CAPITULO 4

EMMELINE.

El agua se desborda de la alberca cuando él se abalanza hacia mi y me toma fuerte de las caderas antes de que pueda irme.

-Vas a quedarte aquí para complacer a tu esposo- la sola idea de volver a vivir algo asi a manos de él me revuelve el estómago.

-No vuelvas a tocarme!- trato de zafarme pero su agarre es fuerte.

-Me perteneces Emmeline, si yo digo compláceme, debes hacerlo sin protestar.

El tono de autoridad en su voz es realmente frustrante. Claro que me casé con él, pero por conveniencia. Nuestra alianza mantendrá a mi pueblo seguro. Nos hemos convertido en un sólo reino con el que nadie querrá problemas.

-No soy un objeto majestad- respondo apretando los dientes- Así que le sugiero que controle ese afán de poseerlo todo.

Me voltea bruscamente hasta que mi rostro queda frente al suyo. Aprieta mi mentón con fuerza para que no pueda retirar la mirada.

-No tientes mi paciencia Emmeline- sus fosas nasales se abren y cierran rápidamente- Aún no me conoces. No me apodan el sanguinario por diversión.

-No hay necesidad de escuchar rumores, con las pocos días que llevo de conocerlo, me doy cuenta que ¡es usted un cerdo!- mi empujón lo toma por sorpresa y cae de nalgas salpicando más agua.

Salgo lo más rápido que puedo. Jamás había sentido tanta rabia por alguien en toda mi vida. El agua escurre de mi cuerpo pero no le presto mucha atención. Quedarme en esta habitación no es una decisión razonable. Debo irme.

Trato de salir del lugar pero antes de que pueda reaccionar, mis pies ya no están tocando el suelo y soy tirada con brusquedad a la cama. Se sube encima de mi, aprisionando mis brazos por encima de la cabeza.

-Nunca había sentido tantas ganas de cortarle la lengua a alguien- jadea cerca de mi rostro poniendo sus dedos sobre mis labios-Cuentas con la suerte de ser mi reina.

¿Suerte? Yo lo llamaría una desgracia. Una calamidad de gran magnitud.

Su boca se pega a la mía y aunque trate de quitarlo su peso es demasiado. Siento como si tuviera una enorme roca encima. Sus labios se mueven sin dar tregua y los míos son torpes, ni siquiera deseo corresponderle. Aprieto mi boca pero él me muerde el labio.

-Ábrela para mí- le escucho decir y lo hago a regañadientes. La intrusión de su lengua en mi boca envía hasta el último rincón de mi cuerpo sensaciones que nunca había experimentado.

Lo odio por eso y me detesto a mi misma por reaccionar de esta manera. El corazón me quiere salir del pecho y comienzo a gemir en su boca.

Su mano libre se desplaza por todo mi cuerpo pellizcando cada centímetro de mi piel en el proceso. El dolor y el placer parecen uno sólo.

- Déjame ahora- jadeo tratando de bajarlo de mí.

-Quiero que te quede algo claro Emmeline. Siempre que yo quiera cuando asi lo desee voy a tenerte- su mirada penetrante se clava en mi y no logro articular nada coherente- No puedes negarte a mí. Tu cuerpo e incluso tu alma me pertenece.

Se baja de mí, toma una pequeña bata y se la pone sobre su cuerpo antes de salir de la habitación. Quiero gritar tantas cosas pero las palabras se han atorado en mi garganta. ¿Qué acaba de pasar? Acaso yo... Pongo los dedos sobre mis labios, eso a sido demasiado intenso, pero la punzada de dolor entre las piernas me recuerda lo cruel que puede llegar a ser prolongar algo así.

Busco rápidamente uno de los vestidos más sencillos que encuentro. Al menos con este puedo moverme libremente. Odio el corsé y los demás hierros que debo cargar encima.

Tomo todo lo que hay en la habitación que es de mi pertenencia y lo llevo hasta otra. Unas cuántas puertas más allá. Este castillo es enorme y buscaré una habitación en la que pueda acomodarme, una en la que él no esté.

 "Tu cuerpo e incluso tu alma me pertenece."

Su frase se repite en mi mente una y otra vez causándome una leve jaqueca.

-Majestad... ¿Que hace usted con esos vestidos?- esta vez es Abigail mi otra doncella quien se acerca asombrada.

-Dormiré en una habitación diferente a la del rey- le digo como si nada tirando las prendas sobre la cama.

-¿QUÉ?- su grito retumba por toda el lugar- Excelencia, no es correcto. ¿El rey está enterado de esto?

-No tengo que pedirle permiso al rey para buscar otra habitación- pongo los ojos en blanco y me tiro sobre la cama pisando los vestidos con mi cuerpo.

Al menos este lugar tiene una ventana, la brisa fría de la noche entra por ella. Me levanto para observar más de cerca lo que hay afuera. La luna completamente redonda brilla sobre el cielo acompañada por cientos de estrellas. Es un paisaje realmente bello que me hace olvidar en donde me encuentro y el hermoso jardín complementa la escena a la perfección.

- ¿Aún está adolorida majestad?- su pregunta me hace voltear enseguida para verla.

La verdad es más ardor que dolor y trato de no prestarle atención. De lo contrario continuaría tirada sobre la cama por una semana más.

- Aún duele- respondo rápidamente.

-No se preocupe. La incomodidad pasará excelencia y podrá disfrutar de la intimidad con plenitud.- me dice sonriendo con ternura.

-Lo siento Abigail pero dudo mucho que algo así vuelva a ocurrir. El dolor es realmente agonizante y no quiero volver pasar por eso.

-Eso lo dice ahora majestad pero se dará cuenta después de lo placentero que puede llegar a ser disfrutar de los afectos de un hombre- lanza un suspiro y yo la observo inquisitiva. ¿Acaso ella ya tiene un enamorado?

- ¿Qué me ocultas Abigail?- me acerco a ella y la observo de arriba abajo.

-Nada su majestad- sus mejillas inmediatamente se colorean de rojo.

-¿Viste algún caballero que llame tu atención?- se muerde el labio y aunque trate de aguantar lo que quiere decir al final suelta la lengua.

-El general Tobías. ¡Por todos los santos! Es realmente apuesto. Su manera de dirigir a los otros hombres- suspira de nuevo- Es perfecto.

Al parecer soy la única aquí que no disfruta para nada estar en este lugar

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