Capítulo 3

Rápidamente reanudo mi labor y termino de curar la herida lo mejor que puedo.

-Ahora qué hago para que se tome el paracetamol- me pregunto, mientras veo su rostro un poco más relajado ahora que no estoy tocando sus heridas. El paracetamol, aunque no es un medicamento muy efectivo ¿debería bajar la fiebre? Eso creo…

En la tapa de una de las botellas, hago picadillo una de las pastillas con la punta de las tijeras y luego vierto un poco de agua. Creo que servirá. Cuando el líquido está mezclado con la pastilla, la llevo hacia la boca de Rillen. –Abre, pequeño- pido, abriendo con una mano un poco su mandíbula y vertiendo un poco del líquido en su boca. Rillen tose y bota la mayoría, pero pienso que algo logró ser tragado. Limpio el costado de su boca y me siento a su lado.

Creo que ya es hora de irme, oscurecerá pronto. Pienso, mirando alrededor. Es otoño después de todo y los días han empezado a hacerse más cortos y el frío pronto llegará. Mañana tengo que traer un par de mantas. Pienso. Luego, recojo todo lo sucio y lo hecho en la bolsa plástica, también oculto el bolso con el resto de las cosas.

En mi camino de vuelta paso por la farmacia para comparar más vendajes y cualquier cosa que creo que pueda faltarme, ya que pienso ir en la mañana a revisar sus heridas. También paso por dulces para mi hermana pequeña.

-Ya llegué- aviso nuevamente.

-¿Qué te demoró tanto?- pregunta mi madre.

-¿Una amiga me pidió ayuda?- respondo, pero es más una pregunta.

-¿Tienes amigas?- pregunta sorprendida, luego dándose cuenta de que puede ser grosero preguntarlo así, se corrige -¿Qué te pidió?

-Nada importante, sólo ayuda para pintar el interior de su casa. Así que estaré un poco ocupada estos días- improviso. En realidad ella tiene razón, no tengo amigos. No desde que me di cuenta de que todos los que llamaba así, en realidad se reían a mis espaldas o me tenían pena, no importa cuál de las dos, ninguno de ellos tuvo la decencia de decirme que estaba haciendo el ridículo y haciendo una burla de mí.  

-No te distraigas de más, recuerda que debes volver al trabajo en una semana- me recuerda mamá.

-Lo sé- aprieto mis dientes con rabia. Junto con dejar a mis amigos, también dejé temporalmente mi trabajo. No podía estar más allí, así que tuve que pedir mis vacaciones.        

 Después de comer cuando llegó papá y luego de bañarme, por fin estoy en la cama. La cosa es que… No puedo dejar de pensar en Rillen.

¿Estará bien? ¿Sentirá mucho dolor? ¿Tendrá frío? Debe tener frío.

-Seguro que tiene frío- me acomodo hacia el otro costado, sin poder quedarme tranquila, mucho menos dormir.

¿Qué pasa si está tiritando y sufriendo por sus heridas al no tener cobijas?

¿Y si mañana lo encuentro muerto? 

-Mierda- me siento en la cama, horrorizada con ese último pensamiento. Enciendo la luz y voy hacia la ventana, abriéndola. Definitivamente hace frío.

Miro la noche estrellada, dándome cuenta de que mi conciencia no me dejará dormir tranquila, si es que no hago algo. Trago saliva, pensando en ir hacia allí de noche, pero me armo de valor.

Me visto y pongo una capucha sobre mi cabeza. Cargo un par de mantas  y consigo una linterna pequeña, la que tengo sólo en caso de que se corte la corriente eléctrica.

Después de coger el celular, salgo lo más calladamente y bajo las escaleras. La casa es una casa de dos pisos, un poco vieja, como la mayoría del pueblo. Y aunque cruje al caminar, todos estamos demasiado habituados a ello, por lo que nadie despertará.

Abro la puerta principal, ya que es la que se encuentra más lejana al cuarto de mis padres, no así la puerta trasera. Una vez abierta, salgo, soltando un respiro después de dejar la casa atrás.

Caminar por el pueblo pasadas las once de la noche no es ningún problema, ya que hay iluminaria, el problema real empieza cuando me interno en el parque, esta vez yendo por el sendero. Cada pequeño sonido me hace apuntar mi linterna hacia allí y el miedo de que algo aparezca a mi espalda, no es una broma.

Hago el camino trotando, casi corriendo, deseando ya estar junto a Rillen y que este esté justo como más temprano y no se haya convertido en un monstruo con la noche.

Maldita imaginación… Y maldita preocupación que no me dejó quedarme en casa.

Cuando llego el lugar donde lo dejé y veo su bulto casi en la misma posición, por fin puedo estar más tranquila y olvidarme un poco de la oscuridad y los ruidos de alrededor.

-Hola, pequeño- digo, saludando como saludo a mi hermana. Es casi una costumbre llamar así a todos los que son importantes para mí. No es que él lo sea, pero simplemente me sale de manera natural. Aunque es todo menos pequeño.

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Comments

Alba Hurtado

Alba Hurtado

quién será que no le haga daño

2025-01-15

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