Confesión

Ya llegaba la noche y aun no la encontraba, había recorrido por el barrio en donde Isabella vivía, sus alrededores, cafetería....pero nada. Estaba recorriendo por segunda vez la zona céntrica, pasaba lentamente con su ventanilla hacía abajo, veía cientos de cabelleras azabache pero ninguna a la cual él, buscaba.

Deteniéndose en un semáforo en rojo, vio a Isabella.

La vio caminar siendo mezclada entre muchas otras personas que cruzaban la calle. Sonreía y hablaba con un hombre a su lado.

Alexander la siguió con la mirada con su ceño fruncido, con sus manos apretando el volante, rechinando sus dientes.

¿Qué carajos hacía con ese hombre debilucho? ¿Por qué carajos le sonreía? ¿¡Por qué!?

Al tener el semáforo en rojo, se apuró a adelantarse y estacionar su coche. Bajo del auto y trotando se dirigió hasta en donde había visto a su secretaria y al desagradable hombre que tenía como acompañante.

Se detuvo en cuanto la vio a lo lejos, frente a frente con el hombre, sonriéndose, a unos 20 centímetros de lejanía. Formo sus manos a sus costados en puño, le crispaba, no le gustaba que Isabella tuviera con otro hombre alguna relación.

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-Fue un gusto haberte conocido Adrián - le sonrió Isabella poniéndose frente a frente.

-Me ha gustado esta cita a ciegas - sin decirle nada a Isabella se inclinó hacia ella y le dio un beso en su mejilla sorprendiendo a la azabache - ¿Crees... que podamos volver a salir? - pregunto Adrián, Isabella bajo su mirada y se topó con la corbata arrugada y floja de su acompañante, su costumbre de acomodar la corbata de su jefe le hizo acercarse y empezar a acomodarla.

-No lo sé... murmuro mientras le acomodaba.

-¡Isabella! - el grito de su jefe le hizo saltar y alejarse de su acompañante, temerosa y nerviosa giro en busca de él.

Alexander Arnault bufaba, estaba rojo y sus ojos eran como llamas en ellos, sus manos en puño, sus hombros se elevaban de lo molesto que se encontraba. Avanzó hasta ella sin mirarla, sus ojos solo miraban fulminante al hombre- que su secretaria tenía como acompañante.

-Señor... - murmuro Isabella nerviosa y sorprendida.

-Uau... Alexander Arnault en persona - murmuro con verdadera sorpresa e ingenuidad Adrián.

Alexander camino hasta ponerse en medio de ambos, mirando desafiante al hombre y estirando su brazo para tomar la mano de su secretaria, protegiéndola.

-¿Quién te crees? - bramo como un perro el peli plata, Isabella al escucharlo abrió sus ojos e intento zafarse del agarre, pero Alexander al notar su acción, volteo en dirección a ella.

-Señor...

-Nosotros tenemos que hablar, así que, quieta.

Isabella frunció su ceño, muy molesta ¿Su jefe la estaba mangoneando? Ah no, eso sí que no.

Con fuerza se soltó del agarre de su jefe en su mano. Alexander volteo nuevamente y su secretaria lo fulminaba con su mirada. No entendió, pero... empezó a temer.

-¿Quién se cree usted para mangonearme? ¡Usted es solo mi jefe en la empresa! ¡Respete eso! - le grito y roja de la furia se giró, alejándose de ambos hombres.

-Isabella... - murmuro con desesperación mirando como cada vez se alejaba más y más de él.

-Sí que es brava - comento Adrián al presenciar todo lo anterior, Alexander giró ceñudo.

-No vuelvas a hablarle y menos a mirarle. No la busques - le señalo con su mirada intimidante, dejándolo mudo de la sorpresa, permitiendo que solo Adrián a causa de la sorpresa, pudiera asentir.

Alexander entonces, al ver que había logrado intimidar al acompañante de su secretaria, inmediatamente empezó a trotar, siguiendo el camino por el cual la azabache había pasado anteriormente. La encontró ya lejos de él, estirando el brazo para detener un taxi, Isabella al verlo llegar lo fulmino y lo ignoro, Alexander sí que había hecho las cosas mal; como ya era costumbre.

-Por favor, Isabella - Alexander se puso a su lado y bajo el brazo de Isabella, esta lo miro, sus ojos azulados eran espadas que se incrustaban lentamente con cada mirada fulminante.

-¡Por favor nada señor! - exclamo - ¡Deje de meterse en mi vida! ¡Yo no me meto en la suya, usted no se meta en la mía! - le dijo de frente, a Isabella las palabras que salían de su boca empezaban a ser una mentira para ella, pero para no salir lastimada preferiría eso.

-¡Pero es que yo quiero que tú te metas en mi vida para yo estar en la tuya! - Isabella retrocedió temerosa por las palabras de su jefe.

Temerosa con ella misma, tenía miedo que de alguna manera, ella terminara en los brazos de Alexander Arnault.

Se cuidaba, no quería demostrar sus verdaderos sentimientos, conocía más que bien a su jefe en el tema sentimentalista; a Alexander Arnault solo le gustaba jugar y ella, no estaba dispuesta a ser su juguete.

Alexander avanzo hacia ella al ver que había retrocedido.

-Sé que no me crees a causa de mis actos. Isabella, tú me conoces a la perfección y eso en cierto modo me deja en desventaja pero no me arrepiento que me conozcas muy bien. Eres la única, la única mujer que he permitido permanecer a mi lado por años. No te quiero perder, yo, Alexander Arnault, te necesito conmigo.

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