Lucas
— Como lo han escuchado, mis queridos oyentes. Becca Davies está desaparecida. Esta mañana su manager, Dana Fisher, realizó una rueda de prensa comunicando la situación que se está atravesando, respecto a la reconocida cantante de veinticuatro años…— cansado de seguir escuchando la estación de radio, cambio a otra.
Han estado hablando todo el día de esa chica superfamosa que se encuentra extraviada. No tengo ni idea de quién es, pero me arruino mi dosis diaria de la radio local.
No soy una persona que le guste escuchar música por alguna aplicación, me gusta lo viejo, su esencia, lo siento más apegado a los orígenes del estilo de música que me gusta, por eso siempre escucho la radio; y si no es la radio, son mis discos de vinilo, y si no es el vinilo, son mis amados casetes. Tengo una colección de envidiar y mi walkman es una edición que casi ni se consigue, así que considero que soy afortunado.
—¿Por qué cambiaste la emisora, Lucas? Por si no te diste cuenta, estaba escuchando la noticia — dijo mi abuela, sentada cómodamente en el asiento del copiloto.
—Abuela, sabes que esas son cosas de otro mundo, el cual es la farándula. Lo más seguro es que la chica haya salido de fiesta y se encuentre en casa de una amiga y todavía no haya despertado. Además, llevo todo el rato que te estuve esperando escuchando la noticia y siempre repiten lo mismo y sinceramente, ya me cansé de escucharlos. Debe ser horrible lo que está pasando su familia y espero que la encuentren, pero creo que era mejor cambiar el ambiente y no escuchar algo tan deprimente cuando al fin estás conmigo de nuevo después de tantos meses fuera —sé que suena rudo, pero no la conozco y no tengo ningún lazo con ella.
Si otra fuera la historia, allí las cosas cambiarían.
—¿No sabes quién es, Lucas? — preguntó sorprendida.
—¿Luzco como alguien que la conozca? —la miré de soslayo—. Creo que ya habíamos tenido la conversación de que no escucho la música de ahora, Charlie. No es por nada, pero…
— Te sientes más conectado con lo que dicen las canciones de antes — termina de decir con tono fastidiado. Pareciera que yo fuera el viejo y mi abuela una mujer de veinte años —. La cosa es que yo sí la conozco y somos amigas. Además, es alguien que está más cerca que lejos y no es nada de lo que estabas afirmando, es una chica muy decente y de buenos valores — dice reprendiéndome por mis palabras.
La miro extrañado por sus palabras. ¿Conoce a esa chica desaparecida?
—¿Te sientes bien? ¿Tuviste una contusión antes de subir al autobús y estás alucinando cosas? — le digo jugando.
— Ja, ja, qué gracioso. No me pasó nada, solo sé que la conozco y está bien. Está donde debe estar — la miré de reojo. Se notaba muy segura con lo que decía. No creía que estuviera mintiendo.
—Entonces, si la conoces, ¿Por qué no ayudas a la investigación llamando a la policía?
—Porque está donde debe estar, ya te lo dije. Mi linda niña, con los ojos esmeralda, está perdida y tiene que encontrarse.
Fruncí mis cejas, pero asentí entendiendo sus palabras.
Sé cómo se siente cuando estás perdido y necesitas encontrar aquello que te saque de ese bache en el que te quedaste atrapado.
Decido no tocar el tema de como conoció a esta chica desaparecida y pasamos el resto del camino en silencio. Disfrutando de la música y el viento que entraba por las ventanas abiertas.
El verano en Landon es lo que más me gusta. Para los que no son de aquí, a lo mejor les resulta caluroso, pero para los locales, no. Es como estar en el paraíso. No es un calor que te sofoque para nada —o es al menos lo que consideramos las personas que vivimos aquí.
Cuando me mude a Landon, afirme que era el peor calor habido y por haber, pero después de las dos semanas de estar aquí, me di cuenta de que era un exagerado y que lo que había sucedido era el repentino cambio de temperatura, ya que estaba llegando de un viaje familiar de la Patagonia.
Alejándome de los rumbos remotos que toma mi mente cuando conduzco, me concentro en la vía y al detallarla, me doy cuenta de que vamos llegando a la casa en la que vivo con Charlie.
Al girar en la calle en la que se encuentra, veo que Teo está caminando desesperado en la entrada de la vivienda. Parece desesperado y un poco loco. ¿Qué carajos le sucede?
—¿Qué le pasa a tu amigo, Lucas? — pregunta extrañada mi abuela, aunque no tanto. En su mirada podía ver que sabía algo que yo no, como si estuviera disimulando algo.
— No sé — le respondo seguido de un suspiro.
Espero que no sea otro de sus dramas de chicas. Estoy harto de ser su excusa para no seguirlas viendo. Sobre todo, por lo sucedido la última vez.
Le dijo a la chica que era su novio y que apenas me vio, se dio cuenta de que era gay y, boom, me beso. El peor beso en la historia de los besos.
Negué con mi cabeza de solo recordarlo.
Esas eran las cosas que hacían los mejores amigos.
Estaciono el auto en el puesto libre que hay en la calle y abro la puerta para descender del Jeep. Mi abuela hace lo mismo.
— LG, al fin llegas — dice Teo corriendo hacia mí.
