Capítulo 2

AMELIA

El exceso de alcohol de la noche anterior me está pasando la cuenta, la jaqueca que me atormenta en este momento amenaza con enviarme de vuelta a la cama. Camino por el pasillo que lleva directo hacia mi oficina, mientras el sonido de mis tacones al chocar con las baldosas va retumbando con fuerza en mis oídos. Solo espero que las gafas de sol que llevo puestas cubran las horrorosas ojeras que observé esta mañana en el espejo.

Los empleados cuchichean entre sí creyendo que no me entero de nada de lo que hablan, pero están equivocados, yo siempre lo sé todo. Cuando me convierta en la reina de esta compañía, rodarán muchas cabezas. Se enterarán de quién es la verdadera Amelia Moore, en algún momento me convertiré en la bruja que todos dicen que soy. Mientras tanto, continúo alargando la lista de mis posibles enemigos.

En mi oficina Rafael me espera con una taza humeante de café recién hecho, encima del escritorio - como siempre, sobresale en lo servicial - el atuendo que lleva el día de hoy hace que se enciendan todos mis sentidos, se ve realmente guapo esta mañana.

- ¿Cómo durmió? - pregunta apenas crucé la puerta.

- La cabeza no deja de martillarme -digo masajeando mis sienes - Te dije que me detuvieras si veías que se me pasaba la mano con el alcohol.

- Lo intenté... pero usted dijo que no había llevado niñero - responde encogiéndose de hombros.

Me quito la chaqueta y la cuelgo en el respaldo de la silla, el vestido que llevo puesto, marca toda mi figura. Se ajusta a cada curva de mi cuerpo. Siento la mirada de Rafael sobre mí.

- ¿Cómo terminó tu noche? - pregunto después de varios segundos - ¿Tuviste relaciones con tu novia pensando en que era yo?

Se acerca y deja los papeles que tenía en sus manos sobre el escritorio. Toma mi brazo y me jala hasta su cuerpo, me encanta cuando toma la iniciativa. Cubre mi boca con la suya, sumergiéndonos en un arrollador beso, me toma entre sus brazos y me sienta sobre el borde del escritorio, lanzo al suelo todo lo que hay sobre él. Incluido el café.

Lo acerco con mis piernas hasta sentir su erección contra mi centro, que ya está húmedo y listo para recibirlo. Le quito la chaqueta mientras deposito pequeños besos sobre su cuello, permitiéndome sentir como se contraen los músculos de su cuerpo. Cada beso y caricia aumenta los grados en esta habitación. Levanta una mano para tomar mi cabello y enrollarlo, su agarre hace que mi cabeza se incline hacia atrás exponiendo mi cuello. Comienza a mordisquear cada espacio de piel, mis gemidos hacen que su pulso aumente y sus pupilas se dilaten.

Dejo de acariciar su torso para llevar mis manos directo hasta la cinturilla del pantalón, abro el botón y lo bajo junto a su bóxer. Me quita rápidamente las bragas y se posiciona cerca de mi entrada.

- Pídeme que lo haga - dice con voz ronca.

- ¿Quieres que te suplique que me folles? - pregunto jadeando.

- Sí\, dime que lo quieres y obtendrás todo de mí.

Lo observo y sé que le encanta darme órdenes mientras le suplico que me tome. Le gusta llevar las riendas de la situación, tener el control se vuelve su objetivo una vez que estamos juntos.

- Por favor\, te necesito ¡ya!

- Muy bien\, preciosa. Así me gusta.

Y sin esperar más, entra en mí con solo una embestida. Comienza a moverse más de prisa, sus embestidas son brutales, pero me gusta. Nuestras respiraciones van cada vez más en aumento, no dejo de gemir su nombre. Eso hace que ambos alcancemos el orgasmo en cuestión de minutos. Me siento exhausta, pero feliz.

Nos besamos por última vez, mientras sale de mi interior con cuidado.

No me equivoqué con respecto a Rafael, sabía que quería hacer apenas crucé la puerta; todo en él lo delataba, desde su postura tensa hasta la gravedad presente en su voz. Se acomoda la ropa sin dejar de observarme.

- ¿Quieres quedarte con mis bragas? -sonrío a la vez que las quito del escritorio para sostenerlas con un dedo.

Su respiración se acelera mientras se acerca nuevamente a mí, pero debo detenerlo, no tenemos tiempo para un segundo asalto; hay una reunión importante a la que asistir. Meto la diminuta prenda en uno de los bolsillos de su pantalón y lo beso una última vez, antes de que el teléfono interrumpa.

- Señorita Amelia -escucho la voz de Teresa al otro lado de la línea -Ya todos están aquí\, solo la esperan a usted para dar inicio a la reunión.

- Voy enseguida - digo mirando a Rafael que está recogiendo los documentos esparcidos por el suelo.

Me acerco hacia el espejo que está al final de la oficina para apreciar mi aspecto, tengo las mejillas sonrosadas y mis labios están levemente hinchados por la brusquedad de los besos. Mi piel está radiante como siempre después del sexo. Si alguien me viera en este momento se daría cuenta enseguida de lo que he hecho, pero eso es exactamente lo que quiero que vean. Una sonrisa aparece en mi rostro. Mi padre me lo agradecerá luego.

