Noche de Sensaciones

—¿Lista para mover el bote? —Ruedo los ojos y la miro.

—¿Lista? No, pero ya qué camina —Agarro mis cosas y salgo de la oficina con Ivonne a mi lado, dirigiéndonos al ascensor.

Llevamos quince minutos transitando por las iluminadas calles de Marsella. Ni siquiera hemos llegado a nuestro destino y ya estoy harta de escucharla parlotear sin parar de su nueva conquista. Supongo que eso debe hacer una buena amiga; además, esta vez no encontré ninguna excusa para escaparme.

La verdad es que ha sido un día agotador. Preferiría estar dirigiéndome a casa para darle amor y cariño a mi cama sin contemplaciones. Pero aquí voy, sentada en el coche de mi amiga.

—¡Bravo, Leya! Aplausos, por favor.

—Es que te lo juro, Leya, es el hombre más guapo que he visto en mi vida —suspira como idiota enamorada—. No puedo evitar reírme al pensar que es el quinto hombre del que se ha flechado esta semana. Sí, mi amiga tiene más de un grave problema.

—Si no es que tengo mala memoria, creo que esa frase ya la he escuchado antes —respondo divertida.

Al llegar, me sorprende la cantidad exasperante de coches aparcados; se nos complica encontrar un buen lugar para estacionar.

—¡Por Dios! Es viernes, ¿qué esperaba?

—Vamos, Sophie y Nathan deben estar esperándonos adentro —Ivonne se baja del coche y la sigo.

Me pregunto cómo pasaremos la enorme fila en la entrada, pero veo a Ivonne acercarse con confianza al hombre de seguridad, saludándolo coqueta. Al instante, nos dejan pasar.

—¿Ves, mi querida Leya? Este es uno de los grandes privilegios de tener una vida sexual activa —me guiña el ojo y niego divertida.

Las luces parpadean por todo el lugar y la verdad es que el nombre del club se hace sentir nada más entrar. Sensation es el club más grande y famoso de Marsella y, a pesar de su fama, nunca antes había entrado.

Dicen que el dueño tiene una loca obsesión por los colores y que cada uno de sus clubes predomina en un color distinto. En este, el verde resalta por todas partes.

El lugar está atestado de gente moviéndose al ritmo de la música latina, alta y contagiosa. Nos abrimos paso hacia una de las mesas y, desde lejos, reconozco a Sophie y Nathan —compañeros de trabajo— hablando animados. En una esquina, un rubio que no conozco le hace ojitos a Ivonne.

—¡Por fin llegan! Nos adelantamos y pedimos una ronda de chupitos para todos. ¡Hoy es noche de rumba! —grita Sophie al vernos.

Aún no termina de hablar cuando agarro uno de los shots y me lo bebo de un solo trago. Siento el calor recorriendo mi cuerpo y joder, en serio que me hacía falta uno de estos. Captó las miradas sorprendidas y levanto una ceja divertida.

—¿Qué? ¿Acaso no puedo beber?

—Así se hace, pequeña. Por un día que no seas la responsable, no se acaba el mundo —se une Ivonne, gritando de emoción, y los demás ríen y brindan con nosotras.

Me relajo un poco, aunque mi cuerpo sigue alerta.

Llevamos varias rondas cuando siento una mirada clavada en mi nuca, que me incomoda. Miro a mi alrededor, pero nadie me observa. Me acerco a Ivonne y le digo que iré un momento al baño. Se ofrece acompañarme, pero niego.

Ivonne sigue coqueteando con el rubio y hablándome de un tal Zev, que conoció esa mañana en la oficina de la bruja. ¿Quién entiende a esta mujer?

Camino entre la multitud hasta el baño, me refresco con agua en el rostro y vuelvo a la pista.

Me acerco a la mesa; Nathan y Sophie se han ido a bailar.

—Sí, esos dos se traen algo —escucho a Ivonne y me río con ella.

Tengo que dejar de ser paranoica, ya pasó todo.

—Voy a la barra a pedir algo, ¿vienes?

—No —dice, y yo me acerco a pedir una bebida.

De repente, la sensación de ser observada vuelve, esta vez con certeza. Levanto la vista hacia la zona VIP y veo la razón de mi incomodidad: unos intensos ojos azules me miran fijamente. Mi cuerpo se eriza y recuerdos amargos invaden mi mente.

Aparto la vista y me concentro en el chico de la barra que se acerca con mi martini.

—Aquí tienes, preciosa.

—Gracias —bebo rápido.

“No es él, tienes que tranquilizarte, no es él, ya no te puede hacer daño,” me repito como un mantra y respiro profundo.

—No te había visto nunca por aquí —escucho una voz varonil a mi lado y me sobresalto.

—¿Será porque no acostumbro a venir a estos sitios? —respondo, mirando al hombre que me habla.

Es el mismo que me miraba desde la zona VIP. Su mirada azul me desconcierta.

Su pelo, sus labios carnosos, su nariz respingona... Todo en él grita sexo. Su manera de verme me calienta y a la vez me asusta.

—¿Te gusta lo que ves, muñeca? —susurra con sonrisa juguetona.

Enarco una ceja y aparto la vista.

—No veo nada que me guste.

—Tu mirada te delata, muñeca.

—¿Podrías dejar de llamarme así?

—Solo si me dices tu nombre.

Un deja vu me invade, pero lo ahogo y respondo con ironía:

—¿Y por qué razón debería hacerlo? No suelo dar información clasificada a desconocidos, muñeco.

Le guiño un ojo y me levanto para ir hacia la mesa, dispuesta a ignorarlo.

Al pasar, siento sus dedos aferrarse a mi brazo.

