Era fin de semana, día sin clases en la universidad, un descanso para su mente. La vista del amanecer era espectacular, bueno, si tenías un enorme cama en el último piso del edificio con ventanales que se alzaban del suelo al techo, con un control remoto para aclarar u oscurecer los cristales según tu preferencia.
Libardo miraba al sol alzarse, en tonos anaranjados de entre las lejanas montañas que parecían ser oscuras.
Reacomodo la cabeza sobre una almohada gris oscura, al igual que las demás sábanas y abrazo otra de forma circular. Lo primero que hizo mientras miraba el horizonte puede recordar la plática del Logan.
¿Cómo sería esa amiga que no mostraba la cara ni por videollamada?, ¿acaso era tan fea que le daba mucha pena que la viera? A él no le importaba la belleza, quería genios no modelos.
Debía hacerse amigo de esa chica, que importaba conocer solo la voz, era mejor eso a nada.
Tampoco importaba que lo sepase de un continente, para el no era problema ir a cualquier parte del mundo, si con ello tenía un jugoso beneficio.
Pero no podía ser fea, Logan había mencionado que era linda, ¿podría estar a la altura de Logan?, el chico tenía una hermosa apariencia, casi podía pasar por un modelo recién contratado con una cara de niño.
Y para completar era un chico brillante. Una combinación que no podía encontrarse cómo sea. Los genios que tenía su madre eran de apariencia promedio.
En la tarde de ese mismo día había recibido su primer mensaje de parte de Logan, después de intercambiar números.
- Me acabo de acordar que tengo otra amiga - Decía el mensaje, ¿y eso que?, se había quedado confundido - Ella también tiene esas características que dices. Estudia en la misma universidad, siempre anda tan ocupada que suelo verla contadas ocasiones -.
- ¿En serio? Eso es interesante. Entonces has que te acompañe a una de nuestras comidas en la cafetería - Sugirió.
- Está bien, pero será cuando me la encuentre en persona, porque siempre se le olvida prender el celular -.
Logan daba la impresión de ser un imán para atraer a los genios, con todo lo que le había contado de esas dos chicas.
La curiosidad lo tenía en vilo y no sabía hasta cuánto sería saciada. Si los tres eran lo que buscaba, no dudaría en llevárselos a su madre. Estaría un paso más cerca para volver con su padre.
Extrañaba esos abrazos de oso que le daba, ver como su madre se perdía en miradas con su marido, sus interminables charlas en conjunto para meterse con él, siempre queriendo que hiciera cosa de personas normales.
Eso era imposible, lo sabían, ni siquiera podía tener una relación normal pese a sus insistencias, eso sería dejar que conocíera los secretos de su familia, haciéndolos aún más vulnerables.
Por eso, aunque le atraía Shadani, no podía meterla en su mundo. Estaba bien siendo una persona común, con los problemas normales.
Cuando el sol ascendió un poco más, se despegó de la cama e inició con la rutina del día para después hacer todo lo que tenía por delante.
Ni bien salió del baño su secretario tocó la puerta de su cuarto.
- ¿Qué sucede? - Apenas iba a por su ropa al clóset.
- El CEO ya esta mejor, ya puede recibir visitas, por si quieres que sea el primer asunto para atender del día -.
Por supuesto que sería lo primero que iba a hacer. Abrió la puerta de su guardarropa, y antes de entrar contestó.
- Claro, salimos después del almuerzo - Se perdió en una fila infinita.
Abrió la puerta del cuarto del hospital, custodiada por su gente. Observó a un hombre con un buen aspecto, al lado de una mujer y un bebé, que se movía sin parar tratando de alcanzar a su padre.
Ella hizo el movimiento de levantarse cuánto entro, pero le dijo que no era necesario, no le incomodaba su presencia.
Se acercó al hombre para hacerle una charla ligera y que le contara lo que recordaba, mientras se metía a su mente para buscar las frecuencias de los impulsos que necesitaba.
No había mucho, como el mismo CEO le mencionaba, como si hubiera sufrido un shock, pero él veía otra cosa, una bruma que empañaba sus recuerdos, tan espesa que era difícil de penetrar.
Esa bruma era extraña, como si intentará atraer todos los pensamientos relacionados con ese recuerdo para llevárselos a un vacío, que podría confundirse con olvidó.
A duras penas si divisó una sombras; unos ojos vacíos oscuros, una cabellera gris y media decena de hombre sin rostro, antes de que todo desapareciera.
Y entonces el CEO dijera que no recordaba nada cuando momentos antes decía ver lo que antes había mirado.
Recordo haber visto esa misma broma cuánto comenzó a ir a la universidad, en aquel conductor que estuvo apunto de atropellarlo, junto con una desagradable sensación.
¿Estaría relacionado? Era demasiada coincidencia para que no lo fuera, pero no había conexión que fortaleciera esas suposiciones, más que la bruma, la cual era distinta en ambos casos, pero al mismo tiempo parecida.
Se despidió de la familia y salió seguido de su guardaespaldas jefe que lo esperaba fuera del cuarto, vigilando.
Parecían haber cubierto muy bien su rastro, como si conocieran de lo que era capaz y se prevenían de ser descubiertos, dejando confusión a su pasó.
Entonces, debían conocer su don para ser tan precavidos. Su tensión aumento. No había mucha gente que conociera ese detalle, salvo los que estaban en el complejo con su madre y alguno que otro de confianza y estatus, aún así, era muy precavido con esa información.
Subió a la limusina para seguir con su agenda. Las cosas parecían complicarse un poco más en esta ciudad.
Se dirigió a un centro comercial para encontrarse con algunas personas con las que necesita platicar mientras los hijos se divertían.
Era el centro comercial más grande de la ciudad; el pabellón Violeta. Diseñado con un lujo impresionante para atraer a las familias más adineradas de la ciudad, además de contener, por supuesto, las marcas más exclusivas y las atracciones más novedosas.
Bajo de su limusina enfundado en uno de sus disfraces, junto a Águila, quién ordenó a los demás guardaespaldas perderse entre la multitud de personas para vigilar desde distintas distancias.
Caminaron hacia uno de los restaurantes del cuarto nivel, en donde ya los esperaban un par de hombres que habían dejado sus familias en otro punto del mismo centro comercial.
Los encontró de inmediato muy cerca de las ventanas, desde las cuales se tenían una amplia vista, dirigió sus pasos hacia ellos y se sentó a su lado.
Intercambiaron un par de frases de introducción y algunos comentarios para hacer ameno el ambiente. Iba a pasar al punto importante cuando una camarera les interrumpió.
Hicieron sus pedidos y cuando iba a retomar la plática, una sensación hacia el otro lado opuesto llamó su atención, y dirigió su mirada hacia esa esquina.
Al principio no encontró nada, porque esa sensación aparecía y desaparecía de forma constante.
Solo había decenas de personas comiendo o haciendo sus pedidos.
Hizo una segunda inspección de forma más lenta y concienzuda.
Unos ojos fríos y vacíos anclar una su mirada.
Una extraña sensación entró a su pecho, algo le decía que ese sujeto no era normal.
- Váyanse, hablamos después - Ordenó a los dos hombres frente a él.
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