Capítulo 16 Orfeo Munteanu

Terminó de quitarme la ropa y se quitó la suya. No sabía por qué continuaba diciendo eso, que era suyo, era como si yo le perteneciera y él se lo creía. Cerré mis ojos y gemí de dolor, él era rudo, besándome y moviendo mis piernas. ¿Iba a forzarme? Mis lágrimas habían parado de salir, pero el sentimiento perdurable, no me gustaba que Yoshiro hiciera esto a la fuerza. Yo lo amo y quería que lo entendiera. ¿Por qué habla como si yo ya hubiera hecho algo malo? Sus ojos penetrantes estaban fusilando, evitaba que yo pudiese apartar la mirada a otro lado. Él se quejó por cómo entró, le gustaba, pero seguía enojado conmigo.

—¡Dios...!

Cerré mis ojos y una lágrima escapó, estaba doliéndome todo mi cuerpo. Él embestía sin parar, sin descanso alguno y yo estaba a punto de desmayarme de nuevo.

—Y-Yoshiro..., lo siento.

Orfeo Munteanu

Hice un camino de besos por la espalda ancha y morena de Yoan, para luego llegar hasta su clavícula y morderlo.

—¡Orfeo! Oye.

Sonreí para mis adentros. Yoan Patel, este sexi vampiro de origen hindú es mi preferido; sin embargo, él es como un robot. Siempre cumpliendo mis órdenes sin importar las que fueran. Jamás recriminando o protestando, aunque sean misiones suicidas.

—Lo siento, es que tu piel chocolate me enloquece.

—Eres un travieso.

Me tomó de la cintura y me acostó debajo de él. Le encanta tener el control, incluso siendo solamente uno de los tantos peones del rey.

—Entonces, ¿Aren esta vez? ¿Seguro no lo echará a perder? —expresó con duda. A lo que yo negué y procedí a acariciar las finas líneas de su mandíbula.

—Definitivamente, sucederá lo que yo quiero. Se conocen desde antes y es una verdadera coincidencia.

—¿Y si no lo hace? ¿Qué sucederá si conoce a su alma gemela? ¿Eso no detendrá tu plan?

—No lo hará, Aren es un vampiro completamente incapaz de amar, ya lo verás.

Me deslicé finamente para tenerlo tan cerca de mí, que nuestras narices se toparon.

—La probabilidad es casi nula, su alma gemela puede que aparezca hasta después que él muera, mientras tanto nos servirá para el plan, solamente es cuestión de tiempo.

El tema de las almas gemelas, sobre todo los que tienen ese derecho, terminan enloqueciendo sin encontrarla. Yo no tengo una, nadie de los vampiros de este castillo han encontrado la suya; no obstante, eso no detiene al rey vampiro. Necesito que Aren cumpla con mi plan, sin que él se dé cuenta de que todo ha sido obra mía.

—En caso de que falle la misión, ¿irías a completar su tarea? —pregunté con sensualidad. Yoan se derritió ante mí, siempre tan obediente.

—Haré cualquier cosa que me pidas, mi príncipe.

—Basta, me harás sonrojar. Y no soy príncipe, solamente soy el secretario del rey.

Un puesto bastante alto, sin duda, tiene sus desventajas, pero las ventajas son increíblemente poderosas.

Nosotros vivimos escondidos de los humanos, pero hace siglos éramos tan libres como las aves. Los humanos nos temían, nos respetaban y hacían cualquier cosa por nosotros. Fue cuando comenzó la época de la tecnología, los inventos que poco a poco fueron renovándose, hicieron que nos fuera imposible continuar nuestra forma de vida. Si queríamos seguir viviendo y alimentándonos de humanos, debíamos ocultarnos, aunque eso es una molestia a fin de cuentas. Somos una especie superior, más poderosa, inmortal…, pero ya no más. Lo poco que queda de nosotros, son nuestras costumbres y ciertas zonas en donde podemos caminar libremente. El rey vampiro se encarga de cuidarnos y hacer valer cualquier regla, a pesar de que es un verdadero papanatas. Si esta misión es tan exitosa como todas las demás, es posible que el desertor de Yoshiro deba volver. Deseo con ansias que eso suceda, será lo mejor para todos.

Yoshiro

Estaba perdido en mi rabia que ignoraba cada una de sus palabras, la imagen de él besando a ese hombre me hacía enojar de nuevo, no podía evitarlo y menos detener mis movimientos, si no era a las buenas, sería a las malas, él era mío. Hasta que su voz perdida me distrajo, se veía mal, bastante, ¿lo había lastimado?

—Maldita sea…—me queje antes de salir de él desatando sus manos, pero no su cuello—. Eres una molestia. Voy a salir y cuando vuelva espero puedas complacerme ya.

Lo miré un momento antes de salir azotando la puerta. Estaba agitado, manteniendo una mueca en mi rostro, abrochando mi pantalón, él había cambiado tanto, ¿era culpa del nuevo tipo de vida? Veo que ahora, los chicos tienen más libertades. Antes solo teníamos que señalar a quien queríamos para tenerlos en nuestro poder, sin importar de quién se tratase, si era un chico o chica, rico o pobre, príncipe o esclavo. Nuestra palabra era la ley, todos respetaban a los vampiros, pero al paso de los años fuimos desapareciendo y prefiriendo el anonimato por muchos motivos. Creo que ese fue nuestro principal error, ser tan indulgentes con los humanos, quizá deberíamos volver al mundo para que comiencen a respetarnos.

Y otra idea venía a mi mente. ¿Acaso ya no era guapo? Ese maldito me las iba a pagar, ese vampiro de cuarta había tocado a mi chico. Siempre cambiaba de cara en cada reencarnación, era como si el cuerpo se recuperara, pero mi rostro sufriera un gran daño, sin embargo, cuando revivía, podía percatarme de que mi cuerpo era idéntico, con los mismos lunares, más no cicatrices. Mi cara era agradable a la vista, todos tenían que verme y enamorarse de mí y supongo que sé la razón. Mi pareja de por vida, también se enamoraba y así era mucho más fácil tenerlo en mi poder, lo mismo sucedía con las reencarnaciones de Makoto. Después de que mi pareja nacía, me tomaba un poco menos de dos décadas encontrarlo y la razón es una muy sencilla: su sangre me llamaba desde miles de kilómetros, sin embargo, no era tan fácil dar con él, tenía que esperar hasta que cumpliera al menos 17 años para que su olor fuera lo suficientemente fuerte para hallarlo. Siempre era urgente beber su sangre, aunque sea una vez, si no, será un gran problema hallarlo de nuevo. Era por eso que me enojaba siempre, después de recorrer todo el mundo, resultaba que nunca quería estar conmigo ni hacer todo lo que yo quería por las buenas. Jamás he sabido por qué. Ya, necesitaba calmarme.

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