—A que está juzgándome de la misma forma en la que usted fue juzgado —le regalo mi sonrisa más encantadora y arrogante—. Soy tan capaz de escribir un libro a mis veintiún años, como lo es usted de manejar un emporio entrando a sus treintas.
El silencio que le sigue a mis palabras, es tenso y tirante.
Por un doloroso instante, creo que va a echarme de su oficina, pero no llega a concretarse del todo.
—¿Cuál es su nombre? —pregunta, finalmente.
—Tamara Herrán —extiendo mi mano en su dirección, y le regalo mi mejor sonrisa.
Él estrecha mi mano y señala el asiento frente a su enorme escritorio. Entonces, se acomoda en la enorme silla de piel del otro lado y coloca el pulgar de su mano debajo de su barbilla para acariciar sus labios con su dedo índice.
Su vista está clavada en mí y sé que trata de intimidarme. Sé que trata de hacerme sentir pequeña e indefensa, así que me siento de la forma más desgarbada que puedo.
¿Quiere jugar a la intimidación?... Bien. Soy bastante desvergonzada cuando me lo propongo. No voy a permitirle verme nerviosa...
Cruzo una pierna sobre la otra, asegurándome de darle una vista de mis desgastados vans y le regalo una sonrisa descarada.
—Entonces, señor Avallone —digo—, ¿escribiré acerca de la relación que mantiene con su secretaria? —mi sonrisa se ensancha—. No me malentienda, no tengo nada en contra de las novelas eróticas, pero no puedo escribir acerca de un tipo rico que tiene un amorío sexual con su secretaria y folla con ella en todos lados. Yo no soy E. L. James, y usted no es Christian Grey.
Puedo percibir cómo todo su cuerpo se tensa. Un destello asustado surca sus facciones, pero se marcha tan rápido, que no estoy segura de haberlo visto realmente.
Debo admitir que jamás esperé encontrarlo de la forma en la que lo hice. Estuve a punto de salir huyendo del edificio; sin embargo, en el momento en el que lo vi salir hecho una furia de su oficina, supe que debía quedarme.
—¿Cree que es graciosa? —sus cejas se alzan con superioridad—. Podría hacerla perder su empleo con una sola llamada.
—Amo escribir, señor Avallone —sonrío—, y así usted arruinara mi carrera, seguiría haciéndolo. Sería feliz trabajando como cajera en un McDonald's porque seguiría haciendo lo que me gusta en mis tiempos libres. No va a arruinarme la vida si esa es su intención.
Es mentira. Todo es mentira. Perder mi empleo sería lo peor que podría pasarme, pero no voy a hacerle saber que tiene el poder de doblegarme. Gael Avallone no va a enterarse de cuán destrozada me haría sentir perder mi trabajo.
—Entonces tendré que cortarle los dedos —la seriedad en su expresión hace que todo mi cuerpo se estremezca, pero no se lo hago notar.
—Lo demandaré si me toca —resuelvo.
—¿Siempre es así de irritante?
—¿Siempre es así de déspota?
—Todo el tiempo, señorita Herrán —me regala una sonrisa arrogante. No puedo pasar por alto la manera en la que sus labios se curvan hacia arriba en una mueca torcida e imperfecta. Por mucho que me cueste admitirlo, es la sonrisa más atractiva que he visto en mucho tiempo—. Soy déspota todo el tiempo.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 441 Episodes
Comments