Ofelia
Después de la tremenda paliza que me dió el señor Vicenzo y de haberse retirado de mi habitación, quedé en el piso hecha todo un bollito conmigo misma. Aferrándome a mis piernas con mis brazos, sintiendo la sangre correr por mi cara, tanta que termine en un charco en el piso, donde tenía apoyada la cabeza. Me levanté como pude, me dolía todo el cuerpo por las patadas, fui hasta la pileta que había afuera en mi habitación, en el jardín y me lavé. Me dolía todo, apenas y podía tocarme la cara. Caí de rodillas al piso y lloré, lloré mucho. Estaba cansada, cansada de vivir así, cansada de pensar el por qué de tanto odio y rechazo, por que me fue a buscar al orfanato si ésta era la vida que iba a darme? Por qué me odiaba tanto?
La situación me generaba una angustia tremenda, por no saber que me deparaba el futuro, a decir verdad no me veía en uno, estaba segura que en alguna de esas palizas se le iría la mano y ahí terminaría todo. No me imaginaba en un futuro, no me imaginaba viviendo de ninguna otra forma, no me imaginaba fuera de esta casa, con otras personas, no lo imaginaba. Todos estos años conviví con esta gente, y eran perfectos desconocidos. Me angustiaba todo, me generaba una desolación tremenda en el alma , era una soledad absoluta. Era ir por la vida sola y a la buena de Dios. Sin nadie en quien apoyarme, sin nadie que me quiera ni a quien querer, recibiendo mierda y aceptandola, porque al parecer, no era merecedora de otra cosa.
Recién pude dejar la habitación a los dos días, estaba tan mal de las costillas que no podía ni caminar bien, me dolía cuando tomaba el aire, y era un sufrimiento levantar los brazos. Y mi cara era todo un moretón, era como si me hubieran pintado la cara de morado, por los golpes. Ese día estando en el establo, se acercó el otro socio del señor Vicenzo, no recuerdo su nombre pero él si recordó el mío porque por el me llamo. Él estaba allí como preocupado por mi cara, y yo solo quería que se marche porque si nos vieran, solo me generaría un problema más y no estaba para recibir más golpes, al menos no por ahora, algo que jamás había detenido al señor de la casa, pero intentaría escapar de esa posibilidad.
Cuando me dijo que iba a ir a hablar con él, sentía que se me aflojaba el cuerpo, la desesperación me invadió y fue recién ahí que levanté la vista del piso y lo miré, creo que el se dió cuenta, luego de unos segundos en silencio donde no dejo de verme, me dijo que no haría nada. Y si bien, quise creerle, no podía no quedarme preocupada.
Estaba en el establo, cuando mandaron a buscarme, ya que el señor Vicenzo quería café y al parecer soy la única que lo hace como el quiere. Siempre me encargo de eso, y luego de una vez en que me partió la nariz de un cachetazo por qué lo hice mal, jamás volví a equivocarme. Paso a la oficina y estaba el señor del establo. Yo miraba al piso, pero podía observar por el rabillo del ojo, de que él no dejo de mirarme en el tiempo en que estuve ahí. Ni bien me dijeron para irme, salí de ahí casi corriendo.
No podía no preocuparme, que tal y él le haya dicho algo, me generaba mucha ansiedad eso. No estaría tranquila hasta que se marche . Mi sorpresa fue mucha cuando me mandaron a llamar al despacho. Creí que él al final hablo y listo, esa era mi sentencia de muerte. No quise demorar demasiado en llegar, pero a la vez me daba miedo abrir esa puerta. Tome valor y golpeé, desde adentro el señor Vicenzo me dió permiso para entrar.
Al entrar estaban ambos dos hombres aún.
- Si señor?.- Pregunté, mientras el otro señor no dejaba de mirarme.
- Recoje tus cosas te vas con el señor Verro.- Me dijo el señor Vicenzo así sin más, mirando unos papeles que lo tenían ocupado.
- Qué?.- Pregunté entre sorprendida y desconcertada
- Eres sorda? Recoge tu basura y vete de aquí.
Me quedé en silencio, estaba desconcertada, no entendía lo que estaba escuchando. Se ve que el señor Vicenzo se dió cuenta que aun estaba clavada ahí porque me miró y me dijo.
- Busca tus cosas! Te vas de ésta casa!
Verro te compro, ahora le perteneces.
Verro, ese era su nombre, o apellido más bien. Él me miró y yo desvíe la mirada al señor Vicenzo, y asentí.
- Si señor.- Di media vuelta y salí del lugar.
Estaba asustada y tenía miedo. Cómo que me había comprado? Por qué lo había hecho? Y lo más importante, para qué?
Hasta que caí en la cuenta de que el señor Vicenzo me vendió, me vendió como si fuera un mueble, o una cosa que simplemente ya no quiere y le estorba, como si estuviese haciendo una limpieza de garaje. Y el otro señor, Verro, me compró, como aceptando esa situación, como si la vida fuera así tan sencilla y uno puede comprar a alguien si se le antoja. Me vendió y soy su hija, tengo su sangre, tanto era su rechazo hacia mí?
No era algo que me ponía triste en sí, es decir, la venta de mi persona no era lo que me entristecía, sino que alguien tuviera el derecho de venderme y otra persona el poder de comprarme, mi vida seguía estando desdibujada, mi existencia como persona era la nada misma.
Mientras pensaba todo esto, ya estaba en la puerta de mi habitación, miré dentro y realmente no tenía mucho que recojer, es más, me aventuraria a decir que no tenía nada para llevar, de lo único que disponía era del uniforme que llevaba puesto y un saquito de lana marrón, nada más, esas eran todas mis pertenencias.
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Comments
Adriana Romero
por fin alguien se apiadó de ella, espero que le cuente a Iddo lo que le está pasando aunque con tanto horror guardado en su corazón dificulto que lo haga, al saber que fue comprada
2024-11-25
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Claudia Rojas
Pobre chica ojalá y que el Sr. VERRO si la ayude y no reciba maltrato nuevamente
2024-10-05
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Maura Pericana
esa es la pregunta que yo me hago, para que la sacó del orfanato?
2024-04-07
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