(1) C1 - Parte 1 : Beta caído

...[James: dieciséis años]...

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...CAPÍTULO UNO...

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...I...

...«Sé... que hacerse este tipo de preguntas es contraproducente, pero... ¿soy a lo que despectivamente se le conoce como una “perra”? Bien, sé que esto podría afectar a mi propia autoestima y que es la peor forma de empezar estos escritos, pero... ¿en serio, lo soy?»....

Detuve mi lapicero.

No sabía que más poner. La idea era escribir mis inquietudes para poder organizarme. Pero, tal y como iba, no iba a conseguir nada.

Un amigo me había recomendado «desahogarme» de esta manera como algo terapéutico. Me había dicho que así tendría una mejor perspectiva de mis problemas. Pero, ¡vaya estupidez! Más que algo liberador, lo veía como una tortura. ¡Una maldita condena de muerte! Escribir mis secretos me llevarían a una muerte temprana. Eso era seguro. Dejar pruebas era una imprudencia que no podía cometer. Nadie debía enterarse de que...

Bueno... de que…

«...de que soy un “beta caído”».

—James, voy a cerrar —avisó la aburrida bibliotecaria, acomodándose sus gruesos anteojos—. ¿Esos libros te los vas a llevar o los vas a devolver?

—Me los llevaré —respondí dándome cuenta de que ni siquiera había empezado a hojearlos—. Los necesito para la prueba de la próxima semana.

—Ven, tráelos, los pasaré por la máquina.

—Sí —respondí y, cuando me dispuse a buscar mi mochila para guardar mis lapiceros y cuaderno, esta no estaba por ninguna parte.

«Pero estaba aquí...», siempre la ponía en la silla de mi costado. «¿Qué ha pasado?». Me paré, busqué debajo de las otras mesas y en las otras sillas.

Pero nada.

—¿Has perdido algo? —intervino la bibliotecaria al verme demorar tanto.

—Sí, mis cosas han desaparecido...

—Vi que tus amigos vinieron hace un rato y se fueron de manera sospechosa. Tal vez, ellos tengan algo que ver.

«¿Algo que ver...?, ¿por qué no hiciste nada?, ¿por qué no me avisaste?», quise preguntar de mala gana, pues se suponía que su trabajo no solo se extendía a cuidar libros; sino que también a la seguridad de la biblioteca, pero me abstuve. No iba a ser irrespetuoso. Debía solo suspirar y reconocer mi propia responsabilidad.

—Eso me pasa por no estar atento —dije suspirando. A lo que ella respondió con un regaño:

—Debes ser más responsable con tus cosas.

Ese robo descarado debía tener el nombre de Lenay en todos lados. Era demasiado obvio. Solo su descarado temperamento era capaz de ello. En consecuencia, «debe haberme dejado un mensaje», pensé para luego revisar mi móvil y...

Tu mochila está en el salón con Ilia, espéranos.

05:41 p.m

Leí, y «vaya...», pensé abriendo la imagen que había enviado adjunto al mensaje y, «¿...es en serio?», tuve que mascullar al ver como una de sus manos se adentraba entre mis cosas sin que nadie la detuviera, mientras que la otra sostenía mi libreta. ¡Maldición! ¡Por esa razón no podía escribir mis secretos en un papel!

¡Lenay siempre revisaba todo!

—¿Por qué será así? —renegué y luego tuve que suspirar una vez más—. Señorita, me temo que no podré llevar ningún libro hoy —avisé y me fui a arrojar a la basura la hoja en la que escribía mis pensamientos para retirarme de la biblioteca. Pues, podía casi adivinar: Lenay iba a cometer otra tontería para meterse en un problema mucho más loco que el de la semana anterior.

¡Por dios!

«Llamarle “caos andante” es poco», pensé y suspiré por tercera vez.

Mi muerte se acercaba.

Lenay era una bomba andante y la persona que más temía que se enterara de mis secretos. Era temible cuando se enojaba y no tenía cautela cuando despreciaba las cosas que no creía correctas, así que tenía que rescatar mi mochila antes de que encontrara algo raro.

Ya que, Lenay no escondía su evidente…

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...Próximo capítulo:...

...Homofobia...

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