Charles hacía una hora que no escuchaba la conversación. El compañero que le habían asignado era completamente insufrible, podía pasarse horas y horas hablando sin parar. Estaba tan enfrascado en su monólogo que ya no se daba cuenta de que ni siquiera se molestaba en contestarle con oraciones. Sus respuestas eran monosílabas.
Él hubiera querido formar parte de la guardia de Elite, pero había fallado el examen de ingreso a la academia de protección elemental y sus notas de la academia mágica tampoco habían podido darle la oportunidad de alcanzar su meta. Sus últimos años dentro de la academia mágica se los había pasado más ocupado buscando faldas que estudiando, así que su falta de esfuerzo le estaba pasando factura a su futuro. Había tenido varios empleos sin importancia en el pasado, aunque solo terminaba en ellos un par de meses, fue su madre quien había terminado harta de su falta de capacidad a la hora de encontrar un trabajo decente, y con ayuda de sus influencias, le había conseguido un puesto como vigilante del edificio del consejo real.
El trabajo era una mierda.
No era que buscara quejarse de aquella oportunidad, si demostraba ser un trabajador competente, incluso puede que alguna puerta grande se abriera ante él. El lugar le pagaba prácticamente por no hacer nada, pero no había posibilidad de destacarse, se aburría mucho y si añadía que la clase de compañeros que solía tocarle para las guardias, también habían entrado en el consejo por sus influencias, todo empeoraba.
Allí nunca pasaba nada...
Reprimió un bostezo. Su compañero estaba hablando sobre lo buena que estaba la nueva investigadora del laboratorio elemental, cuando le pareció percibir algo.
– ¡¿Pero es que puedes callarte de una vez?! – Le espeto al hombre, quien le devolvió una mirada molesta.
–A ti no te enseñaron modales nunca ¿Verdad?
–No se trata de eso... Me pareció escuchar algo.
Su compañero cerró la boca y el silencio, al fin, los envolvió. Estaba en lo cierto, alguien estaba usando los ascensores y a esta hora ya nadie se encontraba en el consejo. Todos los departamentos se encontraban vacíos.
–Van a la entrada principal. –Aviso a su compañero con prisa. – ¡Corre!
Los dos vigilantes comenzaron a correr a toda velocidad por las galerías del consejo. Afortunadamente, se las conocían a la perfección y estaban cerca. Su compañero, que era más joven que él y estaba en mejor forma, no tardo en adelantarlo varios metros.
Pudo ver como su compañero era derribado por una gran explosión de energía y se preparó para el enfrentamiento, su energía no era tan fuerte por la falta de entrenamiento, pero estaba seguro de poder detener a cualquier ladrón que rondara el lugar.
Aún le sorprendía que alguien se hubiera infiltrado.
Cuando llego a la entrada del consejo, preparo un hechizo de energía y sin pensarlo, entro en posición de ataque a la gran sala. Dos personas, ocultas bajo capas, podía distinguir que una de ellas era una mujer con las manos llenas de sangre y descalza, corrían a duras penas hacia la salida.
– ¡Alto! –Les grito.
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