Capítulo 8

Ariadna;

Después de aquel apasionado beso no logré pegar el ojo en toda la noche Proyectarlo en mi mente a cada momento hacía que mi piel se erizará y que las ganas de dormir se esfumaran.

Eran ya las 7:30 a.m y los rayos del sol se estaban propagando por toda la mansión haciéndola ver encantadora y brillante.

Antes de que tuviera que venir Juan a llamarme para que bajara a desayunar decidí levantarme y arreglarme para estar lista a la hora del desayuno.

Ya estaba lista, me había puesto unos vaqueros oscuros, una blusa de manga larga de un tono rosa fusionado con blanco y unos tenis.

"Toc toc toc"

—¿Sí? —pregunté mientras amarraba mi larga y abundante cabellera en una coleta.

—Señorita Ariadna, ya puede bajar a desayunar —escuché la suave y refinada voz de Juan.

—Ya bajo, no me demoró —le dije mientras le daba la última vuelta a la moña negra.

—Bueno. —Y sin decir más se fue.

Luego de amarrarme el cabello bajé al comedor donde estaban Elena y Susana, las saludé amablemente con una sonrisa.

—Buen día, Ariadna —me dijo Susana sonriendo.

—Buen día —dijo Elena con un pequeño asentimiento.

Se me hizo extraño no ver a Harry, y cómo toda buena prometida al acercarme a la mesa mire a Juan, quién estaba parado al lado de la mesa y le pregunté:

—Juan, ¿y Harry?

—El señorito Harry sigue durmiendo —me contestó tranquilamente.

—Gracias.

El desayuno fue algo agradable con la compañía de Susana y algo incómodo con la penetrante mirada de Elena. Ahora que analizaba a Elena, entendía de quién Harry había heredado esa mirada que podía intimidar a cualquiera.

Al haber terminado de desayunar me dirigí a la habitación de Harry. Necesitaba saber si se encontraba bien. O tal vez solo quería verlo. Llegué a su habitación y toque dos veces. Nadie contesto. Volví a tocar y nadie abrió. Me empecé a alterar, pero no quería hacer precipitaciones. Trate de abrir la puerta pero tenía seguro.

Usando el método más fácil para entrar a la habitación de Harry y ver cómo estaba, entré por la puerta que unía nuestras habitaciones.

Al entrar a la habitación giré mi mirada hacia la cama donde se encontraría Harry. Vi un montoncito de cobijas temblando. Me acerqué con un paso lento pero seguro.

—¿Harry, estás bien? —le pregunté mientras tocaba por encima de las cobijas.

No hubo respuesta.

Sin tener tanta paciencia le quité las cobijas de encima y enojada dije:

—¿Por qué carajos no contestas? ¿Crees qué... —me interrumpí al verlo acurrucado y temblando.

Con mi mano derecha toque la frente de Harry. Al tocar su frente y sentir que estaba caliente supe que tenía un resfriado.

—Lo... cof cof —tosió—... siento... —fue interrumpido por una fuerte tos.

—Tranquilo, no te preocupes —le dije mientras volvía a cubrirlo con las cobijas que hacía unos minutos le había quitado—. Quédate aquí, ya vengo.

El asintió con la cabeza temblorosamente.

Salí rápidamente de la habitación y me dirigí a la cocina, para pedirle a las empleadas que hicieran un caldo de pollo. Al pedirles el favor ellas se pusieron en ello rápidamente. Luego pregunté a una de ellas sí sabía dónde estaba Juan, el mayordomo.

—De seguro debe estar en el jardín —me contestó una.

—Gracias.

Salí de la cocina y fui hasta el jardín para encontrar a Juan. No tuve que buscar tanto, pues estaba al lado de la pileta hablando con un hombre que supuse era el jardinero por el mono y peto que tenía puesto.

—Buen día —saludé a los dos hombre amablemente—. Espero no interrumpir nada.

—Oh, señorita Ariadna —dijo Juan—. Por supuesto que no.

—Señorita —dijo el hombre que estaba junto a Juan—, buen día.

—Juan, me gustaría hacerle una pregunta.

El hombre junto a Juan entendió que era algo privado y educadamente se retiró.

—Digame, señorita.

—¿Sabe dónde hay un botiquín?

—¿Se encuentra enferma, señorita? —me preguntó, sorprendido.

—Emmm... yo no... Es Harry.

