Una simple amistad.

...Pov Elena....

No sé que estoy haciendo, pero siento que me estoy equivocando. Tenía claro qué no debía volverle a abrir la puerta y a cambio de eso le he abierto una ventana para que vuelva hacerme daño, pero no sé como resistirme a él, maldición, no sé cómo sacarlo de mi cabeza, pensé que lo había hecho y no hay nada más lejos de la realidad. Tenerlo cerca hace estragos en mi mente y corazón, ¿amigos? ¿Cómo puedo ser amiga de aquel hombre que altera todas mis terminaciones nerviosas? Ahora solo me queda tratar de sobrellevar las cosas. Además, el que le hubiese dicho que podemos llegar a ser amigos, no quiere decir que lo vaya a tener veinticuatro siete sobre mí, o al menos eso espero.

— ¿En qué piensas? — Pregunta sacándome de mi reflexión.

— Nada, únicamente contemplo el paisaje.

— Elena, necesito que me perdones, si realmente vas a aceptar ser mi amiga, o por lo menos intentarlo. Necesito que perdones el daño que te hice.

— No te preocupes, es pasado, no hay rencores. — Esas palabras ni yo misma me las creo, pero no vale la pena seguir dando vueltas sobre lo mismo.

— También lamento lo de tu hermano, no lo sabía.

— Olvídalo, tampoco debí golpearte, eso no está bien.

— Vaya que pegas duro, cualquiera pensaría que no. — No puedo evitar sonreír al verlo hablar haciendo pucheros, un hombre tan grande y tan imponente, no parece ser del tipo que se comporta como un niño consentido.

— ¿Por qué no volviste? — Me atrevo a preguntar. Lo veo suspirar y analizar las palabras qué dirá a continuación.

— Por cobarde, ya te lo he dicho, pero no sé si es algo de lo que quieras hablar.

— Por favor quiero escucharte, es un capítulo que me gustaría cerrar. — Luego de unos minutos de incómodo silencio y cuando pensé que no me diría nada, sus palabras hicieron eco en mis oídos.

— Me asusté, tuve miedo de lo que me hacías sentir, ya me había sentido así antes y no fue nada agradable entregar mi corazón y que me lo devolvieran hecho pedazos, ya conoces la historia, no quería volverlo a repetir.

— Y no tenías porque, creo que las cosas hubiesen sido muy distinta.

— Seguramente, tú eres muy distinta, pero yo sigo siendo el mismo, o al menos eso supongo. Cuando llegaste a mi vida eras una brisa refrescante que sofocó las llamas que me quemaban, aunque no lo creas, marcaste un antes y un después en la vida de Konstantín Ivanov. — Trato de sonreír, pero sé que no sale más que una mueca.

— Me hubiese gustado que tú también hubieses marcado un antes y un después en mi vida, pero solo fuiste la continuación de... — Preferí callarme antes de remover heridas que me duelen mucho más que la causada por Ivanov.

— ¿Qué fue lo que te pasó?, tú ya conoces mi historia, pero tú ¿por qué desconfías tanto de los hombres?

— Es algo de lo que no estoy lista para hablar, al menos no en este momento y no contigo. — Y es la verdad, hay heridas del pasado que nunca sanan, aunque en ocasiones las olvides, al estar sola y cerrar los ojos, todo vuelve y el pasado es tan latente que forma parte del presente y se dibuja aún en el futuro.

— Está bien, entiendo que no quieres hablar de ello.

— Hay cosas que es mejor dejarlas.

— Si tú lo dices.

Aún no me has dicho dónde te estás quedando. — Le doy el nombre del hotel y él se dirige hacía allá.

— ¿Cómo vas con lo de la nueva sucursal?

— Mañana temprano debo reunirme con el arquitecto que realizará las modificaciones en las estructuras que hemos comprado.

— Y ¿piensas quedarte todo este tiempo en un hotel?

— No, de hecho también pienso ver apartamentos, quiero comprar uno o tal vez solo lo tome en alquiler, pues solo me quedaré un par de meses en tanto todo esté listo.

— Puedes quedarte conmigo. — Mi corazón se acelera al escuchar aquellas palabras y creo que mi mirada de asombro me delata.

— No me malinterpretes, te ofrezco que te quedes en mi mansión, es muy grande y hay espacio de sobra.

— No creo que sea prudente, no está bien.

— ¿Qué es lo que te está bien?, ¿qué un amigo te brinde la mano? Porque te recuerdo qué Ahora somos amigos.

— Realmente prefiero tener mi espacio.

— Allá también lo tendrás, no te voy a presionar, es un compromiso que ya he hecho, por favor no rechaces mi invitación.

— Déjame pensarlo, después te daré una respuesta.

— De acuerdo... — Lo observo sonreír, al parecer el simple hecho de que yo le diga que lo pensaré, él lo toma como un sí. — ¿quieres comer algo? — Pregunta cambiando de tema y la verdad Ahora que lo reflexiono no he comido nada desde el almuerzo. En la fiesta había comida de sobra, pero con la sombra de Ivanov sobre mí, fue lo último en lo que pensé.

— Okay, pero quiero hamburguesa, no aceptó otra cosa que no sea una enorme hamburguesa con mucho pollo, queso y jamón, y por supuesto acompañada de un enorme vaso de coca-cola. — Sonríe ampliamente.

— Perfecto, a mí también me gusta.

— ¿Dónde has dejado al Ivanov refinado que solamente come en restaurantes de alta gama?

— Ese Ivanov queda atrás cada vez que tú apareces y le das tres vueltas a mi vida, ejerces un enorme poder sobre mí, y eso precisamente es lo que me atrae y a la vez me aleja. — Con esas palabras sentí que dimos dos pasos hacia atrás. Al parecer, noto la atención que se volvía a instalar entre los dos y rápidamente volví a hablar, mientras aparca el auto. — Vamos pronto, muero por esa hamburguesa altamente mala para mi salud, pero que a ti te hace feliz.

— ¿Solo a mí? — Pregunto levantando ambas cejas.

— A los dos. — Corrige y ambos reímos. Se baja y antes de que yo haga lo mismo abre la puerta para mí, me tiende la mano, dudo en tomarla, pero al final lo hago. Una vez bajo, él cierra la puerta sin soltar mi mano y Camina conmigo hacia el interior.

— Creo que ya puedes soltar mi mano. — Le digo algo sonrojadas, a lo que él solo responde.

— ¿No puedes tomar la mano de un amigo? A mí me gusta tomar tu mano, querida amiga.

No sé por qué, pero en esas dos últimas palabras sentí una connotación de algo mucho más que una simple amistad.

...***...

Nota autora:

Mis queridas amigas, un fuerte abrazo y feliz noche.

Quien escribe les ama.

Eliana.

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