Una charla incomoda

Amanda salió de prisa en dirección al estacionamiento, dejando atrás al doctor sin terminar la conversación que él había iniciado con una incomoda pregunta.

Al parecer a él también le interesaba conocer más allá a Amanda pero no tenía la costumbre de ser un galan.

Pensaba que con su condición profesional y física bastaba para que las mujeres se rindieran ante él, obviamente hasta el momento siempre le había resultado.

Estaba ahí haciendo partir el auto sin lograrlo, cuando Eugenio se acerca y le pregunta si la puede ayudar, orgullosa ella le contesta que no.

Él se sube a su vehículo y se marcha.

Logra salir a la carretera, pero el auto vuelve a fallar, se baja para revisar, y antes de bajar la delantera del auto se encuentra con el sexy doctor, con una sonrisa burlona.

Te está fallando la batería? Le pregunta.

No creo, hace poco se la cambie, debe ser otra cosa, pues no parte.

Si quieres te llevo y una grúa que se encargue de llevarlo al taller.

No tuvo más remedio que aceptar, se subió a su auto.

Ambos no emitían palabras hasta que él rompió el silencio.

Yo te conozco de otro lado pero no logro recordarlo, le dice.

Amanda le contesta que no sabe de donde sería.

Igual algo la inquieta, pero luego la conversación se vuelve más cordial y ella se da cuenta que aquel hombre no es tan arrogante como parece.

La deja en su casa y le dice que ha sido muy grato traerla y que le gustaría invitarla a un trago pero que sabe que se va a negar porque es una mujer casada y las mujeres como ella, no salen de noche.

Disculpa, le dice Amanda, me parece muy machista tu comentario, o estas bromeando.

El pareció incomodarse pero reaccionó y le dijo:

Saldrías?

Porque no? Contesta

Entonces te paso a buscar el viernes a las ocho!

De acuerdo, le contesta Amanda.

Luego de cerrar la puerta y darse cuenta que acaba de aceptar una cita con aquel bom bom, vienen los remordimientos que la hacen dudar de hacerlo o no. Pero se mira al espejo y ella misma se contesta

Y porque no? Si es un trago nada más.

Toda la semana trato de evitarlo y el día viernes llegó.

Durante la semana hizo todo lo que la ayudara a verse mejor, pero estaba nerviosa, sus amigas la notaban extraña pero ella quizo guardar silencio y esperar a ver que pasaba.

Llegó el día del ansiado mensaje.

Estoy afuera!

Puntualmente llegó a la hora acordada.

Amanda subió a su auto, se veía estupenda y Eugenio lo notó.

Se dirigieron a un resto bar donde poder comer algo y beber. Era un lugar donde ella no había ido nunca, fuera de la ciudad, con vista al mar.

Ambos comenzaron a preguntarse mutuamente por sus vidas, rieron de las anécdotas y en un momento de la noche se dieron cuenta que el tiempo pasó volando y que además ya se habían bebido más de una botella de vino.

De mutuo acuerdo caminaron por la playa, reían como niños, la bebida había hecho su efecto, pero ella se sentía tan bien como hace mucho no lo hacía.

Eugenio le dice que lo ha pasado tan bien que quisiera volver a repetirlo, se acerca a ella y la besa, ella se deja.

El beso se vuelve más profundo y la soledad de ese lugar, la luna reflejando el mar hace que la pasión comience a aparecer, están ambos olvidando el resto del mundo y pensando que están totalmente solos.

Amanda comenzaba a quitar botón por botón la camisa de Eugenio, cuando una luz de una linterna le muestra el águila tatuada en el pecho.

Pero para su mala suerte, el de la linterna era un guardia marino.

Si no quieren irse detenidos vuelvan a su casa, de lo contrario tendré que pasarles una multa por actos obsenos en lugar público, dijo muy serio el marino.

Con la vergüenza, a ambos por arte de magia se les fue la borrachera y apurados subieron al auto.

Ahí una vez sentados se hecharon a reír, ya era muy tarde y Amanda debía llegar a su casa.

Se despidió con un beso en la comesura de los labios y ambos sonrieron nuevamente.

Entrando a la ducha, Amanda recordó la escena en la playa y el famoso tatuaje que en su sueño erotico tenía su amante.

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