Águila
Libardo había acabado exitosamente su primer tiempo de trabajo en esa universidad, sentándose en la concurrirá cafetería para degustar los platos del menú. Se le hacía extraño que quisiera pasarse por esta parte, en donde el segundo menú eran los cotilleos.
El se había sentado a unas mesas, para no ser relacionados de forma inmediata, ya que su trabajo era estar de encubierto cuidándolo desde la distancia, y no anunciado que era un magnate.
Estaba atento a cada individuo que entraba y salía por las dos puertas, vigilante de los movimientos sutiles y no tan sutiles.
Atento a las conversaciones que pudieran estar relacionadas con su amigo. Hasta ese momento había recolectado una variedad infinita de chismes que no le importaban, pero que servirían para molestarlo después.
No podía permitirse ninguna distracción. O eso es lo que pensaba, porque alguien lo hizo al tocarle desde su punto ciego. Inconscientemente primero miro hacia Libardo para descartar por instinto al peligro.
Consiguió una extraña sonrisa malévola de su parte. ¿Qué le pasaba? No debería estar tan relajado en este mar de jóvenes dónde podría estar escondida alguna serpiente.
Al final giro su rostro hacia el cuerpo de esa mano y ascendió lentamente esperando encontrar cualquier persona, menos esa. La palidez lo cubrió como si hubiese atrapado una mortal enfermedad.
¿Cómo le había encontrado sí este lugar era inmenso? Es más ¿como podía siquiera recordarlo? Se habían visto una vez. . . una sola vez.
La joven se sentó a su lado, aprovechando la falta de acompañantes en esa solitaria mesas y dejó la comida a su lado.
No podría quedarse en ese lugar, ella seguramente comenzaría su interminable charla hasta dejarle el cerebro espeso.
Era momento de huir, ya vigilaria desde otro perímetro del que no fuera lo suficientemente visible para ninguna fémina, en especial esta, que parecía tener olfato de sabueso.
Hizo el ademan de levantarse. Ella fue más rápida y se colgó de su brazo para no dejarla escapar.
- ¿Por qué te quieres ir? Apenas te he vuelto encontrar. Estoy contenta de volver a verte, eres mi salvador, ¿recuerdas? - La rubía empujó su cabello hacia atrás para dejarle ver mejor sus ojos.
Asintió sin la menor ganas de contestar.
No había forma de zafarse de esta chica. No hasta el inicio de una próxima clase que podría fingir suya.
- Me salvaste de ese tipo que parecía no tener corazón. Cómo puede haber personas que no les importa los demás, ¿Acaso no tiene sentimientos? Fue aterrador ver esos ojos vacíos. . .-.
Ella no soltaba su brazo, no dejaba de mover sus labios. Su perfume se la estaba metiendo hasta el cerebro.
Se estaba memorizando ese rostro, esos ojos, esos carnosos labios y esa rubia cabellera cómo se le estuvieran reprogramando bajo tortura. Aprendiendo hasta la más mínima expresión de esa señorita.
Estaría temblando bajo este agarre si no estuviera bien entrenado en las artes marciales, para resistir cualquier presión.
las féminas eran su punto débil, el terror de sus pesadillas.
Si no se hubiese ido de casa, probablemente ya estaría enterrado varios metros bajo tierra. !o se sentía capaz de soportar una familia llena de mujeres al por mayor.
Tan atosigantes y encimosas que no le dejaba respirar en ningún momento del día. Amaba a sus hermanas, pero prefería tenerlas lo más lejos posible.
Tenía seis hermanas, tres ligeramente más grandes y tres ligeramente más chicas, separadas tan solo por unos pocos meses.
Una madre muy amorosa, casi en exceso, sobre todo con él, por ser el único hijo varón, eso no descartaba que también la quisiera mucho.
Un padre de temple duro y estricto que deseaba que su hijo varón manejar el negocio familiar, que no creía en que las mujeres fueran una opción para tan importante cargo.
El no quiso esclavizarse en lo que no le gustaba, no iba a dejar que manejaran su vida a su antojó, era una persona con alma, no simple recipiente para llenar con lo que quisieran.
Enfrentó a su padre. Eran dos hombres duros y decididos que no daban su brazo a torcer, por eso era su hijo, no sé retracto de su decisión.
Se fue de casa un día, diciendo que preferiría volverse gay, solo para molestarlo, dejandolo verde de coraje por ser tan rebelde. Para su padre eso era inconcebible, ya que tenía una vena tradicionalista.
Dejó a sus hermanas en casa, con la posibilidad de que ellas tuvieran la misma oportunidad de asumir ese cargo y demostraran a su padre lo errado de sus inflexibles ideas.
Fue el pretexto ideal para alejarse de las mujeres, que lo asfixiaban cada día un poco más, temiendo convertir su amor en resentimiento.
Fue libardo quién lo encontró y vio su potencial. Le dio una nueva vida, libre de mujeres que revolotean a su alrededor con demostraciones abrumadoras de amor.
No había vuelto a casa en años, y esperaba no hacerlo en otros tantos más. Se conformaba con sus correspondencias que no faltaban nunca en cada cumpleaños y días festivos.
Su padre aún seguía resentido con su huida, nunca mandaban ni una sola hoja en blanco, era su madre quién le contaba lo que pasaba por la cabeza de su amado esposo.
Respiro con dificultad para no dejar que un tic se apoderara de su rostro impasible. Giro su rostro, pero nada le ayudó a relajarse. Estaba más tenso que un arco.
La chica le estaba hablando como si fuera un amigo de toda la vida, comiendo a intervalos con la mano libre, gesticulando cada dos por tres, sin soltarlo un segundo.
Lo poco que tenía frente a sí, siguió intacto, había perdido por completo el apetito por el despliegue de esta fémina.
Sentía como si estuviera rodeado de un ejército conformado por sus hermanas, todas intentando acaparar su atención para así.
Para él, la chica era intensa. Intento respirar otro tanto más, y se concentró en aquella belleza que desprendía para dejar de fondo sus palabras, como si intentará meditar.
- ¿También estudias aquí? ¿Por qué no te había visto? Claro, a menos que seas un estudiante de intercambio, eso explicaría todo. . . vistes de forma única, me gustan los chicos de negros, les realiza muy bien la figura, pero vestir de negro es malo, según escuché hace que tu piel se oscurece por el sol, es mejor no usar tanto este color si puedes evitarlo. . . -.
Observó como ella se llevaba la cuchara llena de comida la boca y masticaba con elegancia. ¿Como podía tener elegancia si no dejaba de hablar?
- Puedes vestirte de blanco completamente así no absorberas los rayos dañinos del sol, además te sentirás más fresco, pero si vas de aquí para allá terminarás hecho un asco, podrías hacer que al interior de tus prendas tengan e blanco y seguir con el negro por fuera. Yo lo usaría, pero como soy una chica, tengo que variar más mi guardarropa para no verme como una persona sin chiste. . . -.
No importaba quién fuera, si era posible, necesitaba un terremoto que la alejara de ella ya.
El movimiento de muchos estudiantes le hizo mirar su celular. Al fin podría marcharse sin ofenderla o podría sacar a la fierecilla que dormía dentro de toda chica.
Lo había visto muchas veces en casa. Terminaba enfermo.
- Disculpa, tengo que marcharme a clase Ella soltó su brazo con pesar.
Aprovecho para huir.
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