Águila
Libardo había despedido repentinamente a las dos personas frente a él, con las que pretendía intercambiar información, con una calmada y extraña expresión.
Había estado alerta y vigilante en todo momento, mientras tomaba la carta como tapadera, observando el interior y la puerta del restaurante. Pero algo así podría pasar, ya que estaba con Libardo, un sujeto no muy normal que digamos.
Siguió sigilosamente la línea de los ojos de su amigo, topándose con un comensal de aura peligrosa y sutil, que se desbordaba través de sufría mirada.
Aquel estaba sentado en una de las mesas más solitarias, rodeada de casi la mayor cantidad de las plantas del local, tomando una bebida con sus finos dedos pálidos.
Observando un poco más se dio cuenta de que daba la impresión de repeler su alrededor, como si hubiera una barrera que impedía a los demás acercarse.
- Algo me molesta - Comentó su amigo sacándolo de su extenso escrutinio.
Si, a él también. Tenía la extraña sensación de haberlo visto, pero no recordaba dónde. Aquel sujeto no daba la impresión de ser olvidable, si no lo contrario.
Echo un vistazo a Libardo y lo encontró con los ojos cerrados sobre su carta, como si meditara la que iba a pedir entre la larga lista de aperitivos.
Estaba volviendo a hacer lo de siempre; leer la energía mental de aquel que le interesaba. A veces no le gustaba que hiciera eso, sobre todo con su persona.
Sin embargo, esa forma de investigación era muy rápida y eficaz; le ahorraba gran cantidad de esfuerzo y pérdida de tiempo.
Volvió su vigilancia hacia el sujeto para no perderlo. Sus pausados y lentos movimientos despertaron su instinto de alerta.
Ese sujeto era como un felino salvaje que se preparaba para saltar sobre su presa en su mayor momento de distracción.
- ¿Ya se fue del restaurante? - Pregunto la voz a su lado. Libardo no había abierto los ojos.
- No, aún está sentado, comiendo y mirando como si nada - Le corroboro.
- ¿Estás seguro? - Y luego continúo sin esperar su respuesta, hablando para si - ¿Acaso será del grupo de los genios? - Al final abrió los ojos y le dio otro vistazo con expresión confusa.
- ¿Qué pasa? - Estaba en máxima alerta, por si el sujeto se levantaba e intentaba algo contra su amigo.
- Nada, daré lo de hoy por perdido, es mejor no exponer a nadie, vamos a recorrer algunas tiendas, dicen que se pueden encontrar cosas interesantes - Se levantó del asiento.
Hizo lo mismo y le siguió, cubriendo su retaguardia. ¿Por qué quería ir a recorrer las aburridas tiendas?
Caminaron con pasó perezoso, como si tuvieran todo el día para ver toda aquella cháchara expuesta. Libardo no era molestando porque llevaba el glamur, en cambio él, era abordado por un montón de dependientes que querían hacerlo entrar a toda tienda que se acercara.
- ¿Nos está siguiendo o tiene la misma ruta en su agenda? - Comentó Libardo al aire como si nada.
Miro por el reflejo de un cristal y efectivamente caminaba despreocupadamente tras ellos.
- Deja que lo averigüe - Metió la mano en la bolsa de su pantalón y tecleo un mensaje corto, luego comentó - Nos separaremos en el siguiente torrente de personas, ya está todo preparado -.
Siguieron caminando como si nada, hasta alcanzar ese mar de gente que subía y bajaba en una boca estrecha.
Libardo se perdió primero y él se quedó recargado en una pared como si fuera esperar su vuelta.
El sujeto se quedó parado mirando ese cúmulo de personas, sin dar un paso más. Luego dio la vuelta y comenzó a caminar como si nada.
Espero hacer más grande el espacio y luego comenzó a perseguirle. Al observarle, se dio cuenta de que trataba de pasar lo más lejos posible de las personas a pesar de que las dependientas trataban de acercarse, que después de una mirada desistian.
