Capítulo 16 EL AMANTE

Mauricio Lombardi

Así que esas tenemos pensé. Ni ella ni nadie me da órdenes ni me pone límites, salvo mí padre gritó mí conciencia.

-Oye, ¿Quien es el que estaba con nosotros en el altar?

-Mi mejor amigo, ¿Te interesa?

-Es guapísimo, tu no puedes negarlo, no sé cuál sea tu tipo pero él es más bien del estilo universal

-¿Estilo universal?

-El que le gusta a todo el mundo sea del sexo que sea porque está como Dios manda

Cuando iba a decirle que era una desvergonzada por fíjarse en mí mejor amigo cuando no llevamos ni una hora de casados llegamos a destino y me tragué mis palabras para no acabar discutiendo. Bajé del auto y le ofrecí mí mano para ayudarla a bajar pero salió sola peleando con su vestido.

Entramos a la fiesta donde comenzó con la mirada a buscar a alguien, seguramente a quien llamó por teléfono minutos antes y sonrió en dirección a un hombre de cabello rojo que resaltaba en el salón ya que era el único con esa tonalidad de cabello. De lo que estaba seguro era de que yo jamás lo había visto en mí vida.

Cuando acabamos de saludar a quienes se acercaban a nosotros que eran los amigos de mí padre y algunos de los de ella mí esposa desapareció para ir a abrazar a aquel tipo.

Me acerqué a ellos ya que no faltó quienes murmuraban cosas acerca del exceso de cariño de ellos.

-Hola- dije a espaldas de ella

-Hola- dijo el pelirrojo pero siguió enfrascado en su conversación

-Mauricio te presento a Martín. Martin éste es Mauricio Lombardo

-No es Lombardo, es Lombardi

-Es lo mismo, sólo cambié una letra. Él es mí mejor amigo pero te aclaro que tiene novia

Ellos rieron y yo comprendí que me había dicho aquello porque piensa que soy gay, nunca me sentí más humillado en mí vida pero era consciente de que yo me lo había buscado.

Nos sentamos a comer en un ambiente tranquilo con música clásica y ella miró con fastidio cada opción de menú. Las porciones eran pequeñas porque es así como comemos la mayoría de las veces, un menú cinco estrellas.

-Ya entiendo por qué están todas tan flacas- murmuró enojada y siguió comiendo con disgusto

Su amigo la miraba y se reía en la distancia y el mío hacía lo mismo pero con la diferencia de que estaba en una mesa más cercana.

Luego Allegra comenzó a textear sin parar y su amigo hacía lo mismo. Ajenos de todo lo que estaba sucediendo. El encargado del sonido nos invitó a la pista de baile para compartir la primera canción como marido y mujer. De mala gana ignorando mí mano extendida se levantó y caminó hacia el lugar.

La tomé de la cintura y de su mano y comenzamos a balancearnos al ritmo del vals. Luego fuimos bailando con todos los que se acercaron. Ella le hizo señas a su amigo cuando su padre se acercó para bailar y el la rescató dejando al señor apretando los puños parado.

Perdí de vista a mí esposa después de eso, no estaba por ningún sitio hasta que la música cambió abruptamente por una demasiado movida y bailable, algo impropio de las celebraciones de nuestra sociedad. Ella apareció en ese momento pero ya no llevaba el vestido de la iglesia, sino que otro que le daba más libertad de movimiento y además mostraba parte de sus piernas.

Su amigo se la llevó a bailar, sólo unos pocos se atrevían a moverse con semejantes canciones sonando pero ella se sacudía de aquí para allá sin importarle quienes la miraban.

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