—Deaclan Müller, mucho gusto.

Intento alejarme, pero no cede. En un rápido movimiento me toma de la cintura, girándome y haciendo que mi pecho choque contra el suyo. Mis manos se posan en sus hombros para estabilizarme.

—Insisto.

Trato de zafarme, pero me aprieta más fuerte. Siento su cuerpo firme contra el mío y mi periodo de abstinencia me traiciona.

Al levantar la mirada, noto que soy mucho más baja que él. Tengo que alzar el rostro para mirar esos ojos azules.

—Empiezo a creer que tienes un serio problema con las negativas —bufo, mirando a mi alrededor, buscando a Ivonne.

—Sabes, para ser tan hermosa, eres demasiado malhumorada. O le huyes a algo, muñeca.

—No le huyo ni le temo a nada —alzo el mentón y me doy cuenta del error cuando su boca queda cerca de la mía, su aliento cosquillea mis labios.

—Llevo toda la noche observándote y por cómo evades a la gente —su mano recorre mi columna y mi piel se eriza—, por la postura alerta que mantienes, sé que me mientes —susurra rozando mis labios.

Me tenso y me alejo un poco.

—Vaya, ¿acostumbras acosar mujeres? Eso es un delito.

Me sonríe, disfrutando mi reacción. Me remuevo para zafarme.

—No haría eso de nuevo —dice, apretando mi cintura.

Vale, quiere jugar. Yo también.

Muevo mis caderas lentamente, con intención.

Sus ojos se oscurecen y su mirada se vuelve feroz.

Me acerco a su oído y susurro:

—¿Y qué pasa si quiero?

Se confunde por mi cambio de actitud, y yo no aparto la vista de sus ojos azules.

Aprovecho el momento para empujarlo con fuerza. Choca con alguien detrás de él, y su bebida se derrama sobre esa persona.

No me quedo a ver el caos. Regreso a la mesa.

Ivonne no está.

Mi ánimo se hunde. Mi pasado me persigue.

Veo a Ivonne bailando con un pelirrojo, me acerco y le tomo el brazo.

—Me quiero ir a casa, ya fue suficiente.

—Pero si llegamos hace nada, relájate y ven a bailar —me dice.

Respiro profundo.

—Ivonne, no quiero bailar, ya sabes que no me gusta. Solo vine a avisarte que me iré. Tomaré un taxi.

Le doy la espalda, pero ella me sigue.

—¿Qué te pasa?

—Nada, solo que quiero irme. Estoy cansada.

De repente, alguien me empuja desde atrás.

Perfecto. Lo que faltaba: un borracho en mi camino.

Cierro los ojos esperando la caída, pero unos brazos fuertes me rodean la cintura y me sostienen.

Agradezco que me haya salvado.

Miro al suelo, me enderezo.

—¿Sabes? La gente suele fijarse por donde va para evitar accidentes —digo.

Ivonne y yo nos giramos y veo a un hombre castaño que me mira divertido.

Definitivamente, esta es una noche de locos.

Paso la mano por mis ojos para confirmar que el alcohol no me juega una mala pasada.

—No puede ser —susurro.

Lo reconozco y siento las lágrimas asomarse.

—Vaya, sigues siendo una brabucona, conejito.

—No seas tonto, Evans. —Joder, está aquí.

No puedo apartar la vista de él.

Se ríe y se mete conmigo.

—Es obvio que soy un caramelito digno de admirar, pero disimula un poco o te entrarán moscas en la boca.

—Deberías sentirte alagado, Chadd. No todos los días te encuentras con tu mejor amiga de la infancia en un antro.

—Bueno, en eso tienes razón.

—Yo siempre tengo la razón, idiota.

—¿Así me tratas después de tantos años? Estoy indignado.

—No seas payaso, Chaddie.

—Ven aquí, conejito —me abraza y me dejo envolver. Joder, cuánto lo extrañé.

—Chadd Evans, mira nada más, qué pequeño es el mundo —escucho a Ivonne y vuelvo a la realidad.

Chadd me mira, mira a Ivonne y repite varias veces.

Nos reímos por su expresión.

—Demasiado pequeño, por lo que veo.

Intercambiamos números y quedamos en juntarnos mañana.

Cuando me marché de Polonia, tuve que dejar mis amistades por seguridad. Para mí fue una sorpresa encontrar a Ivonne años después en la editorial, y ahora, de la nada, me topo con Chadd, mi otro hermano mayor, el único que siempre confió en mí.

Papá se encargó de alejarme de todos, y no supe más de él hasta esta noche.

Ivonne y yo salimos del club, conduzco hasta mi casa. Dejé mi coche en la editorial y ella es la conductora designada. Pero cuando se pasa de copas, solo le hace falta tocar algo mullido para caer en brazos de Morfeo. Prefiero no arriesgarme.

Subimos al ascensor; ella se tira en el sofá y yo voy directo al dormitorio. Me encierro en el baño, me ducho y me pongo el pijama.

Me tiro a la cama dispuesta a dormir, pero doy vueltas durante horas, inquieta. Después de intentarlo mucho, logro dormirme.

---

Más populares

Comments

Paulina Moller

Paulina Moller

PIENSAS EN SUS OJOS AZULES

2025-02-17

1

doris bastidas

doris bastidas

supongo que su mal 🤷 viene del chico que se estaba mudando cerca de la casa de sus Padres

2023-02-24

7

≛⃝🦅MᴀʀɪʙᴇʟMitzuki fantasti

≛⃝🦅MᴀʀɪʙᴇʟMitzuki fantasti

jaja no la pudo sacar a bailar, perdió la apuesta.

2023-01-21

1

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play