Capitulo 8: Revelaciones inesperadas

Desde la perspectiva de Theo Kendrik:

Me desperté en la enfermería y no sé cómo ni cuándo llegué aquí. Estoy muy confundido.

Al fin despiertas, muchacho -me dice el doctor acercándose a mí-. ¿Cómo te sientes?

Me siento bien, extrañamente no siento ningún dolor -digo levantando un poco mi cuerpo, apoyándome en mis antebrazos-. ¿Hace cuánto estoy aquí? ¿Quién me trajo? No, mejor respóndeme esto, ¿qué rayos pasó?

Ni yo sé, joven. Te trajo Jeffrey Sloane apenas se terminó el combate. Hace -mira la hora- una hora...

¡Wow! Pensé que sería más tiempo -rio un poco-. Pero algo que sí quiero saber es, ¿cómo estoy bien? Antes de perder la conciencia, estaba destrozado y no me sentía para nada bien con la golpiza que me dio ese idiota con el que me tocó.

Eso mismo me pregunto -se sienta al lado de la camilla-. Yo pensé que eras un simple humano, joven.

¿Por qué dice eso? Usted mismo me hizo esa revisión y comprobó que soy 100% humano.

Porque al parecer me equivoqué -lo miro confundido-. Es más, no sé qué eres... Tienes una capacidad de sanación aún mejor que la de un vampiro.

¿Pero qué rayos? -digo aún más confundido de lo que ya estaba-. Yo no recuerdo absolutamente nada. De hecho, lo único que sé es que estaba recibiendo una golpiza de ese vampirito de clase alta.

Por lo que dices, tampoco sabes qué pasó -se queda pensativo un momento-. Según lo que me dijo el joven Jeffrey sobre lo que sucedió en la arena, dejaste inconsciente al joven Leonardo. Además, también destruiste una parte de la estructura que los rodeaba -me quedo sorprendido, sinceramente no sé cómo pude hacer eso-.

Hasta a mí me está dando curiosidad saber qué rayos soy -le digo sonriendo un poco-.

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Hace una hora estoy despierto mirando el techo. Sinceramente, a pesar de que mis heridas y posibles fracturas sanaron, aún tenía dolores musculares. Era un infierno sentir tanto dolor en mi bello cuerpecito. Opté por quedarme en la enfermería de la universidad, esperando que al menos el dolor me bajara, y aquí sigo.

Buen día, pensé que ya te habías ido -dice cerrando la puerta tras de él-. ¿Cómo te sientes? ¿Ya te sientes mejor?

Creo que un poco mejor, pero aún duele -lo miro un momento antes de que me empiece a doler el cuello-. ¿Puedo quedarme un rato más?

Sí, claro que sí. Yo no tengo problema con que te quedes -se sienta y alguien toca la puerta-.

¿Puedo pasar? -dice la voz tras la puerta, algo conocida para mí-.

Claro, por favor pasa -dice el doctor, volteando a ver la puerta-.

Gracias -dice mientras entra aquel chico y me mira al parecer con algo de confusión-. Pensé que ya te habías ido.

Eso hubiera sido posible si no me doliera tanto mi cuerpecito, pero si lo que van a hablar es tan privado, puedo intentar salir un rato hasta que ustedes hablen.

No, no quería decir eso. Además, la razón por la que vine a hablar con el doctor tiene que ver contigo.

¿Conmigo? -digo confundido-. Ah, ya, tú eres el hermano del idiota que me dio una golpiza ayer en la arena. ¿Te vas a vengar por tu hermano?

No, me da igual lo que haga mi hermano -mira al doctor y después a mí nuevamente-.

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Espero que les haya gustado

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