CAPITULO 4

CAPÍTULO 4.

Actualmente…

Angelina estaba en la cancha, con su pequeño en brazos… como lo había hecho en cada partido que él había disputado en primera. Aunque Santino nunca la había visto, ella siempre había estado presente. Ese día se disputaban los octavos de final de la Champions League: Juventus vs. Manchester City. Eso significaba que el padre de su hijo se enfrentaba contra su hermano, Julián.

El partido era tenso; era el segundo de la serie. El primero había terminado en empate sin goles, por lo que estaba para cualquiera. El equipo ganador se jugaría el pase a cuartos de final. Camilo sonreía al escuchar los gritos de las hinchadas. Con solo dos años, ya era un fanático del fútbol. Angelina suponía que lo llevaba en la sangre. En sus manos sostenía la bandera con la que alguna vez le había prometido a Santino que lo acompañaría a todos sus partidos.

A los treinta minutos del primer tiempo, Santino Guevara marcó el primer gol del encuentro, poniendo a la Juventus por encima del equipo inglés. Corrió con su equipo a festejar, se paró frente a la hinchada y, sin buscarlo, sus ojos se posaron en ella. Se quedó paralizado. Angelina le dedicó una pequeña sonrisa, cargada de culpa y remordimiento, y alzó levemente la bandera para que la viera. Pero sus compañeros pronto lo rodearon, y él dejó de verla.

El partido continuó, pero ella notó que estaba distraído. Cada tanto, Santino levantaba la vista hacia donde se encontraba ella. Julián se le acercó, preocupado, pero él solo negó con la cabeza y siguió jugando. Finalmente, los jugadores se retiraron al vestuario.

En el segundo tiempo, Santino Guevara hizo su primer hat-trick como jugador de la Juventus, asegurando la clasificación del equipo de Turín a cuartos de final. Desde que había egresado tres años atrás, jugaba en el club italiano. Con apenas un año en inferiores, ya era una promesa. Al siguiente, había comenzado a jugar con el primer equipo.

Una vez finalizado el partido, Angelina recibió una llamada de Giuseppe Malaspina, su jefe. Desde que egresó del instituto, se especializó en deportes y ahora era, prácticamente, la socia del representante de jugadores más famoso del mundo.

—Decime, Giuseppe —respondió.

—Angie, querida… Te necesito en la sala de prensa.

—Está bien, iré enseguida.

Giuseppe siempre había sido muy amable con ella, sobre todo con su hijo. Desde el nacimiento de Camilo, le dio todo el tiempo necesario para su crianza. Pero esa era otra historia.

Al llegar a la sala de prensa, encontró a Sofi, su mejor amiga y madrina de Camilo. Ella también trabajaba con ellos. Le entregó al niño y se dirigió a buscar a Giuseppe.

—Qué bueno que llegas, hija —exclamó él—. Están por dar la conferencia de prensa y debemos acompañar a Francesco.

Francesco Quintana era el arquero del equipo italiano y uno de sus representados. Era una adquisición reciente de la empresa, y debían cuidar su imagen ante las cámaras. Junto a él, se presentaron el director técnico del equipo y el número 10: Santino Guevara.

La conferencia de prensa fue breve y exitosa. Al salir, Angelina se dirigió al espacio mixto del estadio, donde interactuaban futbolistas, prensa y otras personas del ambiente. Allí se encontró con Julián, el tío y padrino de su hijo, quien iba camino al vestuario vistiendo la camiseta del Manchester.

—¿Aún sigues poniéndole esa horrible camiseta a mi sobrino? —dijo al ver que Camilo llevaba la de la Juventus.

—¿Cuándo vas a entender que llora cada vez que le regalas una de las tuyas? —respondió ella, riendo.

Julián besó la mejilla de Camilo, visiblemente emocionado, y lo tomó en brazos. Siguieron conversando hasta que una voz los interrumpió.

—Angelina —se oyó a sus espaldas. Ella se estremeció.

Julián la miró, y con esa sola mirada le dijo todo: había llegado el momento.

Angelina tomó a su hijo en brazos y se giró, quedando frente a Santino.

—Santino —susurró apenas.

—¿Qué… qué haces aquí? Han pasado tres años desde la última vez que…

—Estoy trabajando. Trabajo con Giuseppe Malaspina. También con Sofi… supongo que la recuerdas.

Vio cómo algunos miembros de la prensa comenzaban a acercarse. Santino le tomó la mano y la llevó a una pequeña habitación cercana para evadirlos.

—Aquí podremos hablar —dijo—. Vos… tenés un hijo —exclamó, sorprendido.

—Sí… Él es Camilo.

—Te he llamado… No ha habido un solo día desde que vine a Turín en que no lo haya hecho. Pero vos… no respondías.

—Lo siento… Pasaron muchas cosas y yo…

—¿Cuánto tiempo tiene? —preguntó él, mirando al niño.

—Acaba de cumplir dos años —respondió ella.

Santino palideció.

—¿Él es… mi hijo? ¿Es por eso que estás aquí?

—Estoy aquí por mi trabajo, pero tenés razón, él es tu hijo. Sé que es hipócrita de mi parte aparecer así después de casi tres años y darte esta noticia… De verdad intenté contactarte, pero… es una larga historia. Si quieres, puedes hacer un ADN. Si no estás listo, no voy a interferir en tu vida.

—Julián… Él lo sabía.

—Él es el padrino de Camilo.

—Se llama Camilo… como yo quería —dijo Santino, con una media sonrisa.

En ese momento, escucharon el llamado de sus compañeros. Era hora de irse.

—Yo… me gustaría que hablemos en otro momento… ¿Crees que pueda llamarte?

—Esta es mi tarjeta. Llámame. Prometo responder a todas tus preguntas.

Él asintió en silencio y se marchó. Había tomado la noticia mucho mejor de lo que Angelina esperaba. Aunque Santino era de perfil bajo, dudaba que quisiera hacer un escándalo de todo aquello.

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