—¿Él señorito Harry se encuentra enfermo? —Asentí con la cabeza.

—Tiene fiebre.

—Sigame.

Lo empecé a seguir y llegamos hasta una habitación pequeña. Juan empezó a esculcar y en unos segundos ya tenía el botiquín en sus manos y saco un jarabe.

—Dele una cucharada de jarabe. —Asentí y cogí el jarabe—. Y haga que se lo tomé —le escuché murmurar. Pero sin darle mucha importancia a lo que había dicho me fui.

Subí a la habitación de Harry con una bandeja en la cual había un vaso de agua, un jarabe para la tos, termómetro, vinagre y pañuelos para colocarlos en su frente y que su fiebre bajará un poco.

Me acerqué a él y lentamente le quité las cobijas hasta dejarlas en su pecho.

—Te he traído agua, unas pastillas, pañuelos, vinagre y el termómetro. Y también un jarabe para la tos —dije mientras ponía la bandeja en la mesita que había al lado de su cama.

—Ash... No me lo pienso tomar —gruño. Ahora entendía porque Juan me había dicho: «Y haga que se lo tomé.»

—Tienes que tomártelo. Te hará sentir mejor.

—Pero sabe asqueroso —replicó, mientras se sentaba en la cama.

Reí ante lo que dijo y él me miró con una mirada de seriedad.

—Eres como un niño —le dije, riendo.

—De eso nada. Dame eso. —Agarró el jarabe y empezó a beber directamente de la botella, era más que obvio que se quería hacer el fuerte.

—¡Harry! Se supone que hay que medir la toma primero —exclamé en una reprimenda.

—¡Assss! ¡Maldita sea! —se quejó gruñendo y haciendo una expresión que me pareció tierna—. Sabe horrible. —Me pasó el jarabe.

Me volví a reír y él se puso la almohada sobre la cara, enfadado. Parecía un niño, era tan lindo, tan tierno, el que no se quisiera tomar el jarabe lo hacía ver demasiado tierno.

Dejé el jarabe en la bandeja que estaba al lado de la cama. Me di la vuelta para irme, luego voltee y vi que Harry estaba medio dormido. Solo necesitaba descansar y luego estaría mejor.

—Te dejo todo aquí. Ahora solo necesitas descansar, ¿de acuerdo? —Me incliné hacia él y le puse una mano en la frente, aunque sabía que el resfriado seguía igual, solo quería estar segura.

—Ariadna... —murmuró con una pequeña sonrisa en su rostro. Abrió sus negros ojos y me miró—. No me dejes solo.

—Necesito que descanses.

—Quiero que te quedes conmigo... ¿Por favor?

Me lo pidió con un tono de voz irresistible, dudé desde el principio, pues tenía que descansar para poder mejorarse. No me pude negar, realmente si era sincera yo también quería quedarme con él.

Decidí aceptar.

—Vale, me quedo contigo. Pero tienes que descansar, ¿lo prometes? —Me senté en el borde de la cama al lado de Harry.

—Lo prometo. ¿Me hablas sobre algo?

—¿Hablarte? ¿Sobre qué? —pregunté, sorprendida.

Se tapó los ojos con el brazo como si estuviera apenado por algo.

—Sobre cualquier cosa. Háblame sobre tu vida. Me gusta el sonido de tu voz...

Harry Gabbana, mi jefe por un año, un hombre guapo, serio y con un poco de malicia seductora, ¿me estaba pidiendo a mí, a Ariadna González, que le contara algo de su vida? ¿Y qué le gustaba el sonido de mi voz? Creo que tendría que estar soñando. Me pellizque para ver si era otro sueño.

¡Auch! me quedé ante el pellizco que me di.

—Bueno, emmmm... —pensé por un momento que contarlé—. Cuando estaba pequeña, creo que tenía unos nueve o diez años, en fin no importa. Cuando estaba pequeña, siempre que me bajaba del bus escolar, fuera en mi casa o en el colegio siempre me golpeaba la frente con un poste, que por desgracia en el colegio y en mi casa había uno. —Él soltó una pequeña risita.

—¿Tú misma te golpeabas? —me preguntó, aún con el brazo encima de sus ojos.

