Ni por encima de mi cadáver

Se sintió tan ofendida con la sospecha, que se levanto de nuevo, continuando.

- Si es eso lo que piensas\, razona mejor\, Vito. No soy yo quién está planeando casarme otra vez\, tan pronto salga el divorcio. ¡Ni soy yo quién está perjudicando a nuestro hijo\, imponiéndole una típica madrastra infernal!

Ella querría no haber dicho aquello. Pero lo había dicho, y ahora estaba agitada como nunca. Respiraba torpemente, apretando los dientes con furia.

- ¿Quién fue el idiota que dijo eso?

Gritó él.

Lia podía imaginarlo nuevamente en pie, casi hirviendo de rabia.

«Y de ahí que», ella pensó, «que yo y Vito no podemos encontrarnos. Nuestras discusiones siempre acaban cogiendo fuego».

- ¿Es verdad?

Ella preguntó.

- No es de tu incumbencia.

Él silbó.

- Puedes apostar que será de mi incumbencia\, sí\, Vito.

Amenazó, furiosa.

- Voy a suspender nuestro divorcio\, si descubro que pretendes dar a Mariella cualquier poder sobre Santo.

- Tú no tienes autoridad sobre mis actos.

Rebatió.

- ¿No? ¡Entonces\, espera a ver!

Ella lo desafió, desconectando el teléfono.

Le llevó diez minutos volver a tomar el teléfono. Diez largos minutos, durante los cuales Lia intentó calmarse, andando de un lado a otro, pensando en cómo y por qué había dejado que la situación se deteriorara hasta aquel punto. ¡Ella no había tenido la intención de decir ni la mitad de lo que había dicho!

Pensó en llamar otra vez, pero, ¿para decirle qué? ¿Para comenzar todo de nuevo, y después intentar controlar su temperamento? Sabía que no iba a funcionar.

Ambos eran obstinados, arrebatados y apasionados al defender sus ideas y principios.

Se habían conocido en una fiesta. Habían ido con otros asistentes, pero habían salido juntos de la fiesta. Fue un caso de amor a primera vista, literalmente.

También se habían hecho amantes la primera noche. Un mes después, ella estaba embarazada. Al siguiente, estaban casados. En tres años, se habían hecho enemigos mortales. Todo fue muy salvaje, confuso y traumático, del inicio apasionado, al final violento. La última pelea había ocurrido pocos días después de una tentativa desesperada de salvar lo que sabían que estaban perdiendo.

Aunque el acto de amor fuera perfecto, el resto era un desastre. Habían comenzado a pelear en el instante en que sus cuerpos se habían separado. Él había salido indignado, como siempre, y al día siguiente ella había entrado en trabajo de parto prematuro, perdiendo así a su segundo hijo, mientras Vito se consolaba en los brazos de su amante.

Lia nunca, jamás lo perdonaría. Nunca había olvidado la humillación de tener que rogarle a la amante de Vito que lo mandara a casa, pues ella lo necesitaba. Pero él había llegado demasiado tarde. Ella ya había sido llevada a el hospital y había perdido el bebé. Encontrarlo sobre su cama, intentando disculparse, aún con el perfume de la otra, fue para Lia la humillación final.

Ella había dejado Italia con Santo, inmediatamente después que se había recuperado físicamente, y Vito nunca la había perdonado por haberse llevado a su hijo.

Después de eso, ambos se habían sentido traicionados, usados y abandonados. Si no fuera por la madre de Vito, Luisa, al hacer de juez cuando fue necesario, sólo Dios sabía lo que habría sucedido.

Gracias a Luisa, y al hecho de que no habían tenido contacto, ellos, habían conseguido mantener una relativa paz durante tres años. En aquel momento, Lia deseó poder evitar la guerra que parecía aproximarse, pero no sabía como.

Cuando el teléfono sonó, ella temió que fuera Vito, pues, no se sentía preparada para hablar con él de nuevo. Suspirando, atendió.

- ¿Lia?

Preguntó una voz conocida y ansiosa.

- Mi hijo insistió para que te llamara. ¿Qué está sucediendo\, por el amor de Dios?

