Muero de hambre.

Pov Elena.

La noche llegó y me encuentro lista para esperar a Rafael, Opté por usar un vestido verde esmeralda, corto con escote de corazón ceñido hasta la cintura y con vuelo en la parte baja, me encanta cómo se ven mis piernas, solo en uno de los hombros tiene dos delgadas tiras que le dan un bonito toque, mi cabello suelto con ligeras ondas y un maquillaje suave, mis labios naturalmente son rosados así que solo aplico un poco de humectante labial, tacones de color negro, y accesorios muy sencillos, a veces menos es más.

Mi celular suena y bajo al leer un mensaje que dice "estoy en el lobby del hotel" No lo abro, solo lo leo en la parte superior donde se muestran las notificaciones, aplico un poco de perfume en mi cuello y clavícula, tomo la pequeña cartera estilo sobre y bajo.

Al llegar, me encuentro con un hombre alto de cabello oscuro y presencia muy imponente e impoluto, que está de espalda, sé perfectamente de quien se trata y no es precisamente Rafael Carranza.

— ¿Qué haces aquí? — Pregunto y él voltea al escuchar mi voz. Sonríe ampliamente mientras me mira de pies a cabeza.

— Te ves realmente hermosa.

— Eso no contesta a mi pregunta.

— Necesito que hablemos, verás, lo que escuchaste esta mañana.

— No te molestes en dar explicaciones, no hay porque hacerlo, ayer quedó muy claro que solamente somos amigos, y es lo único que podemos brindarnos mutuamente.

— ¿Puedo invitarte a cenar?, realmente me gustaría aclarar un par de cosas.

— Por supuesto... — Él sonríe al escuchar mis palabras, debo admitir que es la sonrisa más hermosa que he visto en un hombre. — Pero será en otra ocasión, tengo un compromiso esta noche.

— ¿Un compromiso?

— Sí, de hecho acaban de llegar por mí. — Ivanov se gira para encontrarse con la imagen de Rafael.

— Buenas noches. — Saluda Rafael, mientras me da un beso en la mejilla, muy lento para mi gusto. — Eres por mucho la mujer más hermosa que han visto mis ojos. — Me dice y luego le tiende la mano a Ivanov, quién sin dudarlo la toma, por el gesto extrañado de Rafael, llevó mi vista hacia las manos de ambos y es evidente la fuerza que Ivanov ejerce al saludar, segundos después lo suelta.

— ¿Usted es? — Pregunta Ivanov.

— Mi nombre es Rafael Carranza.

— El arquitecto. — Afirma Ivanov.

— En efecto.

— ¿Nos vamos? — Mis ojos se abren al escucharlo, pero creo que no soy la única sorprendida con la pregunta de Ivanov.

— No sabía que venía con nosotros. — Comenta Rafael algo tenso.

— Ni yo. — Digo con una falsa sonrisa mientras miro a Ivanov.

— Que despistada eres, ¿no recuerdas que fuiste temprano a mi oficina en busca de asesoría?, para poder darte mi opinión necesito evaluar el trabajo del caballero.

— Créeme que no lo olvido.

— Perfecto, así no será incómoda la velada. — En serio que es un cínico de lo peor.

— Entonces vamos. — Interviene Rafael, intentando acercarse a mí para cederme el paso, pero Ivanov, se adelanta colocando una mano en la parte baja de mi espalda guiándome a la salida. Por Dios que no lo soporto, en este momento únicamente quiero matarlo.

— Vamos en mi auto. — Propone Rafael.

— Puedes ir en el tuyo, Elena vendrá conmigo. — Agrega Ivanov.

— Iré con Rafael, ya había quedado en que él me recogería y no quiero ser grosera.

— Claro que no lo harás.

— Creo que soy lo suficientemente grandecita para decidir con quien voy y con quien no, digo con una sonrisa tensa.

— Elena...

— Elena nada, he dicho que voy con él. — Empieza a ser exasperante su actitud.

— ¿Te estás escuchando? Todo lo vuelves una discusión.

— ¿La culpa es mía?

— Como se te ocurre que vas a ir con...

— Si prefieres ve con él, no tengo...

— ¡Silencio!

— ¡Silencio!

Decimos Constantín y yo al unísono, cuando Rafael intenta calmar la situación que cada vez es más acalorada.

— ¿Ves lo que haces? — Le pregunto a Ivanov, para luego dirigirme a Rafael. — Realmente lo lamento.

— No te preocupes, ¿Podemos irnos?

— Por supuesto. — Tomo el brazo de Rafael, no pienso darle el gusto a Ivanov de acceder a sus pretenciones. Solo lo escucho respirar pesadamente tras de nosotros.

— ¿Dónde es la reserva? — Pregunta una vez nos encontramos en el estacionamiento externo. — Rafael le da los datos y luego abre la puerta de su auto para mí.

...***...

...Pov Ivanov....

Subo a mi auto y escolto el auto en que viaja a Elena, aunque no conocía personalmente al tal Rafael, sé bien de su fama de mujeriego, a diferencia de mí, él no es claro con las mujeres, si bien muchas han pasado por mi cama, es de mutuo acuerdo, ambos nos usamos, pero este hombre suele mostrarse como un príncipe encantador, y si cree que va a usar a Elena, se ha equivocado de principio a fin.

Y aquí estoy yo, sí, yo, Konstantín Ivanov, como un jodido perro faldero.

Llegamos al tiempo a aquel restaurante, que más que romántico raya en lo cursi, que poca creatividad. Observo al estúpido descender del carro y abrir la puerta para Elena, quién no duda en tenderle la mano dedicándole su hermosa sonrisa, aquella que desde que nos reencontramos no me ha dedicado a mí, eso más que molestarme duele.

Me uno a ellos y entramos juntos, al llegar, Rafael se dirige a una mesera haciéndole saber de su reserva y esta nos guía hasta una mesa para dos que está en una zona apartada de las demás, decorada con velas, una rosa roja una botella de champán ya puesta y dos copas. Elena se ve algo sorprendida, seguro no imagino lo romántico que puede llegar a ser su acompañante.

— Rosa roja, que original. — Digo en tono sarcástico mientras tomo la rosa entre mis dedos y la dejo caer nuevamente en su lugar. Mientras él abre la silla para Elena, yo me siento en la otra, la reacción en el rostro de este tipo es de molestia, mientras yo solo sonrío y Elena niega con la cabeza.

— Señorita, ¿podría traer otra silla? – Le dice Rafael a la mesera.

— En seguida. — Dice la mujer y se retira, mientras lo hace, yo sirvo las dos copas y le tiendo una a Elena, su mirada es de enojo, pero aun así la recibe y la deja sobre la mesa.

— Mmm es buena, no es la mejor, pero está bien. — Digo luego de beber un trago y sonrío, la mesera vuelve con la silla. — Creo que también debe traer otra copa. — Comento a la mujer.

— Por supuesto ¿Desean ver la carta?, o aún no.

Rafael iba a hablar, pero lo interrumpo.

— Por su puesto, no sé ellos, pero muero de hambre.

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