El Origen De Los López (Romance Y Crisis Libro3)
Carlos López nació en una familia numerosa que vivía en uno de los barrios populares de la ciudad capital. A los quince años, su vida cambió drásticamente cuando tuvo que asumir la responsabilidad de su hogar. Su padre, un hombre trabajador y cariñoso, cayó víctima del hampa común una madrugada, mientras regresaba de su empleo como guardia de seguridad. Su muerte dejó atrás a su esposa, Fátima, de 32 años, y a sus cuatro hijos: Carlos, de 15; Camilo, de 13; Andrea, de 11; y la pequeña Anita, de apenas 3 años.
Para Fátima, el golpe fue devastador. Siempre se había dedicado al hogar y carecía de una profesión que le permitiera sostener a su familia. Con los días, la desesperación creció al no tener nada para alimentar a sus hijos. Fue entonces cuando una vecina, conmovida por su situación, le consiguió un empleo como empleada doméstica en una familia de clase media alta. El salario era aceptable, pero tenía una gran desventaja: debía permanecer en la casa donde trabajaba seis días a la semana, con solo los domingos libres. Gracias a un acuerdo con sus empleadores, pudo llevar consigo a su hija menor, Anita. Sin embargo, Carlos tuvo que asumir el rol de protector y cuidador de Camilo y Andrea, pese a que él mismo aún era solo un adolescente.
Desde temprana edad, Carlos se destacó por su inteligencia, su carácter firme y una astucia innata. Su padre le había inculcado un profundo sentido de responsabilidad hacia la familia, recordándole constantemente que, como hermano mayor, debía ser el pilar de los suyos. En el barrio donde creció, esa fortaleza era más que necesaria. No tardó en comprender que, para sobrevivir en los barrios de la ciudad capital, debía ser más listo que el peligro que acechaba en cada esquina. Fue así como aprendió a moverse entre la delgada línea que separaba lo correcto de lo incorrecto, enfrentando cada día con el peso de una adultez prematura.
Desde muy joven, Carlos López tuvo que asumir un papel que no le correspondía. Con su padre ausente, se convirtió en el pilar de su familia, cuidando de sus hermanos más pequeños y enfrentando responsabilidades que ningún adolescente debería cargar. La necesidad los apremiaba, el hambre era constante, y el poco dinero que su madre ganaba no alcanzaba para cubrir las necesidades del hogar.
Sin opciones claras, Carlos comenzó a realizar pequeños trabajos para los maleantes de la zona. Sabía que, sin protección, su familia estaría en peligro, y con su padre ausente, necesitaban aliados, aunque fueran peligrosos. Sin embargo, lo que comenzó como una estrategia de supervivencia pronto se convirtió en una oportunidad inesperada.
Su astucia natural llamó la atención de los líderes de las bandas, pero Carlos no era un simple delincuente oportunista. Siempre fue ambicioso y nunca se conformó con ser otro joven atrapado en la violencia de las calles. Desde pequeño, había tenido un sueño claro: convertirse en administrador de su propia empresa. Y por más imposible que pareciera, estaba decidido a lograrlo, sin importar los sacrificios.
Sabía que pocos jóvenes en su barrio terminaban la secundaria, que la universidad era prácticamente un sueño inalcanzable, y que, sin un padre que lo guiara, su camino sería aún más difícil. Pero tenía una ventaja: su determinación era absoluta.
Dividía su tiempo entre sus estudios, las labores del hogar y los encargos de las bandas, asegurando que sus hermanos también asistieran a la escuela. A pesar de la falta de recursos, nunca dejó que el caos de su entorno interrumpiera su educación.
Cada domingo, cuando su madre regresaba con Anita, encontraba la casa impecable, los niños con sus deberes escolares hechos y comida en la nevera. Al principio, pensó que su hijo mayor simplemente estaba manejando bien la casa, pero algo no cuadraba. Su sueldo no era suficiente para mantenerlos con estabilidad, y aunque Carlos siempre fue responsable, había demasiada organización para alguien de su edad.
Intrigada, preguntó a los vecinos sobre lo que hacían sus hijos en su ausencia. Y fue entonces cuando descubrió la verdad: Carlos colaboraba con las bandas de la zona.
Fátima nunca había sido una madre afectuosa, pero desde la muerte de su esposo, su carácter se volvió aún más duro. La pérdida no solo trajo dolor, sino también una ira descontrolada, y cuando descubrió que Carlos trabajaba para las bandas, su respuesta fue una golpiza brutal.
—¡Deja esas actividades de inmediato! —le exigió entre gritos.
Pero Carlos sabía la verdad, y salir de ese mundo no era tan fácil, para sobrevivir, debías ser más fuerte que los jefes o terminar muerto, él lo supo desde el principio, pero no tuvo otra opción. Era un adolescente solo, cargando la responsabilidad de proteger a sus hermanos, enfrentando la miseria, el hambre y el peligro.
