Luego de un rato, Betty por fin se acercó hasta el pórtico, seguida de los pequeños. Cada uno tomo asiento y con obediencia comieron. Ella se hizo al lado de su esposo y soltó un gran suspiro.
- ¿Estás bien? – pregunto el hombre.
- ¿Qué crees? – dijo mientras se recostaba sobre el hombro de él. -. ¿En qué momento tu familia se convirtió en una guardería?
- Si comienzo a preguntarles a cada uno de mis hermanos sobre ello\, se podría convertir en una conversación bastante incómoda. Pero supongo que fue al tiempo que con Vega. – dicho esto\, hubo una pausa entre ambos. Vega se encontraba en el campo\, cerca de un gran árbol. -. ¿Piensas que entienda algo de lo que decidamos decirle sobre ella y el futuro?
- Es una niña lista. Entiende más rápido que cualquiera.
- Si\, eso puedo entenderlo\, pero a lo que me refiero es más a si ella podrá aceptarlo... ya sabes\, es bastante testaruda.
- No te preocupes\, estaremos juntos para cuando eso suceda. - y le asió la mejilla con dulzura.
En ese momento, una de las hermanas de Vega se acercó a Betty. Se encontraba toda embarrada en la cara con mermelada.
- ¡Stella! – dijo la mujer sorprendida. -. ¿Segura que comiste algo o solo te lo regaste? – la mujer tomó a la pequeña y la sentó en sus piernas para poder limpiarla.
- Nada más está experimentando que se siente\, ¿verdad\, Stella?
- No digas eso. – interviene Betty -. Vamos a lavarnos dentro de la casa\, ¿te parece?
- Bien. – respondió la pequeña.
- Quédate aquí con los demás. Deben terminar de comer y únicamente así\, podrán ir a jugar nuevamente.
- De acuerdo.
- Escúchame bien Charles Niemann. Entre todos\, eres quien más rompe las reglas.
- Vale\, entiendo. – dijo mientras fingía un puchero y alzaba las manos extendidas en señal de paz. La mujer entró a la casa.
- Eres un caso serio\, ¿verdad tío? – dijo el pequeño Calvin.
- ¿Eso piensas?
- Sueles darle problemas a la tía Betty.
- Hago su rutina más divertida.
- Dirás problemática. - Charles entornó los ojos y meneó la cabeza.
- En definitiva\, los niños son más sueltos de lo que me gustaría aceptar.
- Termine. – dijo la segunda hermana de Vega y salió corriendo hacia la pradera.
- ¡Ten cuidado! – dijo el hombre\, pero la pequeña se encontraba ya bastante lejos.
- Hasta Selene debe reconocer que le temes a la tía.
- Pequeño Calvin\, come o llamaré a la tía.
- ¿Y qué le dirás?
- Ambos sabemos quién fue el que escarbó entre las petunias del altar de la abuela en el jardín de enfrente. – Calvin hizo silencio y se concentró en su plato.
- Charles 1\, Calvin 0. – el hombre sonrió ante su victoria y tomó una galleta del frasco de vidrio sobre la mesa.
- Bien tío\, disfruta la victoria. – el pequeño terminó el emparedado y salió corriendo\, minutos después los demás siguieron. El hombre se relajó\, recostándose sobre el sillón.
- Querido Charles. – pronunció Betty\, quien se encontraba sosteniendo a Stella detrás de él. El hombre se colocó recto de un salto. -. ¿Me dirías quién fue el que les leyó Aldeas de Duendes a los niños? – la mujer lo miró casi clavándole los ojos.
- Mami\, ¿puedo ir con ellos? - preguntó la pequeña en sus brazos.
- Claro. – dejó a Stella cerca de las escaleras y la pequeña salió corriendo casi en el momento que sus pies tocaron el suelo. -. Encontré el libro en la cama de Calvin. – se acercó y posó su mano sobre el hombro de Charles. -. Sé que eres un hombre capaz y no habrá ningún problema al momento en que debas explicarle a tu dulce madre sobre quién fue el causante de la extraordinaria idea de buscar aldeas de duendes debajo de las flores del altar de tu abuela.
Mientras el hombre tragaba saliva, los pequeños continuaron en sus juegos. Vega, por su parte, había decido permanecer junto al árbol, con la mirada fija en sus ramas oscilantes y la sombra extendiéndose en la agitada hierba.
- ¿Qué pasa? – preguntó la pequeña Stella.
- ¿Recuerdas la historia de la Cenicienta? - dijo casi sin prestar atención a la intromisión en su espacio de contemplación.
