Narrador omnisciente
Cristian despertó lentamente, con un dolor agudo atravesándole la espalda. Intentó incorporarse de inmediato, pero una punzada tan intensa lo obligó a recostarse de nuevo.
Sin saber que no estaba solo, se sobresaltó al oír la voz de una anciana:
—No, princesa. No se levante. El médico dijo que debe guardar reposo hasta que sus heridas sanen un poco.
Cristian frunció el ceño, giró la cabeza hacia la mujer y preguntó:
—¿Cómo me llamaste?
Fue en ese instante cuando notó lo dulce y suave que sonaba su propia voz.
—¿Pero qué carajos…?
—¡Princesa! ¿Qué modales son esos?
Confundido, Cristian miró a su alrededor. Cuando volvió a enfocarse en la mujer a su lado, dijo:
—¿En qué película estamos? ¡Corte, por favor! No preparé mis líneas. ¿De qué va la trama? ¡Qué buen distorsionador de voz! ¿Dónde lo tengo?
Se llevó la mano a la garganta, buscándolo.
La doncella lo observaba sin entender una sola palabra de lo que decía.
—Creo que está delirando por la fiebre… Yo le advertí, princesa, que no asistiera a esa fiesta de té. Todo fue organizado por la concubina Dian. Ella la odia.
Cristian palideció al oír eso.
—Ya, por favor… ¡Leo, director, corte! ¡No estoy listo para mis líneas!
Levantó las manos como señal de “corte” y entonces lo notó: eran delgadas, suaves, completamente distintas a sus manos grandes y toscas.
Con la voz temblorosa, pidió:
—Un espejo… por favor.
La doncella, aún confundida, le tendió el cepillo de pelo, que por el reverso tenía un pequeño espejo. Cristian se observó y quedó helado.
—Princesa, ¿está bien? ¿Llamo al médico?
Cristian apenas logró decir:
—Déjame solo… digo… sola.
—Pero, princesa…
—¡Que me dejen solo!
La doncella asintió, preocupada, y se retiró. Cristian, aún en shock, usó toda su fuerza para levantarse de la cama y caminar hasta el gran espejo de cuerpo entero en la habitación.
—¿Dios… qué carajos está pasando?
Miró su reflejo y gritó:
—¡No, no, no! ¡NOOOOO! ¡AHHH! ¿Qué mierda es esta?
—¿Te puedes tranquilizar?
Cristian dio un salto.
—¿Quién dijo eso?
—Yo —respondió una voz masculina.
Desde un rayo de sol emergió la figura de un hombre vestido de blanco, irradiando una luz casi cegadora.
—¿Tú quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Qué hago yo aquí? ¿Cómo sucedió esto?
—Si te calmas, te lo explico —respondió el hombre, alzando una ceja—. Soy Amenadiel, hijo de Dios. Entre nosotros, soy su favorito.
—¿Dios? ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ¿Por qué estoy aquí?
—Verás… mi padre me dejó a cargo de la Tierra mientras se tomaba un descanso, y yo… bueno, me distraje un momento. Y tú… te moriste.
—¿¡Me estás diciendo que es TU culpa que muriera!?
—Bueno… no exactamente. Yo debía evitarlo, pero como te dije, me distraje unos minutos. Verte repitiendo una y otra vez tus guiones era aburridísimo.
—¿Y solo por eso me dejaste morir? ¿Qué clase de hijo de Dios eres? ¡Ni Lucifer habría sido tan irresponsable!
—¡Hey! No me compares. Te di una segunda oportunidad, ¿o no?
—¡En el cuerpo de una chica!
—Sí, pero no de una cualquiera. La princesa Milena. Lastimosamente murió anoche, así que puse tu alma en su cuerpo.
—¿Y qué se supone que haga? ¡La quieren muerta!
—Sí, pero tú no eres la tonta princesa Milena. Eres Cristian Aldana, un famosísimo actor. ¡Actúa y salva tu vida!
—Esto es una locura…
—O mueres de nuevo y le doy la oportunidad a otra alma. Bueno, me tengo que ir. Si me tardo más, se me puede morir otras personas.
—¡Espera! ¡Amenadiel! ¡Vuelve!
Pero el ser celestial desapareció sin más. Cristian se quedó solo, tambaleándose hasta la cama. Se sentó, enterró la cara entre las manos y murmuró, desesperado:
—¿Qué voy a hacer?... No me queda otra. Tengo que sobrevivir. No voy a dejar que esas víboras me maten otra vez.
Levantó la cabeza, respiró hondo y dijo en voz alta:
—Primero, tengo que llamar a la anciana. ¡Anciana!
La doncella entró apresurada.
—Princesa, ¿por qué me llama de esa manera?
—Lo siento. ¿Cuál es tu nombre?
—¿Mi… nombre? ¿Se siente bien, princesa?
—Sí, solo… olvidé algunas cosas. Necesito tu ayuda para recordar.
La doncella lo miró con ternura y tristeza. Se acercó y dijo con suavidad:
—Tranquila, princesa. Yo la ayudaré a recordar…
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Comments
Olga Perez
santo Dios ahora es niña, va a sufrir lo que sufrimos las mujeres con Andrés cada mes . Me recuerda al kdrama jardín secreto.
2025-07-10
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Eve
jajajaaj pobre de Lucy
2025-07-03
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Eve
no por mucho 😆
2025-07-03
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