¡Yo no soy tu querida!

Lia, de mujer orgullosa e intransigente, se transformó súbitamente en una niña avergonzada. Se alejó de la puerta sin pronunciar una palabra, con los ojos bajos, permitiendo que el hombre que fue su marido por seis largos años entrara en su casa por primera vez.

Él entró lentamente, pues también debía percibir la importancia de aquella ocasión.

De súbito, estaba frente a ella, llenando el angosto vestíbulo con su poderosa presencia.

Lia sintió la tensión crecer dentro de ella, mientras absorbía, literalmente, la altura de Vito, su cuerpo musculoso, toda la superioridad física en relación a ella.

Sentía el olor de la piel de Vito, las vibraciones que emanaban de él, y sabía que todo aquello podía ser muy peligroso.

Hace seis años, bastaba una mirada para que ellos cayeran en los brazos del otro, desbordados de deseo. En aquel momento, aún después de varios años como enemigos, ella sintió el deseo comenzando a tomar cuenta de su cuerpo.

Diablos, maldijo silenciosamente, sin saber si maldecía su propia flaqueza o a Vito, por ser el animal sexual que era.

- Por aquí.

Indicó ella, alejándose para que sus cuerpos no se tocaran.

Lo condujo a la sala de estar y se paró delante de las cortinas cerradas.

Vito observó silenciosamente el cuarto. Alfombra y cortinas azules, dos pequeños sofás, una televisión, un par de mesitas y un estante de libros componían el ambiente. En un lado especialmente arreglado para Santo, juguetes y libros se apilaban encima y alrededor de una mesita baja.

Todo muy, muy organizado y simple. Nada de la elegancia y del espacio de las varias salas llenas de preciosas antigüedades de la casa de Vito. Nada que se comparara al enorme cuarto de juguetes, repleto de todo lo que un niño pudiera desear y que Santo tenía en la casa de su padre. Todo eso quedó bien evidente para Lia, cuando ella notó el leve temblor en la barbilla de Vito.

- Voy a vestirme.

Ella dijo, bajando la cabeza.

Intentaba esconder su expresión y, admitió para sí misma, que quería huir antes que se sintiera tentada a decir que el dinero no lo era todo y muchas otras cosas más.

- No soy snob.

Murmuró, cogiéndola por la muñeca.

- Sé que Santo vive bien y feliz aquí contigo\, y te admiro por eso.

- Por favor\, suéltame.

Ella pidió, intentando desasirse de él.

- Tampoco soy un atacante de mujeres.

Se burló él.

- Eso es muy extraño.

Respondió, soltándose.

- Pues me acuerdo que la última vez en que nos peleamos tú me amenazaste.

- Palabras\, Lia.

Él suspiró.

- Sólo palabras. Yo estaba enojado\, y aquella amenaza no significó nada\, tú lo sabes muy bien.

- ¿Lo sé?

Replicó, afligida.

- Éramos unos extraños\, Vito. Y aún lo somos. Nunca\, jamás supe lo que tú estabas pensando.

- A no ser en la cama.

Él la provocó, volviéndose para mirarla cínicamente.

- En la cama tú sabías exactamente lo que yo pensaba.

Lia levantó la cabeza, imitando la pose cínica de Vito.

- Qué pena que no pasáramos las veinticuatro horas en la cama\, en vez de las seis habituales.

Habló.

- Pero no quiero tener ese tipo de conversación contigo. No nos lleva a nada y sólo sirve para desviarnos del asunto importante\, que es Santo.

- Nuestra relación\, o la falta de ella\, es un asunto importante para Santo.

Replicó Vito.

- No.

Negó ella.

- Lo que le preocupa a Santo es la perspectiva de que su padre se case con una mujer que él teme.

Vito se endureció visiblemente.

- Define «teme»

Él la desafió.

- Tiene miedo.

Ella dijo tranquilamente.

- ¿Cómo lo puedo explicar mejor?

- ¿Miedo de Mariella?

Vito arrugó la frente, atónito, entonces intentó justificarlo.

- Él debe haber entendido mal alguna cosa que ella dijo. Tú sabes que Santo no habla el italiano tan bien como el inglés.

¡Oh, claro! pensó Lia. No podría ser culpa de Mariella. ¡No a los ojos de un Martino!

- Voy a vestirme.

Ella silbó, alejándose.

- ¿Te importa si me preparo un café mientras espero?

Preguntó él.

Sin decir nada, ella se dirigió a la cocina. Percibió que Vito miró hacia las escaleras, tal vez esperando ver a su hijo.

Santo no aparecería a aquella hora, pensó ella. El niño era organizado por naturaleza. Su reloj biológico estaba programado para despertar a las siete, por lo tanto él estaría de pie en ese horario, no antes.