Yo ruedo los ojos por cómo me llama. Es molesto que otros lo digan después de que escuchan a Teo llamarme así, pero con él es distinto. Lo soporto por nuestra amistad, aunque ha habido veces en las que he querido darle unos buenos golpes en la cara.
Dice que me llama de esa forma debido a que mi nombre tiene una “L” y una “G” y que eso me convierte en parte de la familia “LG”.
Lo sé, solo a un loco se le puede ocurrir tal cosa.
—¿Qué quieres, sanguijuela? — le pregunto mientras abro la puerta de los asientos de atrás para bajar el equipaje de mi abuela.
— Primero que nada, hola Charlie — saluda mi mejor amigo a mi abuela con un abrazo que ella le devuelve.
— Hola, príncipe encantador — le toma la mejilla y le da unas leves palmadas en ella.
Siempre le ha dicho príncipe encantador a Teo desde que lo conoció. Y entiendo el uso de ese mote. Estoy enterado de que mi mejor amigo es uno de los hombres más deseados del pueblo y de todo el mundo del motociclismo en la actualidad. Claro, después de mí.
Su cabello rubio, sus ojos como esmeraldas, su tez un poco morena por el bronceado del sol y lisa. En fin, perfección en persona, según las mujeres.
Yo no me quedo atrás, pero no me gusta presumir de mi físico — al igual que Teo —, no consideramos chicos normales. Lo que menos nos importa es nuestra apariencia. Lo importante es el circuito y lo que hacemos en él.
De solo recordar cómo nos llaman, me dan ganas de reír.
Nos llaman el dúo del pecado. No me pregunten de donde lo sacaron, pero nos llaman así y así nos quedamos.
— Me alegra que estés de vuelta, linda abuela Charlie —ella le sonríe.
—Y así va a hacer por un tiempo. Después van a querer echarme de acá.
—Charlie, sabes que esta también es tu casa, ¿no? —dice Teo.
—Créeme, lo sé, los impuestos me hacen recordarlo —hace una dramática cara de disgusto—. Lucas, voy a ir adentro a descansar. El viaje fue muy largo. Creo que la próxima te digo y me contratas un jet.
— Los jets no caen de los cielos, Abuela.
— Tienes dinero, hijo mío. Con dinero todo se puede —se volteó hacia Teo y le dijo—. Mi príncipe, sea lo que sea que te pasa, abre los ojos y averigua antes de exagerar las cosas — tras eso entra a la casa y nos deja solos a Teo y a mí.
Teo parece estar midiendo las palabras de Charlie, pero no tengo ganas de esperar a que resuelva el magnífico acertijo que le dijo mi abuela.
—¿Ahora si me vas a decir que carajos te pasa? — lo encaro.
—¡Mi hermana está desaparecida! —me grita.
— Oye, alto allí, ¿tu hermana? ¿Desaparecida?
¿Qué le pasa al mundo hoy? Están habiendo muchas desapariciones últimamente.
—Si, LG. Tienes que ir conmigo a la pista para decirle a papá. Después de eso contrataremos al ejército y al FBI para que la busquen y la encuentren —dice con exageración.
—No creo que el ejército y el FBI se dispongan a hacer eso.
—¡Cállate y llévame a la pista! — me grita de nuevo.
—¡Bien! —le respondo de la misma manera con las palmas en el aire—. Solo déjame llevar el equipaje a Charlie adentro y salimos para allá, ¿te parece?
Tomó el equipaje de mis manos y corrió a la entrada de la casa. Una vez allí, abre a toda prisa la puerta, lanza las maletas y la vuelve a cerrar, antes de correr de nuevo a la camioneta y subirse en el asiento del copiloto.
Yo lo miro con molestia y lo único que hace es gritarme que me apure porque necesita llegar al circuito cuanto antes.
—¿Por qué no fuiste allí antes de venir y pedirme que te llevará? Se supone que tienes un auto — le digo.
Él se queda sopesando mis palabras.
Teo no es que no sea inteligente, porque lo es. Lo que sucede es que cuando está bajo presión o distraído por algo, es como si su inteligencia o su cabeza completa haya sido robada.
— Eres muy inteligente, LG. No sé cómo no se me ocurrió eso antes.
—Yo sí — me suelta un golpe en el hombro y yo lo miro ofendido.
—¡Muévete! — vuelve a gritar.
— Si, ya entendí. Dios, estás muy gritón hoy — me vuelve a golpear y yo hago un ademán de devolvérselo, pero trato de tranquilizarme y enciendo el auto para dirigirnos rápidamente al circuito.
Si estuviera en su lugar, actuaría igual, así que no tengo por qué quejarme. Es mi mejor amigo y se nota que está preocupado.
No conozco a su hermana, pero por lo que él y su padre — mi jefe — me han contado, es el sol de la familia. Aquello que les da alegría.
«Si le llegase a suceder algo, nos moriríamos. Es nuestro rayo de sol» —me dijo una vez Teo
Tampoco he visto fotos de ella —en una versión mayor, digo—, por lo que no tengo idea de cómo se ve actualmente. Tengo entendido, tiene dos años menos que Teo. Solo he logrado ver una que otra foto de ella de pequeños —como la que tiene Teo de ellos junto a su madre como fondo de pantalla del móvil.
Voy a hacer todo lo que pueda para apoyarlos, así como ellos lo han hecho conmigo.
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