¡Era Luisa! Lia se dejó caer en el sofá, aliviada.

- ¡Luísa\, que bueno! Pensé que era Vito.

Habló.

- Vito acaba de salir\, furioso.

La madre de él le informó.

- Después de maldecir y gritar\, él me mandó a que te llamara inmediatamente. ¿Está sucediendo alguna cosa con Santo?

- Sí y no.

Respondió Lia.

Después de un largo suspiro, ella le explicó a Luisa, usando las palabras que debería haber usado con Vito, lo que estaba sucediendo.

- No me admira que mi hijo estuviera tan asustado.

Murmuró Luisa.

- ¿Asustado?

Lia no podía imaginar al poderoso Vito con miedo de nada.

- Con miedo de perder a su hijo de nuevo.

Aclaró la madre de él.

- ¿Crees que mi hijo no se preocupa de Santo?

- No\, no.

Negó Lia, sorprendida con el tono de irritación en la voz de su suegra.

- Mi hijo hace todo para que la relación de él con Santo sea buena.

Continuó Luisa.

- En los cortos periodos que le son concedidos para verlo.

Durante aquellos tres años, Luisa siempre fue neutral. Era extraño para Lia, sentir que ella estaba tomando la defensa de Vito.

- ¿Está queriendo decir que soy yo la que amenazo la relación de los dos?

Preguntó Lia, mordaz.

- No.

Luisa se apresuró en negar.

- Claro que no. Sólo que me preocupo por mi hijo. Eso\, sin embargo\, no me impide ver que ustedes dos aman a Santo y que preferirían cortarse la propia lengua que lastimarlo.

- Bien\, Gracias.

Respondió Lia.

- No soy tu enemiga\, Lia.

- Pero\, si la guerra comenzara\, sé de que lado usted se quedará.

Declaró Lia.

Luisa no respondió, ni sería preciso.

- Entonces\, Lia\, ¿qué es lo que quieres hacer acerca de Santo? ¿Quieres que espere hasta que él se calme?

- ¡Ah\, no!

Lia pidió, sorprendida consigo misma por haber cambiado de idea.

- ¡Usted tiene que venir\, Luisa! Santo se quedaría muy triste\, si usted no viniera. Yo sólo quería prevenirla sobre la posibilidad de él no quisiera ir con usted a Nápoles. Entiende que no podré obligarlo\, si él no quisiera ir\, ¿no es así?

- También soy madre

Habló Luísa.

- Claro que entiendo. Entonces\, yo voy\, como acordamos\, y vamos a esperar que Santo cambie de idea.

Qué vana esperanza. Lia pensó, desconectando el teléfono.

Luisa estaba engañada. Pensaba que los problemas de Santo estaban relacionados a una temporal falta de confianza en su papá, cuando en realidad el razonamiento del niño era totalmente comprensible, y tenía una causa.

Esa causa es Mariella, Lia se dijo a sí misma.

Mariella, amiga de la familia desde siempre. Mariella, miembro de total confianza de la dirección de la Compañia Matino. Mariella, la amante de Vito hacia tantos años.

Ella era alta, morena, perfectamente italiana. Tenía gracia, elegancia y encanto. Poseía belleza e inteligencia, y usaba las dos cosas para su propio beneficio. Y, además de todo eso, era falsa y escogía con mucho cuidado a las personas a quien revelaba su verdadera personalidad.

El primer gran error de Mariella, en su batalla para quedarse con Vito, fue el de desenmascararse ante Santo. Ella había conseguido hacer que Lia huyera como una cobarde, pero no haría lo mismo con Santo.

«Ni por encima de mi cadáver», Lia juró, mientras se preparaba para dormir.

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Comments

Erica Godoy Silva

Erica Godoy Silva

el falló primero en ni respetar la madre de su hijo....y se enoja que ella lleve el niño cuando ella perdió su bebé y el estaba en los brazos de una zorra

2022-09-18

13

Madelein 😍

Madelein 😍

increíble ese hombre no tiene perdón

2022-09-08

5

Sonia Acevedo

Sonia Acevedo

empieza la guerra pero de santo y Mariela 🙄🙄

2022-09-01

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