Capítulo 1: El inicio de un destino

En un mundo donde el poder se hereda no solo por el "segundo género", sino también por la familia y la especie, las jerarquías están firmemente establecidas. Las especies superiores imponen su dominio sobre las más débiles, que se someten sin voz ni resistencia. Los dioses otorgaron estos poderes a las especies líderes, y cada quinientos años, nace un ser con la capacidad de heredar el poder del dios supremo. Este poder puede ser recibido por cualquiera, sin importar su especie o género, pero es conocido por ser extremadamente peligroso, especialmente para quien lo recibe.

Es necesario mencionar que estas especies son los vampiros junto con las sirenas quienes lideran esta pirámide de poder, seguido de los lobos y momias, y por último, las especies más débiles, que son los fantasmas, los zombis y los humanos. Asimismo, indicar que... Mejor no decirlo aún, quedémonos hasta aquí con esta pequeña introducción.

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¡No puedo creer que haya nacido otro humano sin poder! -gritó el hombre, su voz llena de furia-. Sabes bien que los humanos no valen nada, y menos uno sin poderes.

La mujer, acunando al bebé en sus brazos, lo miraba con enojo. Su voz temblaba de rabia mientras decía:

Eres un maldito. Solo me usas para tener hijos que luego vendes para gastar en tus malditas bebidas y drogas. Estoy cansada de ti. Ve y consigue a otra mujer para que uses.

El hombre apretó la mandíbula y se abalanzó sobre ella.

¿Quién te crees para hablarme de esa manera, maldita bruja? Agradece que estoy contigo, o de lo contrario estarías en la calle revolcándote con cualquier desconocido -la golpeó mientras ella protegía al bebé con su cuerpo-. Arréglate y prepara al bebé para que lo muestres al vendedor. Al menos debería ofrecernos unas pocas monedas por ese mocoso -dijo mientras salía de la habitación.-

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La mujer, con el corazón roto, pensó: "No dejaré que este idiota gane otra vez. Ya he perdido a dos, no perderé otro más." Se arregló con rapidez y salió de la casa, evitando que él se diera cuenta. Mientras se alejaba, susurró:

Desearía poder cuidarte y verte crecer, pero sé que no soy la persona adecuada para hacerlo. Lo siento. -Besó al bebé y tocó el timbre antes de salir corriendo.- Perdóname, hijo...

Cuando la puerta se abrió, la figura que apareció miró el pequeño cesto donde dormía el bebé, asombrada.

¿Quién habría dejado a este tesoro abandonado? -exclamó, alzando al bebé con cuidado y llevándolo adentro de la casa-. Dios, escuchaste mis plegarias. Al menos tendré a alguien que me acompañe hasta el final de mis días. -Río con alivio, abrazando al pequeño-

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... Unos años después  ...

Theo, cariño, ¡date prisa, que se te está haciendo tarde para la prueba! -gritó la madre desde la cocina-. Antes de que salgas, ven a desayunar. Si no lo haces, no te dejaré ir.

Ya voy, madre. No me demoraré en bajar -respondió Theo desde su habitación-. Estoy arreglando unas cosas y ya bajo a comer ese delicioso desayuno que me tienes preparado.

Está bien, cariño. De todas formas, yo te llevaré a la universidad, pero baja rápido porque si no, no alcanzamos a llegar -dijo la madre, sentándose en la mesa-.

Aquí estoy, mi hermosa dama. -Theo le dio un beso en la mejilla antes de sentarse a la mesa.- ¿Cómo te sientes hoy, madre?

Bien, cariño. Después de dejarte en la universidad, iré directo a ver al doctor Morgan. Me dijo que pasara hoy, ya que se iría de viaje por unas semanas.

Qué bueno, madre. Me cuentas cómo te va cuando vuelva a casa. Pero por ahora, vamos saliendo de una vez antes de que se me haga tarde de verdad.

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Gracias por leer el primer capítulo de esta novela. Espero que te haya gustado y que continúes acompañándome en esta historia.

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