Ella estaba llenando la tetera con agua, cuando Vito se aproximó. Sintiendo escalofríos en la nuca, Lia tuvo nuevamente conciencia de su ropa transparente. El hecho de que no tenía nada debajo del short y de la camisa que componían su pijama hacía que se sintiera turbada y vulnerable.

- Parece que tú no esperas que él despierte antes de las siete.

Murmuró Vito a su espalda.

Ella sonrió, mientras ponía la tetera en el fogón. Se sintió aliviada con el hecho de que Vito estuviera pensando exclusivamente en su hijo.

- Ya sabes cual es su rutina.

Respondió ella.

- Debes saber que\, si intentamos despertarlo antes\, él...

- No le va a gustar.

Vito terminó la frase por ella.

- Sí\, sé de eso.

Ella miró hacia el reloj en la pared. Cinco y media. Aquello significaba que tendrían una hora y media solos. ¿Serían capaces de resistir?, ella se preguntó.

- Tu cabello está más corto.

La observación de Vito hizo a Lia sonrojarse. ¿Qué más él habría notado? ¿El modo como el short se adhería entre su trasero? ¿O la silueta de sus p*ch*s bajo la camisa transparente?

- Estoy tres años más vieja.

Contestó ella.

Pensó en lo que aquella afirmación significaría, pues se sentía hasta más joven, si consideraba la ola de deseo puramente sexual que la invadía.

- No parece.

Él la observó con una sonrisa.

- Pero tú pareces tres años más viejo.

La sonrisa que Vito mostraba desapareció de pronto, y toda su apariencia cambió. Parecía absolutamente débil, curvado, con la sombra de la barba por nacer, dejándolo abatido. Él tenía una arrogante nariz de conquistador romano, ojos color de la miel oscura, que se estrechaban maliciosamente, y la boca sensual de un gigoló. Su cuerpo fue hecho para luchar contra leones en la arena, a pesar de que ningún hombre más hacía eso para probar su fuerza.

- «De eso son hechos los recuerdos»...

Vito tarareó con voz suave a espaldas de ella.

Ella se sentía sorprendida, como si él estuviera en medio de sus pensamientos.

- Voy a vestirme.

Dijo más una vez.

- ¿Para que darse al trabajo?

Él preguntó maliciosamente.

- Es demasiado tarde para esconder lo que está sucediendo contigo\, cara mía.

- ¡No soy tu querida!

Ella replicó, rígida.

- Tal vez no.

Concedió él.

- Pero apuesto que imaginas como sería revivir los viejos tiempos.

- No contigo.

Ella se apresuró a negar.

- Nunca más.

- ¿Fue un desafío? Porque\, si así fue\, puedo aceptarlo.

Bromeó él.

- Podría ser un ejercicio interesante ver cuántas veces nos devoraríamos en esta hora y media. Apuesto que olvidaríamos nuestros problemas...

Si el pasador de la puerta de la cocina fuera un revólver. Lia ciertamente habría disparado contra él.

- Si tienes que caer tan bajo para olvidar tus problemas.

Atacó ella.

- Llama a Mariella. ¡Aquella mujer siempre estuvo mejor entrenada que yo para atender a todas sus necesidades!

Con una de sus poderosas manos, él agarró la de ella, impidiéndole salir de la cocina.

- Tú continúas con un cuerpo de sirena\, Lia.

Vito silbó.

- Pero tu lengua se hizo demasiado afilada. ¿Cuándo vas a entender\, pobre tonta y ciega\, que Mariella no es\, y nunca fue mi amante?

«Yo debería parar aquí», Lia se dijo a sí misma. Debería callar la boca y concluir la discusión.

Pero no lo consiguió. Vito siempre fue capaz de provocar lo peor que había dentro de ella... y dentro de él también. Ellos solían pelear hechos enemigos acérrimos, y enseguida hacer el amor como la pareja más apasionada del mundo.

Ella siempre había creído que fue el amor lo que los había llevado al matrimonio.

Había conocido a Mariella el día de su boda y había terminado sabiendo que aquella era la mujer que Vito habría escogido para casarse, si ella no se hubiese casado con su mejor amigo, Rocco. Aquél día, las primeras semillas de duda con relación al amor de Vito habían sido plantadas en el corazón de Lia.

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Comments

Regina Muñoz Perez

Regina Muñoz Perez

he leído esta historia muchas veces y cada vez me encanta

2025-03-26

1

Carmen Adelia Simonovis

Carmen Adelia Simonovis

Esos tienen que volver a estar juntos

2024-04-18

0

Carmen Adelia Simonovis

Carmen Adelia Simonovis

Ellos parece que nunca se han dicho que se quidren/Angry/

2024-04-18

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