¿Dónde estabas durante el año que estuviste ausente? – preguntó Mariana. Habían pasado el resto de la semana con la historia de los Wertheimer y hoy era la evaluación final, pues mañana Helen seria presentada como Valeria ante la señora Margaret.
- Cuando mi madre murió, Clarisa Wertheimer, me vi invadida por el dolor. Quería respetar su luto., así que tomé la decisión de viajar sola sin decírselo a nadie hasta que Leonardo Hoffmann dio conmigo me hizo entrar en razón y me trajo de vuelta. Ahora estoy aquí para casarme con él y cumplir con el contrato que unirá a nuestras familias, porque lo amo y es mi deber cumplir con el contrato – respondió Helen como su fuera una lección que se había aprendido horas atrás, antes de rendir un examen.
Las trillizas sonrieron de satisfacción, era la respuesta que ellas esperaban. Maryory caminó alrededor de Helen y volviendo abrir sus labios preguntó.
- ¿Cómo eres? ¿Qué te gusta hacer? ¿Cuál es tu actitud? Y ¿Qué es lo que odias?
Helen guardó silencio por unos segundos, recordando la hoja de vida de Valeria. Cuando las respuestas llegaron a su mente, respondió muy serena.
- Soy una persona feliz, sonrió por más triste que me encuentre. Me gusta donar dinero a los distritos más pobres y hago ayuda comunitaria. Gracias a mi abuela, he heredado una actitud positiva y no odio nada, creo que nadie merece vivir con odio o rencor hacia los demás.
- Has mejorado y estoy orgullosa de ello. – felicitó Maryory.
- - Estoy segura de que mañana toda irá bien – dijo Marlene poniendo una mano sobre el hombro de Helen. – nosotras vamos a estar contigo en caso de que te encuentres bloqueada, lo tenemos todo bajo control.
- Recuerda ser Valeria, comportarte como ella y sonreír como ella lo haría – dijo Mariana caminado hacia Helen. – Por hoy eso es todo, puedes ir a descansar.
Habían terminado muy tempano esta vez, eran las 2 p.m. y como una forma de reconocer el esfuerzo y aprendizaje de Helen, las trillizas le dieron el resto del día libre.
- Gracias. – respondió ella, feliz por ese pequeño descanso. Al fin iba a disfrutar del jardín en el día.
- A parte de castigar también recompensamos. – hablaron las tres sincronizadas, mientras sus ojos parpadeaban al mismo tiempo.
Helen estiró sus labios tratando de sonreír, asentó su mirada y se fue. Las trillizas tomaron sus cosas y en perfecta sincronía fueron para el despacho de Leonardo, quien por suerte estaba. No tuvieron que esperar a que él regresará de la empresa.
….
- Todo está listo señor y señora Hoffmann. – dijo Mariana cruzando sus largas piernas.
- Helen ahora es Valeria, no hay nada que diga lo contrario. – habló Marcela quien también cruzó sus piernas.
- Y para estar más seguras, nosotras estaremos con ella. El porcentaje de error es un cero por ciento. – dijo Marlene moviendo sus piernas de lado.
Definitivamente las hermanas estaban conectadas, sabían que decir y a que tiempo decirlo. Además, su lenguaje corporal también estaba conectado.
- Las trillizas Jackson eran las personas encargadas para este trabajo. – dijo Leonela muy feliz al escuchar los resultados de Helen, el primer paso ya estaba resuelto.
Leonardo sonrió al escuchar a su madre, siempre ella lo tenía todo bajo control, pero había algo con lo que ella no contaba.
- Han hecho un gran trabajo. – dijo Leonardo sentado en su sillón, se puso de pie, caminó hacia la ventana que daba el jardín y abrió las cortinas. – Pero ella continúa siendo una persona triste. – señaló a Helen quien permanecía en uno de los columpios con una mirada perdida.
Las trillizas se miraron de una a la otra buscando alguna respuesta. No había errores ¿En que podían haber fallado? Se preguntaron. Leonela también se puso de pie, quería verla y comprobar si era verdad lo que había dicho su hijo.
- Al parecer, hubo algo que no supieron cambiar en ella. – dijo observando por la ventana, sus manos se deslizaron por la suave tela, mientras la recorría.
- Corregiremos esto de inmediato, señores Hoffmann. – habló Mariana de forma rápida, mientras sus largas piernas se extendían para ponerse de pie.
- No hace falta. – Leonardo levantó su mano y volvió a sentarse con mucha calma. – No podemos cambiarla del todo. Déjenla, tal vez la soledad sea una forma de ser ella. – observó a las trillizas que estaban sumergidas en sus pensamientos, buscando respuestas del comportamiento de Helen y con una voz autoritaria les dijo. - No hay nada más que decir, pueden retirarse y recuerden estar presente mañana.