Rafael me espera ya en la salida, ambos sonreímos y nos dirigimos hacia la sala de reuniones.

Al ingresar tengo todas las miradas sobre mí, miradas que se trasladan desde mis ojos hasta el resto de mi cuerpo; creo que este vestido fue la mejor opción, estarán concentrados en otra cosa mientras juego con sus mentes.

- Señores - digo al acercarme a la mesa rodeada por los hombres más poderosos y ricos del país.

Camino hasta situarme en la cabecera de la mesa, justo al lado de mi padre, que mantiene una mirada de diversión en su rostro. Sabe el efecto que su hija causa en los hombres y siempre se ha beneficiado con ello. Los últimos negocios se han concretado únicamente gracias a mí y mi gran habilidad para manipular.

Mi padre es el hombre más despiadado y cruel que he conocido nunca, a veces creo que no tiene escrúpulos; acaba con todo aquel que considera enemigo en un abrir y cerrar de ojos. Pero, sé perfectamente que soy su favorita, me lo demuestra a su manera.

Me he pasado toda la vida tratando de obtener su aprobación, mientras mi madre se la pasa viajando y conquistando al mundo -como suele mencionar cada vez que regresa de uno de sus viajes - mis hermanos son su reflejo, ninguno ha estado tan interesado en esta compañía como lo estoy yo. Ninguno ha querido pelear la cabecera de esta dinastía y eso es muy bueno para mis planes.

Me siento y esbozó una sonrisa cargada de arrogancia, mi padre se recuesta en la silla y esa es la señal para que comience el juego.

- Bueno\, me alegro de que todos estén aquí - menciono aun sonriendo.

- No estamos todos - dice Guillermo Blas\, quién se ha incorporado recientemente a este círculo “Un nuevo rico” como se conoce - Falta Joaquín\, ¿no es así? - pregunta\, esta vez mirando al resto de los presentes.

- Mr. Thompson... ha tenido algunos problemas últimamente\, problemas que solo nos traerán dolores de cabeza. Ni siquiera se ha dignado a aparecer por su casa y darle cuentas a su mujer - respondí sin inmutarme.

- ¿Y no le vamos a brindar ayuda? - pongo los ojos en blanco mientras centro mi atención nuevamente en él.

- Aquí no hacemos caridad. Si tú quieres entregarle tu dinero a ese "pobre hombre"\, adelante. Pero\, ten presente que lo jugará y tomará en cuestión de días. Las apuestas lo llevaron a esta situación\, situación en la que ninguno de nosotros quiere verse involucrado.

Su mirada es perpleja, en realidad no sé qué esperaba que hiciéramos. Pero, si cree que alguno de nosotros moverá un solo dedo para ayudar, está totalmente perdido. Joaquín no ha sido nada más que un impedimento para avanzar hacia nuestros objetivos, que son: tomar el control de la ciudad e incluso del país. Sus vicios y afición por el juego nos pondrán a todos en el ojo público. Varios de los hombres sentados aquí, trabajan en el gobierno y son dueños de empresas tan prósperas como la de mi familia. Dueños de casi todo el continente. Eso perjudicaría enormemente a su imagen.

- Pero... - Vuelve a mencionar Guillermo.

- Lo que la señorita Moore quiere decir\, es que nadie moverá un solo dedo para salvar el culo de Joaquín. - dice Alexander Christou apretando los dientes.

Me mira una vez y sé exactamente lo que me costará su intervención. Le sonrió abiertamente, mientras me dispongo a explicar con exactitud porque los hemos citado tan prontamente.

Las palabras fluyen a través de mí, con una voz melosa que los va envolviendo poco a poco. Me levanto de mi silla y voy recorriendo el espacio que nos separa, mirándolos a cada uno a los ojos; muchos de ellos miran mis labios o incluso su mirada baja hasta mi escote, algunos son más atrevidos y miran directamente hacia mis piernas o el trasero. Puedo sentir la rabia que emana de Rafael, pero continúo hablando y detallando con claridad cada norma y ley que debe cambiar para nuestro beneficio.

Al terminar la reunión, todos se despiden sabiendo perfectamente cuál será su tarea en las próximas semanas. Hay mucho dinero invertido y ninguno quiere perder ni un céntimo. Observo como van saliendo de la sala uno a uno, después de despedirse con un apretón de manos.

Alexander es el último en irse, su mirada está cargada de insinuaciones. Es un hombre muy guapo y uno de los más poderosos del estado, como senador de la república tiene mucho poder; las personas se derriten por él, al igual que las mujeres. Lanza una última mirada en mi dirección antes de marcharse.

- Estuviste espléndida - menciona mi padre\, levantándose de la silla y caminando hacia mí - Me haces sentir orgulloso.

Esas simples palabras hacen que se me hinche el pecho, se posiciona frente a mí y besa mi frente.

- Espero verte en la cena\, hay algo de lo que debemos hablar.

Asiento una vez y se gira para salir de la oficina, dejándome sola con mis pensamientos.

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Comments

Maria Elena Maciel Campusano

Maria Elena Maciel Campusano

Lo dicho su padre es toda una "fichita", ella por lo consiguiente desea demostrar a su progenitor que está a la altura y es una persona capaz. Hay algo en esa invitación a cenar que intriga🤔🤔🤔

2024-07-09

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