- ¿La de lindos zapatos y que tenía ratoncitos como amigos?
- ¿Ratoncitos? - pronuncio algo sorprendida. -. Te refieres a ellos con ternura\, pero en el momento que los ves\, trepas los muebles o cortinas más rápido que Tarzan. Pero si\, esa historia.
- Sí. ¿Qué pasa?
- En el libro\, ella le pide deseos a un árbol\, y este le proporciona cada uno de los vestidos brillantes que usaría en los bailes con el príncipe.
- ¿En serio? ¿Puede este árbol darnos eso? ¿Por eso lo miras desde hace un tiempo? ¡Maravilloso! Ven\, déjame pedirle un vestido nuevo.
- Ningún árbol te dará un vestido\, Stella.
- ¿Entonces para qué lo miras?
- Porque es bello. Varios libros cuentan historias hermosas\, y entre ellas suelen aparecer árboles magníficos. Un buen escritor puede convertir esos árboles que vemos todos los días sin prestarles la mayor atención\, en pequeños mundos llenos de vida como\, una casa mágica para las hadas\, el camino hacia una ciudad más allá de las nubes\, un amigo fiel que se enamora de una campesina\, y muchísimo más.
- Y un leñador lo puede convertir en una linda cama estilo princesa o un armario tallado con flores para guardar hermosos vestidos.
- Si\, también eso\, pero si una vez te quedes sin árboles y por consiguiente\, sin quien purifique tu aire\, espero que estés preparada para morirte junto con tu hermoso armario hecho con el cadáver de un árbol hermoso. – Stella estuvo al borde de llanto.
- Creí que los libros de hadas te harían más sensible. Hablas como una anciana.
- Y tú piensas como tonta.
- ¡No me digas tonta!
- No te quejes\, me trataste como una anciana y no te dije nada que no fuera cierto. Recibes lo que das. Reflexiona bien sobre las cosas Stella\, tienes ya casi ocho años\, ¿sigues suponiendo en que aquellas princesas mágicas que son custodiadas por un enorme dragón escupe lava serán rescatadas por un príncipe de brillante armadura?
- ¿Por qué no podrían?
- En primer lugar. Los dragones no existen y si los hubo\, fue hace muchos años\, pues aunque se describan como bestias temibles en los libros\, es claro que el mayor asesino es el hombre. Segundo\, los príncipes de ahora no cargarían con una armadura casi igual de pesada como ellos\, los hombres son tan flojos que no aguantarían. Tercero\, si existe una princesa encerrada en una torre\, no sería el inicio de una historia maravilloso con hadas y flores. Eso es secuestro. Privación de la libertad\, ¿Qué romántico tiene? – su hermana frustrada\, dejó que los ojos se llenaran de lágrimas.
- ¡Eres una tonta! – y dicho esto\, salió corriendo. Vega suspiró\, bajó la mirada y casi de inmediato se arrepintió de todo lo que había dicho.
- Creo que metí la pata. – Vega le dio una última mirada al árbol y salió corriendo en busca de su hermana. -. ¡Stella!
- ¡Déjame! ¡Le diré a Mamá!
- Espera\, perdón\, ¿sí?
- ¡Olvídalo! – Vega aminoro la velocidad e inspiró más aire. Justo en el momento en que se detuvo\, dirigió su mirada al suelo y apoyo sus manos sobre las rodillas. Su cuerpo comenzó a temblar\, y la tierra le parecía estar sacudiéndose lentamente debajo de ella.
- ¿Eh? Que... – Pronto Vega fue sorprendida por el rugir del suelo. En un principio fue suave y con el aire entibiándose a su vez\, el chillido bajo sus pies se incrementó de manera exponencial.
- ¡Vega! – gritó su madre desde el pórtico de la casa.
- Mamá... – Vega juntó sus fuerzas e intentó caminar\, pero fue sacudida fuertemente. Perdió enseguida la estabilidad y cayó al suelo. Se aferró a la hierba para ponerse de pie nuevamente. - ¡Mama! – inútilmente gritó.