- Con su permiso señores Hoffmann. – hablaron las tres, se pusieron de pie y se fueron en perfecta sincronía.
Al desaparecer por completo del despacho, Leonela dijo algo cansada.
- También me voy hijo. – se acercó a él para besar su frente. – Ethan volverá hoy y quiero ir a verlo, darle la noticia de tu matrimonio, no quiero que lo tomé a mal.
Leonardo asentó su mirada, la vio alejarse, cuando la perdió de vista, se puso de pie nuevamente y caminó hacia la ventana. Le encantaría saber qué era lo que estaba pensando Helen o las cosas que pasaba por su mente. Una chiquilla de la calle que tuvo la mala suerte de caer con ellos, tal vez esa era el motivo de su tristeza, pensó.
……..
Helen no se columpiaba, el leve movimiento que tenía el juego era gracias al viento que amenazaba con llover. Sumergida en sus pensamientos sintió las gotas caer sobre su cuerpo, se puso de pie antes que la lluvia la cubra por completo, empezó a caminar hasta la mansión, no quería volver a su recamara, pero tampoco estaba en sus planes mojarse. Tomó una decisión y se quedó a observar el paisaje en la entrada de la gran casa.
- ¿Por qué no entras? – escuchó la voz de Leonardo de tras de ella.
Levemente se dio la vuelta y lo vio, su rostro no le decía nada, era un cuerpo sin alma.
- Quiero observar la lluvia. – respondió ella abrazándose así misma.
- ¿Sabes cuánto tiempo y dinero hemos invertido en ti para que te vengas a enfermar? – preguntó él con el semblante duro, hundiendo sus ojos en los de ella.
- No. – Helen dejó de verlo y prefirió observar el jardín inundado por la tormenta que cada vez se hacia mas fuerte. – Ni quiero saberlo.
Leonardo llevó la mano a su frente. Qué carajos había pasado por la cabeza de su madre, pensó. Caminó hacia donde ella y tomándola del brazo para que lo vea le dijo.
- Quiero que subas a tu habitación y te quedes ahí. No pienso perder más dinero en una persona tan deplorable como lo eres tú. – esas palabras salieron de sus labios como si escupiera lava. Mirándola fijamente a los ojos decidió llamar a Claudia, a la vez que un gran relámpago se escuchaba en todo el lugar. - ¡Claudia! – gritó con fuerza y el sonido del relámpago volvió a escucharse.
Para Helen esa escena fue terrorífica, escucharlo gritar al mismo tiempo que el estruendo, se asemejó mucho al llamado del demonio. Contuvo su miedo, mirándolo fijamente a los ojos y sin parpadear se mantuvo seria ante él.
- ¿Me ha llamado? – preguntó Claudia agitada por correr.
- Llévatela. – ordenó Leonardo sin despegarle los ojos a Helen. – Le das algo de ropa y no permitas que salga de su habitación. – fueron sus ultimas palabras. La soltó del brazo y empezó a caminar, Marcus llegó de inmediato y abriendo la sombrilla para que su jefe no se mojara, caminó junto a él hasta desaparecer en el coche.
- Señorita Valeria, acompáñeme por favor. – dijo Claudia en cuanto Leonardo desapareció.
Helen permaneció en silencio, aquella silueta de poder se había ido, pero su presencia seguía en todas partes. Sin mirar a Claudia, decidió ir hasta su habitación, Claudia entendió que ella quería estar sola, pero era una orden que le habían dado. La acompañó y buscó en el armario prendas calientes, después fue a preparar la bañera.
- El agua esta lista y sus ropas están sobre la cama. – dijo observando Helen sentada en total silencio.
- Gracias. – respondió ella al ponerse de pie buscando el baño.
Claudia asentó su mirada, dejó la habitación y la puso bajo llave.
Abrazándose así misma dentro de la bañera, Helen pensaba en su cruel destino con los Hoffmann, la familia que le estaba haciendo su vida imposible y le cortaba su poca libertad y para cavar de males, mañana se presentaría como Valeria ante Margaret Wertheimer ¿Cómo sería la señora? ¿También estaría loca como los Hoffmann? Sólo una persona que no quiera a su única nieta sería capaz de darla en matrimonio a los Hoffmann, pensaba una y otra vez.
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Comments
Elvira Fretes
creo que Leonardo sufre de algo, eso de tomar pastillas y estar de muy mal genio, a pesar que su amor la abandonó, algo más hay ahí
2024-04-24
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Mary Leticia
ese Leonardo debe sufrir de algun trauma y vive amargado
2024-04-19
0
Maria S Criollo P
es un amargado infame Leonardo
2024-01-28
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