—No, en ese entonces creí que era una maldición. —Sonreí—. Pero ahora que estoy grande y lo pienso, creo que era porque siempre que me bajaba del bus iba pensando que comería, si era en el colegio iba pensando que me había empacado mi mamá de refrigerio... y si era en la casa iba pensando que habría de cena. —Volví a sonreír recordando cuando apenas era una niña que disfrutaba de la vida, que hacía tonterías, jugaba con sus amigos y vivía con sus padres—. Pero el caso es que casi siempre me golpeaba, era la burla de mis compañeros.

—Pobre honey —me dijo con un tono apacible y tierno.

—Oyeee, prometiste que si te contaba algo te dormirás —lo regale suavemente.

—Pero no tengo sueño. Por favor, cuéntame algo más.

—Pero es lo último y te duermes, ¿lo prometes? —Él asintió con la cabeza.

—Dicen que los cumpleaños es el día en el que todo se debe disfrutar al máximo. Pero eso no fue lo que pude hacer yo en mi décimo primer cumpleaños...

—¿Por qué? —fui interrumpida por él.

—Porque ese día amanecí enferma. Lo triste no fue amanecer enferma, fue que el salón, el vestido, la comida y todo lo que mi padre había alquilado no lo hubiera podido usar. —Hizo una pausa recordando aquel día en el que tuve una gripe que duró tres días—. Pero no todo fue tan malo. Para que nada se desperdiciara le dije a mi padre que le diera todo a la hija de una señora que trabajaba para nosotros, que también estaba cumpliendo once años.

—¿Y acepto?

—Por supuesto. Al saber que ella lo había recibido con mucha alegría, yo también me sentí feliz. Aquello es algo que no podré olvidar.

—Fue un lindo gesto de tu parte honey. Pero... ¿qué pasó con tu gripe?

—Ah, eso. Dure tres días con gripe y fiebre, pero mi mamá me cuidó, las tres noches que dure enferma fue a mi habitación, me llevaba tarta de fresa y me cantaba una canción para que me durmiera.

—Seguro la mantenidas engañada, ¿no, honey? —No respondí nada, porque era cierto, a veces hacía eso, la mantenía engañada, pero no era una mala hija.

—Me alegro que tu infancia fuera feliz honey. —Quitó el brazo de sus ojos—. Mi madre no hacía eso, quien lo hacía era mi padre, pero... murió —su voz sonó ronca y triste.

—Yo... lo siento.

—No te preocupes honey...

Volví a mirar a Harry y ví que estaba medio dormido, hablar debió servir de algo. Con mis manos retire un par de mechones que habían caído en su rostro y cariñosamente peiné su cabello con los dedos. Eran tan suave, cálido y muy sedoso. Para mí que un hombre tuviera un cabello bien cuidado lo hacía ver demasiado sexy.

Harry abrió los ojos y yo rápidamente retiré mi mano de su cabello, pero el volvió a tomar mi mano, al sentir su cálido toque sentí un cosquilleo en mi estómago.

—¿Me cantas una canción? —con el pulgar de su dedo empezó a acariciar mi mano, haciendo que me mortificará y que me bloqueará.

—Yo... no canto muy bien...

—Por favor cantame algo... además, tú voz es muy linda honey.

¿Por qué? ¿Por qué hacía eso? No entendía que si lo hacía haría que me costará pensar y que me confundiera.

—Vale... pero te dormirás, ¿oíste? —dije rápidamente.

Traté de tranquilizarme aunque fue casi imposible, mi corazón latía al mil, mis pensamientos estaban en shock, mi cuerpo estaba demasiado tenso y sentí un profundo cosquilleo recorrer mi cuerpo.

Empecé a cantarle una vieja y linda canción que mi mamá me cantaba hace muchos años. Tal vez no me saliera tan bien como a ella pero al menos la letra no se me había olvidado.

Canté aquella canción y al terminar vi que estaba profundamente dormido. Parecía un niño en el cuerpo de un atractivo hombre.

Estaba sorprendida. Hoy había conocido una parte de Harry que jamás hubiera creído que conocería, aunque parecía un hombre con una vida perfecta, no lo era. Tenía penas, dolores y secretos. Secretos que yo quería conocer, dolores que yo quería curar y penas que quería escuchar.

Una palabra se cruzó por mí mente: «amor».

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Comments

Marquelda Flores

Marquelda Flores

Qué lindo este capítulo!

2024-01-26

0

Sandra Vasquez

Sandra Vasquez

por que le dice honey?

2023-06-27

0

Blanca Cecilia Castañeda Rios

Blanca Cecilia Castañeda Rios

porqué le dice honey????

2022-10-06

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