¿Me amas?
El hombre miró los ojos de la joven mujer frente a él, habían decidido dar un paseo por el bosque de la academia, lejos de las miradas indiscretas de cualquiera. El hombre tenía una sonrisa tranquila en sus labios mientras paseaba con aquella joven que había logrado abrirse paso en su corazón.
–Mucho más de lo que piensas Camelia...
La joven se acercó a él envolviendo su cintura entre sus brazos y dándole la más brillante de las sonrisas.
–Eres todo para mi Sebastián, te amo más de lo que piensas, y nada podría apartarme de tu lado, solo tú.
–Camelia...
La tomo entre sus brazos besándola con pasión, con entrega, con abandono. Lo único que deseaba era fundirse en su cuerpo hasta que no se supiera cuando terminaba uno y comenzaba el otro.
–Te amo tanto que no sé qué haría si te perdiera.
–No tengas miedo nunca de la muerte, Camelia. No hay nadie más incomprendida que ella.
– ¿Incomprendida?
–¿Qué sabemos de la muerte? Es aterrador pensar que nos iremos antes que nuestra persona amada, no podría estar tranquilo sabiendo que no podré saber cómo te encuentras... Pero debe ser muy doloroso estar condenado a buscar las almas de quienes perecen.
–Aun si es doloroso, no deberíamos sufrir el temor de perdernos el uno al otro...
–No me entiendes Camelia, yo te tengo y tú me tienes. Soy tuyo en cada aspecto, pero también le pertenezco a la muerte porque seguramente mi alma ha pasado por sus manos muchas veces, el guardián de la oscuridad ha vivido siglos cuidando el otro lado. Negar nuestra cercanía es negar nuestra propia magia. Recuerda que la naturaleza nos da la vida, pero es la muerte quien guarda nuestra alma.
Camelia lo abrazo perdiéndose en el sonido de su voz grave, sintiéndose extasiada cada vez que él decidía explicarle algo nuevo. Adoraba escucharlo, amaba la forma como le enseñaba algo nuevo cada día.
–Por eso, si un día muero, no la odies, porque a ella no le gusta su trabajo. ¿A quién le agrada un trabajo que te condena a la soledad? ¿A la oscuridad? Tampoco sientas pena o lástima, es algo que debe hacerse... Tan solo, sé su amiga, intenta comprenderla... Y cuando te sientas sola, pídele ayuda. La muerte siempre cuida de nosotros, aunque nunca pidamos por ello.
Los dos se quedaron quietos con el sonido del bosque, acompañándolos, las palabras de Sebastián todavía presentes en los odios de Camelia.
"Aunque pueda verla como una amiga... Eso no quiere decir que no haría todo en mi poder por traerte de vuelta a mi lado..."
Camelia sonrió satisfecha mientras se escondía tras una columna resguardándose de la oscuridad. Tenía que admitir que entrar dentro del edificio donde el consejo ejercía su poder había sido relativamente sencillo. Realmente, después de haber aprendido tanto sobre combate cuerpo a cuerpo y pelear batallas que no le correspondían, le hacía pensar que la seguridad del lugar dejaba mucho que desear.
"Los consejeros de la familia real son una bola de incompetentes, Camelia."
La voz de Sebastián se escuchó tan fuerte y claro en su mente y se permitió dejar salir una sola lágrima para aliviar a su corazón anhelante.
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