El Engaño Que Nos Marcó

El Engaño Que Nos Marcó

Capítulo 1

Ann Richardson supuso que debía estar agradecida de que los agentes de la Interpol no la hubiesen cacheado, pero después de seis horas en una sala de interrogatorios pequeña, sofocante y de paredes grises, no podía evitar estar de mal humor.

    La agente Heidi Shaw volvió con un café en una mano y una tablilla con papeles metida debajo del otro brazo. Ann supuso que serían los documentos relacionados con la investigación. La agente Shaw estaba haciendo el papel de poli mala, mientras que la agente Fitz Lydall hacía de buena. La primera era de estatura baja, delgada, y la segunda muy corpulenta y con cara de bulldog. Ann pensó que debían intercambiar los papeles, pero no se lo sugirió.

    Había visto muchas películas de detectives y sabía cuál era el argumento de aquella. Por desgracia, el hecho de que fuese inocente les iba a estropear el argumento. No iban a conseguir que les dijese que pretendía vender una estatua robada a través de Waverly’s, la casa de subastas para la que trabajaba.

    Durante los últimos meses, había aprendido muchas cosas acerca de las estatuas del Corazón Dorado de Rayas. El rey Hazim Bajal había encargado que se hiciesen tres estatuas alrededor del año 1700. Se suponía que estas darían suerte en el amor a sus hijas, que se habían casado por conveniencia, por el bien de su país. Una de las estatuas seguía estando sana y salva en Rayas, en el seno de una moderna familia Bajal. Otra se había perdido con el hundimiento del Titanic . Y la tercera había sido robada cinco meses antes de uno de los palacios del príncipe heredero Raif Khouri. Este estaba convencido de que Roark Black había robado la estatua para Waverly’s. Era una acusación absurda, pero el príncipe era un hombre poderoso y decidido, y tenía a la Interpol y al FBI bailando a su son.

    Heidi dejó la tablilla con los documentos en la gastada mesa de madera y arrastró la silla por el suelo para sentarse enfrente de Ann.

    –Hábleme de Dalton Rothschild.

    –¿No lee los periódicos? –replicó Ann, aprovechando para reflexionar sobre aquella nueva línea de interrogatorio.

    Dalton Rothschild era el director ejecutivo de la casa de subastas rival de Waverly’s, Rothschild’s.

    –Tengo entendido que estaban muy unidos.

    –Éramos amigos –respondió Ann–. En pasado.

    Jamás perdonaría a Dalton por haberla traicionado y por haber arruinado su reputación profesional. Una cosa era inventarse que habían tenido una relación sentimental y, otra muy distinta, poner en cuestión su integridad.

    –¿Amigos? –se burló Heidi en tono escéptico, con desdén.

    –Veo que sí que lee los periódicos.

    –Sí, lo he leído todo, y usted nunca ha negado que fuesen amantes.

    –¿Quiere que lo niegue?

    –Quiero que responda a mi pregunta.

    –Acabo de hacerlo.

    –¿Por qué es tan evasiva?

    Ann cambió de postura en la dura silla de metal. Estaba siendo sincera, no evasiva, y no le gustaban las preguntas que le estaban haciendo. Articuló las siguientes palabras cuidadosa, lentamente.

    –Éramos amigos. Mintió acerca de mí. Así que ya no somos amigos.

    Heidi se puso en pie.

    Ann deseó poder hacer lo mismo, pero cada vez que había intentado levantarse de la incómoda silla, alguien le había ordenado de manera brusca que volviese a sentarse. Estaba empezando a tener calambres en las piernas y le dolía mucho el trasero.

    –¿Dónde está la estatua? –inquirió Heidi.

    –No lo sé.

    –¿Dónde está Roark Black?

    –No tengo ni idea.

    –Trabaja para usted.

    –Trabaja para Waverly’s.

    Heidi hizo una mueca.

    –Es solo una cuestión semántica.

    –No sé dónde está.

    –¿Sabe que es ilegal mentirle a la Interpol?

    –¿Sabe que puedo llamar al New York Times?

    –Heidi apoyó las manos en la mesa y se inclinó hacia delante.

    –¿Es una amenaza?

    Ann se dio cuenta de que se le estaba agotando la paciencia.

    –Quiero hablar con mi abogado.

    –Eso es lo que dice siempre la gente que es culpable.

    –O las mujeres a las que no les han dejado entrar al baño en cinco horas.

    –Puedo retenerla veinticuatro horas sin inculparla.

    –¿Y sin ir al baño? –preguntó Ann.

    –¿Cree que es una broma?

    –Creo que es ridículo. Ya he respondido seis veces a todas las preguntas que me han hecho. Confío ciegamente en Roark Black. Y Waverly’s no comercia con antigüedades robadas.

    –Entonces, ¿ha sacado a flote el Titanic?

    –No sé de dónde ha sacado Roark la estatua, solo sé que la que tiene en su poder es la estatua desaparecida, no la robada.

    Roark había firmado un acuerdo de confidencialidad con el misterioso dueño de la estatua del Corazón Dorado que había estado cien años desaparecida. Podría destrozar su propia carrera y la reputación de Waverly’s si revelaba la identidad de dicha persona.

    –¿Dónde están las pruebas? –inquirió Heidi.

    –¿Dónde está mi abogado? –replicó ella.

    Heidi tomó aire y se incorporó.

    –¿De verdad quiere ir por ahí?

    A Ann se le había agotado la paciencia. Se había cansado de cooperar, de medir las palabras. Era inocente y no podía decir ni hacer nada que alterase ese hecho.

    –¿De verdad quiere tener una carrera larga y productiva?

    Heidi arqueó las cejas.

    –Pues empiece a buscar otro sospechoso –le recomendó Ann–. Porque no soy yo, ni es Roark. Tal vez sea Dalton. Es evidente que él es el más interesado en desacreditar a Waverly’s, pero si ha sido él, lo ha hecho sin mi conocimiento y, por supuesto, sin mi cooperación. No voy a decir nada más, agente Shaw. Si quieren ser las heroínas, resolver un gran caso internacional y conseguir un ascenso, dejen de centrarse en mí.

    –Es una oradora muy elocuente –comentó Heidi después de un momento.

    Ann sintió el impulso de darle las gracias, pero mantuvo los labios apretados.

    –Una vez más, como la mayoría de los mentirosos –añadió la agente.

    Ann juntó las manos sobre la mesa. Había pedido ir

Autor

Mi querido lector gracias por empezar a leer mi novela , te agradezco mucho de que te des la oportunidad de conocer mi trabajo, espero que te guste y la termines de leer. Esperare a ver el desempeño que tenga mi novela y de acuerdo con ello publicaré la segunda temporada , anelo contar con tu ayuda si deseas apoyarme por favor deja like y comenta , si lo deseas puedes votar por ella , muchas gracias por leer 💞

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Comments

Ma Irene Barrios Hernandez

Ma Irene Barrios Hernandez

e

2022-10-12

1

xcaro2020

xcaro2020

Interesante

2022-08-07

1

Princesita del paraná

Princesita del paraná

sorprendente. me encantó Ann

2022-08-07

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