Capítulo Veinte

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Como puedo, cubro su seno, y la atraigo a mi pecho. Maldito Hunter, y su vicio de entrar sin tocar, daño mi fantasía de hacerlo en la oficina.

—Uy, perdón, no vi nada, no vi nada —rápidamente se volteó y salió la oficina.

—HUNTER IDIOTA, ¡TOCA ANTES DE ENTRAR! —Grite frustrado. 

—Amor, qué pena. Para la próxima, que no se nos olvide ponerle seguro a la puerta. Mejor voy bajando al parqueadero mientras tú hablas con Hunter. —Irene esta roja de la vergüenza.

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Fuimos por Estrella a mi casa antes de ir al apartamento de Manú. Cuando llegamos, entró corriendo como Pedro por su casa.

Al entrar nosotros, Manú empezó a besarme, mientras cerraba la puerta. Quería acabar lo que había empezado en la oficina. Me iba quitando la ropa mientras me llevaba a la sala, me subió a la mesa del comedor y se posicionó entre mis piernas. Dejó de besarme poniendo su frente en la mía y me mira fijamente.

—Bonita, te amo, toca mi pecho y siente cómo palpita mi corazón por ti. También mi amigo palpita por ti, ¿te muestro? —Este hombre se ha vuelto todo un pervertido.

—Sí, Manú, muéstrale a mi amiga como palpita, por favor. —Yo le sigo el juego.

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—Como ordene, señora bonita.

Sigo besándola como loco, bajo su body y saco sus hermosos senos. Me apodero de uno vorazmente mientras hago a un lado su tanga. Liberé a mi palpitante amigo y lo introduzco mientras Irene lanza un gruñido. Como si eso fuera una orden para mí, empiezo con el vaivén de mis caderas, así sin salirme de ella la llevo a mi cama, a nuestra cama y seguimos en la danza de nuestros vientres, llegando juntos a la cúspide de nuestro placer

—Manú, mi vida, te amo, te amo —Me siento feliz de escucharlo de su boca.

—Yo también te amo, mi bonita, te amo como loco. ¡Como nunca he amado a nadie! —Trato de contarle de mi historia con Bella, pero aún no tengo valor. Aunque sé que no puedo postergar más tiempo esto.

—¿En serio, Manú? Porque esto que yo estoy sintiendo, nunca lo había experimentado. Es un sentimiento nuevo para mí, pensaba que amaba a Fernando, pero queda claro que no es igual a lo que siento por ti. —Yo también la amo, y esto que me confiesa me anima a hablar de mi pasado.

Nos dormimos exhaustos de tanto placer, llega la mañana y no veo a mi bonita en la cama. La escucho en la ducha, por lo que la acompaño en el baño. No puedo estar ni un momento lejos de ella, me he vuelto tan adicto a su presencia, quiero estar siempre a su lado.

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Me estoy duchando, cuando corro la cortina, me llevo tremendo susto al ver a Manuel sentado en el sanitario leyendo una revista de negocios

—Manú qué susto me diste, que haces acá? —Está loco.

—Pues te estabas demorando mucho y ya te extrañaba, por lo que decidí esperarte mientras te bañabas. No me aguanto estando lejos de ti. —Me mira con pasión.

—¡Estás loquito, Manú! ¡Cuál lejos, si estamos en el mismo apartamento, pareces un crío cuando se le desaparece la mamá! ¡Pero yo amo a este loquito, lo amo mucho! —Salgo de la ducha y lo lleno de besos.

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Así pasamos el fin de semana, dándonos mucho amor. Irene es espectacular, es la mujer que soñé, mi complemento.

Llegamos a la empresa después de dejar nuevamente a Estrella en la casa de Irene. Estos días hemos tenido mucho trabajo. De nuestra relación solo sabe Emmanuel y Hunter, demás de que algunos empleados sospechan algo, pero son muy cautelosos porque no han llegado a nuestros oídos algún chisme de pasillo.

Siento que es hora de decirle a Irene mi pasado con Bella. Si se entera, por otro lado, creo que no me lo perdonará.

La llamo a mi oficina, cuando llega la siento en mis piernas y la abrazo fuerte, no quiero perderla.

—¿Qué te pasa, mi amor, por qué me llamaste? Me estás preocupando —la sigo abrazando con fuerza, pero no soy capaz de hablar.

—Bonita, sé que hace tiempo debí contarte mi pasado, pero no había tenido el valor. Pero si quiero un futuro contigo, debo de ser sincero y que no haya secretos entre los dos. —Es verdad, si le voy a proponer matrimonio, mi pasado debe de estar en paz.

—Tranquilo, mi amor, no entiendo cuál es el temor, pero creo que es mejor que me lo digas de una vez y no esperar más. —Espero que no se dañe nuestra relación.

—Yo… soy viudo hace casi diez años. —Oh Dios, esto es más difícil de lo que pensé.

—Yo, no lo sabía, lo siento. ¿Aún la amas? —Irene me mira preocupada.

—No, nunca la amé. Yo únicamente me casé porque Bella estaba embarazada. Ángel tenía tres años y sufrimos un accidente donde los dos fallecieron. ¡Mi bebé murió, Irene, a él sí lo amaba! —No pude más y me puse a llorar al recordar ese episodio de mi vida. Apreté más fuerte a Irene, atacado en llanto, pero estoy seguro de que ella me va a ayudar a superar esta tragedia.

—Mi amor, lo siento mucho, no sé qué decirte. Llora todo lo que tengas que llorar, abrázame fuerte. —Recordar esa tragedia es muy duro para mí.

—Se llamaba Ángel, y eso es… Mi Ángel. —No soy capaz de decirle el resto de la historia, y el porqué me hice la vasectomía. Dejaré así, no se lo diré.

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Salimos por la portería principal para tomar cada uno un taxi, pues el auto de Manuel está en el taller, y Emmanuel tiene la camioneta en un acto de la universidad. No sé manejar un auto, pues con Fernando siendo mi chófer nunca vi la necesidad de aprender. Ahora dependo de Emmanuel o andar en taxi, pero ya Manú me convenció de hacer el curso y sacar el pase de conducción. La próxima semana empiezo con las clases.

Mientras esperaba a que llegara el taxi que me pidió Marcos, el portero, vi que pasaba la calle Katherinna. Se ve mal, pálida, desaliñada, muy desmejorada. Nada que ver con la Katherinna imponente que vi el lunes pasado. De manera instintiva, Manuel se posiciona delante de mí y yo quedé congelada. No sé qué pueda hacerme esa mujer estando dolida. Me mira con una sonrisa que no llega al alma.

—Buenas noches, señora Katherinna. Me dejó esperando el viernes. ¿Si consiguió las pruebas de la inocencia de Fernando? —pregunté antes de que ella hablara.

—No, señora Irene, no las conseguí porque usted tiene razón… No las hay, por eso no vine el viernes. Esté tranquila de que no la voy a volver a molestar, solo quería pedirle que no olvide su promesa de no dejar desamparado a mi hijo. —Es por lo único que se atrevió a darme la cara, se ve que está desesperada.

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