Por más respeto que aún pudiera sentir por su madre, no iba a seguir sus órdenes, él tenía un plan, porque si algo temía más que el crimen, era volver a sentir hambre otra vez.
En su barrio, Carlos aprendió rápido quién era realmente leal y quién no, compartía parte de sus ganancias con los vecinos, pero cuando fue traicionado, comprendió que debía ganarse el respeto por sí mismo y desde ese momento, su personalidad cambió por completo y se endureció hasta el punto en que la gente comenzó a temerle.
Portaba un arma, practicaba boxeo junto a los maleantes, y aunque nunca abusó de sus vecinos, hubo una excepción, uno de los jóvenes del barrio intentó acosar a su hermana, Andrea.
Carlos no lo dejó pasar y la lección fue muy severa y nadie intervino o se atrevió a defender al agresor, porque Carlos tenía un principio claro: No toleraría violencia contra una mujer.
Era un valor que había aprendido de su padre, y lo mantendría intacto sin importar el precio, y desde ese día, sus vecinos comenzaron a buscarlo, cada vez que algún hombre intentaba intimidar a las mujeres del barrio.
Carlos quería que su barrio fuera seguro, no solo por Andrea, sino por todas las chicas que crecían en aquella zona sin protección. Su código personal le ganó seguidores leales, porque en su comunidad, los abusadores venían de otros sectores a molestar a las mujeres.
Fue así como formó su primera banda y a diferencia de otros grupos, Carlos no interfería en los asuntos de los jefes, y por eso, ellos lo dejaron tranquilo. Solo cuidaba a los suyos, y hacía lo necesario para sobrevivir, y aunque sus actividades le generaron tantos amigos como enemigos, eso no le importaba. Porque mientras Andrea estuviera a salvo, eso era lo único que realmente lo hacía feliz.
Después del incidente con su madre, la relación entre Carlos y Fátima se fracturó sin posibilidad de vuelta atrás. Él, que se había visto obligado a madurar antes de tiempo y a entrar en un mundo peligroso por culpa de la negligencia de su madre, jamás pudo perdonarle el desprecio con el que lo trataba. Sus hermanos menores, aunque aún eran niños, eran plenamente conscientes del sacrificio que Carlos hacía por todos, y lo apoyaban con una lealtad silenciosa pero firme.
Con el tiempo, el resentimiento hacia Fátima creció, al punto en que los tres llegaron a culparla, en cierto modo, por la muerte de su padre. Si no lo hubiera forzado a tomar tantos turnos extra para cubrir sus crecientes exigencias económicas, tal vez aquel asalto nunca habría ocurrido. Carlos, aunque actuaba como un adulto, seguía siendo solo un chico de quince años, obligado a convertirse en hombre demasiado pronto.
En ese mismo barrio, vivía una muchacha llamada Martha Pérez, también de quince años, a quien Carlos había defendido una vez de un grupo de acosadores. Desde entonces, lo admiraba en silencio, siempre lo veía pasar por el liceo, aunque nunca se atrevía a hablarle.
Tiempo después, Martha comenzó una relación con uno de los chicos de la banda de Carlos, un muchacho también menor de edad. La inexperiencia de ambos, sumada a la desprotección del entorno, tuvo consecuencias inevitables: Martha quedó embarazada.
El muchacho, incapaz de afrontar la situación, desapareció cobardemente, dejándola sola. Pero lo que más la devastó fue que su propia familia la echó de casa, negándole apoyo en su momento más vulnerable.
Aterrada y sin un lugar a donde ir, Martha se enfrentó al mismo infierno que tantas otras chicas del barrio: la soledad, la culpa ajena y el abandono. Lo que no sabía era que Carlos, aunque endurecido por la vida, no era indiferente a esas historias, y el rumbo de su destino estaba a punto de cruzarse con el de ella.
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Comments
Sandra Mejia
esta bien q no es la correcto, pero le toco uno q no esta en los 👞 de otros nos he fácil jusgar sin saber el trasfondo de la vida q cada quien esta viviendo.
yo pensaba q,la era mujer sencilla pero amorosa con su familia y no al parecer amargada x la vida que ella se busco y 4 hijos.
el chico se volvió papa y mamá para sus hermanos q tristeza.
yo creo q el ayuda a la chica y los vecinos para recibir lo q el les daba ahí si no decían nada eran unos doble morar .
Lo bueno q le veo es q esta estudiando al igual q sus hermanos y no x la mamá.
2023-04-02
0
le crueldad de la vida y los chismes que nunca faltan fracturaron la relacion madre/hijo.
2023-03-07
1
Celsa Lopez
Bien estructurada, ajustada a la realidad, te felicito. sigue la Así.Buen comienzo.
2022-11-23
2