Claro que en playa Azul no encontramos nada, así que vamos en la camioneta por la montaña hasta Playa Honda, es obvio que no está del todo bien. Pero insiste en que no recuerda nada. Quizás no sea el mejor momento para hablar.

En la playa se desespera, parece que el joven era su novio, me molesta solo pensar que otro la ha tocado.

Veo que el oleaje ha movido el cuerpo a un extremo de la playa, ella se acerca. Yo busco donde la encontré el día anterior y no veo su ropa, pero ahí enterrado en la arena, está un celular que coloco en mi bolsillo sin que lo note.

Se agarra la cabeza con dolor y cuando no puede más se desmaya. La cargo en brazos para llevarla al auto.

- ¿Está todo bien? dice un policía que se acerca curioso.

- Sí, es que era amiga del dueño del carro que está en el estacionamiento. Creo que fue un impacto muy grande para ella.

- Deben irse, estamos investigando una probable escena del crimen. Dice el policía seriamente. Un momento, yo te he visto. Me dice. ¿Tu eres el que vive en la cabaña del risco? pregunta con desconfianza.

- Sí señor, era la casa de mi padre. Respondo cuando la acomodo en el asiento.

- ¿Puedes decirme si pasó algo sospechoso entre las 8 y 12 de la noche? Desde allá arriba se debe ver todo.

- No sabría decirle, estaba oscuro ayer. Y como ve, pasé la noche con mi novia. El hombre frunce el ceño, pero asiente cuando ve bien la ropa de ella. Si me disculpa, debo llevarla al hospital, está sufriendo de dolores de cabeza por el estrés y ahora esto.

Quería llevarla a casa, pero no sé dónde vive. Para registrarla en la emergencia solo dí su nombre y tuve que buscar en la lista de contactos de su teléfono el número de su papá. Después que la atienden, la enfermera me dice que la información solo puede recibirla los familiares directos, pero al ver mi preocupación me dice que está todo bien, que solo necesita descansar.

Mientras llega su padre, reviso su teléfono. Encuentro el número de Martín con un corazón, así que lo borro inmediatamente y luego guardo el mío. Veo con molestia la sarta de mensajes iniciadores que le enviaba ese idiota, aunque las respuestas de ella eran siempre muy cortantes. Está en un chat de la Universidad Central, leo que estudia biología y que está en un equipo de natación. Sonrío, no sería nada raro, acaricio su cabello, los peces deben estar en el agua. Cuando voy a apagar el teléfono, me llama la atención un nombre de ese último grupo y reconozco enseguida a un par de brujas. Pero rechazo la idea, no puede ser, ha pasado mucho tiempo, no podrían ser ellas.

- ¿Dónde está mi hija enfermera? Serena. Se escucha que grita un hombre en el pasillo.

Dejo el teléfono inmediatamente y salgo de la habitación, pero no me alejo demasiado.

A este señor lo ví una vez con la princesa Diana y Serena en la playa, parecía que amaba mucho a su familia. Es un hombre decente y un padre preocupado.

No me voy del hospital hasta que dan de alta a Serena, la veo de lejos porque el doctor dijo que tenía que descansar. Desde la puerta principal siento que casi me vió, menos mal que soy rápido y dejé el Jeep por la parte de la emergencia. Se monta en el carro con su padre, sé que está segura.

Voy a casa preocupado, no pudimos hablar y no creo que recuerde nada de su transformación. Además, no creo que sepa nada de quién es realmente. Quizás no es el momento todavía, pero puedo ayudarla.

Puedo inscribirme en la Universidad y cuidarla.

Así hago, me han postulado para la facultad de administración. Aunque tengo que ir a clases y entrenar en la pista de atletismo, veo a Serena todos los días a lo lejos, no luce muy feliz. Quizás si quería al idiota ese...

Hoy salí de clases tarde, no he podido ver a su equipo de natación, pero me siento en una esquina de las gradas al ver a Serena que aún en la piscina al final de la práctica. De pronto, se pone a cantar algo y me levanto, ¿por qué me llama? Se oye triste. Estoy al borde de la piscina. Y ella se deja hundir. No sale, me desespero y voy por ella.

La tengo de nuevo muy cerca de mí, su cuerpo está goteando agua... Pero me molesta que se ponga en peligro innecesariamente. Lamento profundamente el destino de cada sirena y cada tritón que pierden a su amor. Debo salir de ahí.

- Debo irme, tengo clases. Le digo como excusa. Pero me toca el brazo y se que está mujer puede conmigo. Así que decido que no voy a separarme nunca más de ella.

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