Fer

Sonrío al ver, a través del ventanal de la sala a Pelusón y a Supergallo pelear por la atención de mi madre, esos dos no cambian. Mi mamá deja de barrer la terraza del jardín y comienza a jugar con ellos

Cierro los ojos y lo único que veo es a Cristóbal. Caí muy bajo ayer, y lo peor de todo, seguiría haciéndolo una y otra vez. Ese hombre está arruinando mi paz mental.

Woody tiene el poder de destruirme. Lo supe desde el primer momento en que lo vi. Todo en él grita peligro, aléjate, pero una vez que pasas esa barrera, sólo hay un hombre vulnerable, con miedo, y un gran corazón con capacidad de amar, pero me temo que eso ni siquiera él lo sabe.

–¿Qué pasa, gatita?

Me giro hacia la voz de mi padre, la misma voz que me ha dado paz y seguridad a través de los años. ¿Cuántas veces desperté gritando por las noches por una pesadilla y papá corría a mi lado, contándome historias hasta que lograba volver a dormir? Más de las que puedo recordar. Y cada vez que un chico rompió mi corazón, papi estaba ahí, a mi lado, haciéndome más fuerte con cada golpe que me daba la vida. He sido muy afortunada con los padres que me tocaron. Los amo a los dos por igual, pero para nadie es un secreto que padezco de papitis.

–Sabes que eres mi héroe, ¿verdad?

Papá sonríe y se sienta a mi lado, y tira de mí a su pecho. Me recuesto en él, y me siento feliz y en paz. Aquí nada puede dañarme, absolutamente nada.

–Dime qué pasa, cielo –pide a la vez que acaricia mi cabello.

Suspiro antes de mirar sus ojos pardos. –Estoy perdiendo el norte, papi, y lo peor, no sé si quiero encontrarlo.

–Habla con tu viejo, gatita.

Escondo mi rostro en su cuello y le cuento todo. Me dejo algunos detalles relacionado con las actividades qué hace Guerrero y su familia, y lo que pasó entre nosotros ayer. Un papá nunca querrá saber esas cosas.

–Ya veo –susurra cuando termino–. Ese chico te gusta, ¿no? –Asiento, sería una idiota si tratara de negarlo–. ¿Lo quieres?

–¡No! –exclamo asustada–. No lo quiero, no podría… ¿lo quiero? –le pregunto a mi papá, sin saber si quiero conocer la respuesta o no.

Papá besa mi frente. –Eso te lo tienes que contestar tú misma, gatita.

Suspiro. –Temía que dijeras eso –mascullo.

Papá ríe antes de besar mi frente una vez más. –Iré ayudar a tu mamá en la terraza. Si seguimos esperando que ordene antes de prender la parrilla, almorzaremos en la noche. ¡Esa mujer se distrae muy fácil!

Sonrío. –Mamá es así.

Papá me guiña un ojo. –Lo sé, es perfecta.

Veo por la ventana como papá toma a mamá por la cintura y le da un beso tierno en el cuello antes de levantarla al estilo nupcial y girar con ella. Ambos ríen cuando se detienen, y luego se besan.

Suspiro. Siempre he querido tener algo así, pero no es tan fácil conseguirlo como lo imaginé. Mis elecciones de hombres dejan mucho que desear.

Y parece que cada vez empeoro más, pienso.

Aún recuerdo ese miedo que sentí al lado de Cristóbal, pero también recuerdo lo segura que me sentí ayer cuando me salvó… ¡Que contradicción de hombre!

Debo tomar una decisión respecto de mi trabajo, pero todavía no me siento lo suficientemente fuerte para hacerlo. Por eso corrí a mi casa que es el único lugar dónde siempre me he sentido a salvo, pero ni siquiera aquí, en mi santuario, he podido olvidar a Guerrero. Es como si estuviera grabado a fuego tras mis parpados.

¿Estará con una mujer en este momento?

Entierro mis uñas en las palmas de mis manos para evitar llorar. No puedo soportar ni siquiera imaginarlo con otra. Me duele, duele demasiado.

¿A quién trato de engañar?, ¿a mí misma?, ¿no es eso lo más patético que existe? Respiro profundamente y acepto la verdad.

Me estoy enamorando de Woody, de sus cambios de humor, de sus contradicciones, de su violencia y de su ternura, de todo él.

¡Alguien máteme, máteme ahora!

De todas las estupideces que he hecho en mi vida, que han sido muchas, esta se lleva el premio gordo a las malas ideas. Es muy autodestructivo, y no soy así. ¡Odio ser así! Pero no puedo evitarlo, cada día que pasa lo quiero más.

Debo poner distancia entre los dos. Hago una mueca por el dolor que me provoca pensar en no volver a verlo, en no ver su sexy sonrisa, no ver la vulnerabilidad escondida en sus hermosos ojos verdes, en no sentir su tacto, en no saborear sus besos, en no disfrutar de su calor, de su olor y de su cercanía.

–¡Ya basta, Fer! Compórtate como una mujer –me ordeno.

Esto debe detenerse ahora mismo. Debo renunciar y aceptar las consecuencias. Venderé todo lo que tengo para devolverle a ese hombre hasta el último peso. Aceptar este trabajo ha sido el peor error de mi vida, pero ya es hora de que lo enmiende.

Debo recuperar mi vida, restaurarla hasta el punto antes de Guerrero, como si de mi computador se tratara. Y aunque duela, es lo mejor. Estoy segura.

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