Conforme caminaban las personas iban escaseando, hasta que ya no encontró ninguna.
Siguió la espalda hasta desembocar en un lugar que estaba terminandose por pulir los últimos detalles antes de ser abierto al público.
- ¿Está siguiéndome? - Una voz resonó en el vacío lugar - O ¿estás tras mi chica? -.
Aquel sujeto estaba recargado en una barandilla que separaba el lugar del vacío que se habría detrás, desde donde se tenía una hermosa vista de todo el centro comercial.
Tenía sujeta, con fuerza, a una chica rubia que le daba la espalda. Ella no emitir sonido alguno ni se movía. Su pelo se parecía la de . . .
El chico sacó una gorra oscura y se la puso con la mano libre, durante ese pequeño gesto una sonrisa se dibujo en su rostro. Recordó dónde lo había visto.
- Eres tú. . . .- Esa expresión en su mandíbula le trasladaron a un baño universitario.
- Oh, finalmente más has reconocido - Volvía a tener su mirada encima - Eres lento, tuve que darte una pequeña ayuda - Luego continúo con un toque de burla - ¿Piensas atraparme? Creo que eso no se va a poder, ¿verdad, pequeña chica? - Tomo el mentón y lo alzó para dejar ver el rostro que había estado escondiendo en aquel pecho ajeno.
Se sobresalto al reconocer el perfil. Era aquella rubia de ojos azules. ¿Por qué tenía que terminar siempre en medio de sus peleas?
Ella tenía los ojos cristalizados y una expresión de espanto. Su cuerpo gritaba silenciosamente por su ayuda, que él no dudaba en darle.
- Suéltala, ella no tiene nada que ver entre los dos - Quería ponerla lejos de su alcance.
- No lo creo, ella es mi seguro para que no vayas tras de mí - ¿Por qué aquel parecía sentir dolor si la que estaba en peligro era otra? - Una muerte más para mí no es relevante, pero ¿para ti? -.
¿Acaso esto había sido una trampa desde el principio? ¿Querían eliminarlo con un inocente?
Él era un guardaespaldas de la élite entre la élite. Su deber era proteger personas ultra ricas, cuidar que no le pasara nada, y de paso procurar que nunca, ningún inocente, resultase herido.
- Déjala ir y me olvidaré de ti - Hablo mientras intentaba dar un paso más cerca, de forma lenta.
Sin previo aviso la joven fue empujada con fuerza hacia el vacío. Su rostro desapareció en cuestión de segundos, reflejando el pánico.
- No - Gritaron ambos al mismo tiempo, desde distintos espacios, pero con el mismo sentimiento.
Volvería a tener dos opciones de nuevo, no era necesario pararse a pensar para saber que decidiría por ella. Qué importaba que fuera una parlanchina.
Corrió desesperadamente con grandes zancadas olvidando al otro y salto detrás de ella, hacia el fondo del centro comercial.
Un vacío le golpeó con enorme fuerza provocándole miedo, pero se recompuso con rapidez antes de que fuera tarde.
Atrapó la delgada mano en el aire y se sujeto a los barandales. Abajo, algunas personas que admiraban el centro comercial con la cabeza levantada, al verlos, gritaron de terror.
Esa mujer sí que era pesada o ¿serían sus huesos? Apretó con más fuerza para evitar que se le escapara. No iba a dejarle morir.
Miro hacia su rostro. Ella estaba aterrada como la vez anterior, mientras suplicaba con la mirada que no la soltara.
No era necesario que se lo dijera le salvaría.
Se impulsó con fuerza rápidamente e hizo que ella subiera primero. Con otro impulso rodó por el piso en el que habían estado hablando y respiro profundamente.
Ella se abrazo a él, temblando. Se veía tan frágil y vulnerable.
No pude evitar dejarla entrar a su corazón, sin percatarse.
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