El cielo sobre ella le pareció ahogarla y sentía que si no lograba levantarse, sería tragada. Apoyó sus manos nuevamente e intentó tomar impulso para correr. Intentó fallido, el suelo no se detenía y sus pasos se veían impedidos por la inestabilidad de la superficie. Una y otra y otra vez lo comprobó, sus manos se enterraban en la tierra para amortiguar el vacío que la tragaba. Se arrastró sin saber qué más podía intentar. Miró, a su alrededor, no encontraba a Stella por ningún lado y varios de sus primos se encontraban acurrucados sobre el suelo mientras se cubrían la cabeza. Sin entender cómo, se levantó del suelo. Fue entonces que notó cómo la casa se comenzaba a venir abajo. Las grietas la atravesaron y casi de forma continua, estas mismas se replicaron por la tierra. Los ruidos se agudizaron y el sonido ensordecedor se clavó en los oídos. Las aves que se escondía entre los árboles habían abandonado las ramas y el canto se extendió sobre el cielo. Por minutos a Vega le pareció ver cómo este se oscurecía y con ello, el manto del caos caía. Su garganta se secó, sus
ojos se llenaron de temor.
- Stella... - dijo\, recobrando el aliento. Apartó la mirada del cuadro que la había sumergido en fangoso terror y se propuso con continuar. - Dónde estás... – caminó unos metros y sintió como el suelo saltaba y se abría ante ella. Sin importar\, siguió con la mirada fija hacia adelante.
- ¡Vega! – escuchó a lo lejos.
- ¿Papi? – se volvió en dirección de la voz. Su padre cubría a dos de sus primos mientras movía los brazos de forma frenética.
- ¡Detente! ¡Pará!
- ¿Parar? - susurró - ¿Cómo podría parar si no puedo encontrar a Stella? De seguro debe estar llorando. – las lágrimas comenzaban a asomarse\, llena de desesperación\, se tomó la cabeza y enterró sus uñas.
- ¡Vega! – era la voz de una pequeña. Vega giró la cabeza justo al punto de donde le llegó la voz\, efectivamente la pequeña Stella se encontraba abrazada al árbol que hace unos minutos estaban mirando juntas.
- ¡Stella! – y enseguida tomó camino. El suelo seguía agitándose\, los animales acompañaban el ruido con los ladridos. -. ¡Perdón! Soy una tonta. - la pequeña\, entre lágrimas\, contestó.
- ¡Si! Lo eres\, ¡la más grande de todas!
- ¡Vega! – continuaban gritando sus padres\, pero esta no se detuvo y siguió corriendo\, en tanto encontraba una brecha para avanzar. Sonrió al estar cerca y se lanzó para abrazarla. La pequeña extendió sus brazos\, pero a tan solo unos centímetros\, Vega tropieza y una grieta se extiende hasta el árbol. Viendo cómo este se sacude por unos segundos\, el rugido por fin se detiene y el temblor cesa. Vega sonrió y la pequeña dejó de llorar\, ambas se vieron y con una risa nerviosa coincidieron.
- Perdóname. – pronunció Vega. Stella negó suavemente con la cabeza y nuevamente le sonrió.
- Debes darme una princesa ahora.
- Lo haré. Lo prometo.
Al fondo se escuchaban los gritos de los pequeños, ambas niñas fueron llamadas por sus padres, estas sonrieron e intentaron colocarse de pie. Segundos después, una réplica se extendió durando casi medio minuto, lo suficiente para quebrar desde la base a aquel árbol enorme del que Stella se encontraba aferrada. Vega no tuvo tiempo y el rugido volvió con más fuerza que antes, la tierra se quebró y el árbol se vino abajo. El padre de Vega alcanzó a tomarla para jalar de ella y sacarla para no ser tragada por la destrucción. La mirada de Stella se perdió y pronto, la tierra recobró su estado de calma, dejando atrás aquella estela del caos. Vega sentía como era sacudida y llamada por su padre, pero sus ojos estaban fijos en el árbol caído.
- ¡Vega! ¡Reacciona!
- Papá... – murmuró.
- Dime... ¿Estás herida? Mírame.
- Stella... – Vega por fin lo miró\, y casi sin fuerzas\, levantó su brazo y señaló al árbol. - Debemos sacarla. – Su padre notó cómo su pequeña hija había sido consumida por el colapso de aquel árbol. Tomó a Vega y le apartó la mirada. – Papi\, Stella odia la oscuridad. - susurro la pequeña.
- Ya sé\, ahora iré por ella\, ve con mamá.
- Pero Papi\, debo pedirle disculpas como se debe.
- Ahora lo harás\, por ahora ve con Mamá.
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Comments
Blanca Montero Angulo
hay Dios mío que angustia. yo le tengo terror a los terremotos. ojalá la bebé esté bien 😭😭😭😭😭😒😒😔😔
2024-04-05
1
Sumeli Pinto
POR DIOS , UN TERREMOTO !!!! Que angustia !! ojalá que puedan salvar a la niña
2024-04-03
2
Camilo
Jsjsjs
2022-07-05
3