Capítulo 4 TRECE AÑOS ATRÁS PARTE 3

Dulce Victoria Adams

Aunque me duché más de tres veces seguía sintiéndome sucia pero solo rogaba que quien quiera que haya sido quién se acostó conmigo no sea tan infeliz de gritarlo a los cuatro vientos.

Algunas solicitudes de amistad llegaron a mí Facebook de gente de mí salón así como de otros pero no las acepté, aún me parecía raro. Tampoco las rechacé pero para ser sincera todo esto me daba un muy mal presentimiento. Casualidad o no, si durante todo el año fui invisible ¿Por qué justo hoy me envían todos la solicitud?

No quise cenar, tampoco ver a mis padres. Me desperté casi sin haber logrado conciliar el sueño rogando que todo haya sido una pesadilla pero mí parte íntima aún sangraba ligeramente y ardía.

Sin ánimos me vestí con un pantalón suelto y una remera también un poco más grande de mí talla. Lo que menos deseaba era llamar la atención. Mí cuerpo no era delgado pero tampoco para decir que poseía mucho sobrepeso pero de igual modo no me gustaba mostrar piel y menos luego de lo sucedido el día anterior.

Entré a la secundaria y todos me miraban pero quise creer que todo era imaginación mía. Llegué a mí salón y en la pizarra con grandes letras decía "Victoria Adams zorra". Franco entró y me sonrió con arrogancia. Sólo volteé mí mirada para no llorar, ni siquiera estaba segura si era él con quién había estado o el estúpido de su hermano Álex.

Los murmullos en mí salón eran terribles, incluso algunos hablaban a toda voz sin importarles que yo los escuchara. La primera hora nadie vino a dar clases y fue terrible porque ya era considerada una zorra que se acostaba con los dos hermanos.

Aquel mismo día me golpearon también y no faltó el imbécil que quiso conmigo propasarse ya que ahora había pasado de ser la chica invisible a la más fácil del año lectivo.

Volví a casa convertida en un desastre y me encerré en mí cuarto dónde volví a ducharme para quitarme esa sensación de las manos asquerosas queriendo tocarme, además de todo lo que me habían arrojado encima.

En mí Facebook habían solicitudes de mensajes diciéndome toda clase de cosas, incluso preguntando cuánto cobraba o si me acostaba gratis, también propuestas de tríos y hasta más.

Las redes sociales de los gemelos tenían felicitaciones por la broma y no faltaba quien preguntaba cuál de los dos fue el dichoso de meterse entre mis piernas.

Mis padres no me dejaron faltar al día siguiente a clases. Fui y el acoso fue aún peor. Incluso la cercanía de cualquier persona me ponía enferma. Cuando alguien tocó mí hombro reaccioné con violencia y con actitud defensiva. Algo en mí se había roto aún más y no soportaba estar rodeada de gente.

Salí de clases dispuesta a no volver cuando alguien quiso meterme al baño de hombres para abusar de mí mientras que los demás sólo reían. Nadie me ayudaría, a nadie le importaba.

Llegué a casa y volví a llorar con desesperación pero ni eso podía calmar lo que estaba sintiendo. Mí celular no dejaba de sonar con mensajes obscenos y amenazas.

Mí vida estaba arruinada, ya estaba acabada cuando tendría que haber estado comenzando. Tomé dos pastillas para dormir bastante fuertes de las que tenía mí madre y llené la bañera para tener la suerte de morir ahogada sin sentir dolor ni nada más.

Lloré hasta que mis ojos se cerraron con la última imagen de mis padres y la esperanza de que me perdonaran por no poder seguir viviendo y tener que encontrarme así.