...(...)...
...EMILIANA ANDREWS:...
« Debajo de la cama »
Corrí y ahí me escondí. Suplique, le rece a Dios que no me encontrará. Cerré los ojos. Jamás había visto una mirada como la suya.
El cuerpo me temblaba. Me tape la boca ya que mis dientes chocaban entre ellos y temí que me encontrará. "Temer" había sentido algo nuevo esa mañana:
« Miedo »
¡Joder era miedo!
El estridente ruido de la puerta siendo golpeada me hizo sobresaltar. Sus pasos eran pesados como los de un monstruo.
—¿Donde estas, pequeña? —se acerco al baño.
Mí corazón latía sin freno en mi corazón ¡BUM, BUM, BUM! Dejé de escuchar ruidos. No sabía si se había ido o no.
Entonces sentí como tomo mis piernas tirándome hacia afuera.
—¿Jugabas a las escondidas? —su sonrisa no me gustaba nada, era malvada—. Pues te encontré.
« Yo jugué a las escondidas con mi papá antes de que se fuera el cielo » Pensó mí inocente y aterrada mente de ocho años « Estas no son las escondidas, papi, no son las escondidas »
—¡NO ME GUSTA JUGAR CONTIGO! ¡NO QUIERO JUGAR! —gritaba desesperada.
—Te va a gustar —dijo.
Me tiró hacia la cama boca abajo.
Intenté escapar, juro que intente, escapar. Pero fue más fuerte y más rápido. Sus asquerosas manos levantaron mi pequeña camiseta un poco para llegar a los bordes de mí pantalón.
Los bajo al igual que mi ropa interior.
—¡AH! —grité en la primera penetración—. ¡ME DUELE! ¡NO QUIERO!
« Me duele. Me duele, papá. Ayúdame, papi »
...(...)...
« Debajo de la cama »
Me escondía debajo de la cama. Me escondí dónde los monstruos viven, ellos se volvieron mis amigos... Mis mejores amigos.
Fueron testigos de mis lamentos, sufrimientos y de mi dolor, pero no podían ayudarme... No salían de su escondite. Esos monstruos le temían al que me atormentaban.
—¡NO! ¡DÉJAME!
—Es una pesadilla... —escuché a los lejos el eco de una reconocida voz—. Despierta...
Sentí como dos manos me sentaban en la cama y tomaban mí rostro.
—¡Despierta, Chaparrita!.
Empecé a abrir los ojos, golpee el pecho de Savąs frente mío. El pánico no me dejaba ver ni reconocer a quien tenía adelante.
Me llevo hacia su pecho rodeando mi cuerpo con sus brazos. Seguía luchando, no entendía el porque.
—Tranquila, calma. Ya pasó —susurró en mi oído—. Estás bien. Ya se acabó.
Lo rodee con mis brazos, dejándome tranquilizar por su aroma confortable. Cerré mis ojos y escuché los rápidos latidos de su corazón.
Una de sus manos acariciaba mi cabello lentamente.
—Estás bien, Chaparrita —susurró—. Estás bien... No temas, estoy aquí.
—Quédate —suplique sin pensar—. No te vayas, Savąs.
—No me iré.
Se acostó sobre el colchón llevándome con él. Mi cabeza se apoyo en su pecho, su respiración, su aroma, sus susurros diciéndome Todo estará bien, esas pequeñas cosas me tranquilizaron.
Cerré los ojos de nuevo contra él. De nuevo cai en el suelo, sin miedo a que otra pesadilla azote mí mente.
Al despertar sentí una respiración regular en mí cabeza. Levanté la mirada hacia Savąs. Dormía pacíficamente, se había quedado. Me aleje un poco intentado no despertarlo. Baje hasta la cocina donde Aidan y Peter dormían en los sillones.
Fui a la cocina y me puse a preparar un pequeño desayuno. Parece que los chicos fueron de compras. Saque la sartén que parecía nueva debido a su poco uso.
—Mmhh... —gruñó Aidan.
Mire como el pelinegro daba vueltas en el sofá y luego ¡PAM! se cae del mismo. Aprieto mis labios para evitar reírme.
—Jesús Cristo —susurró—. No te rías.
—¡Maldición! —se quejó masajeando su glúteo—. Mis pompis.
Y no aguante.
Estalle en carcajadas lo cual llamo su atención.
—¿Pompis? —pregunté riendo—. Vaya, pompis.
—Bueno... Cada quien llama a su trasero como quiere —se levanto—. ¿Donde esta la Mole?
—Aquí estoy... —Savąs apareció—. ¿Que fue ese ruido?
—Aamm... —mire a Aidan—. Casi me caigo.
Aidan me sonrió con agradecimiento.
Empecé a pensar... Me queda nada para terminar el secundario y graduarme.
—¿Estás bien? —preguntó Savąs—. Ayer tuviste una pesadilla.
—Bueno, creo que los fantasmas se niegan a desaparecer —baje la mirada—. Pero creo que estaré bien.
—Creo que necesitas ayuda.
—¿Hablas de ir a un psicólogo? —lo mire—. No lo necesito. Quizás si mi madre. Pero yo no, estoy bien.
Termine de hacer unos omelette para todos. Dejé los platos en la mesa y subí a buscar a mí madre. Dormía profundamente en su cama. Jamás, en estos diez años, la había visto tan relajada.
Me senté en el lado vacío de la cama. Lleve mí mano a su cara apartando un mechón de cabello de su frente. Se sobresaltó abriendo los ojos de golpe.
—Perdón, mamá —le dije—. No quería asustarte.
—Hija. ¿Que paso? ¿Estás bien?
—Estamos bien... Víctor se fue —anuncié—. Ya no está más.
—¿Se fue?
—Se fue —repetí—. Hay unas personas a quienes quiero que conozcas. Vamos a desayunar.
—¿Hay gente en casa?
La ayude a levantarse y salir de la habitación. Bajamos con mucho cuidado las escaleras. Los muchachos habían terminado de preparar la mesa en lo que subí por ella. .
Senté a mí mamá con cuidado en una silla. Los miro uno a uno con detenimiento. Tomé lugar junto a ella y Savąs.
—Mamá... Ellos son... —los mire, dudando—. Son mis amigos.
—¿Tus amigos? —me miró—. Tus amigos son enormes.
—Lo son —admití—. Nos ayudaron ayer.
—Gracias.
—De nada —respondieron los tres.
—No tengo idea de cómo se llaman.
—Bueno, mamá. Él rubio es Savąs —lo señalé—. El pelinegro es Aidan y el castaño es Peter.
Asintió.
No sabía cómo lo había tomado, quizás bien, quizás mal. Debía esperar, muchas cosas en pocas horas.
—Debemos ir al médico, mamá —anuncié—. Para que te revisen.
—¿Por qué?
—Las drogas son peligrosas, señora Andrews...
—No soy más Andrews —interrumpió—. Soy Jefferson.
« Jefferson »
Ese era su apellido de soltera. Apellido que también tengo. Jamás se había casado con Víctor y era viuda de mí padre. ¿Por qué no seguir usando su apellido?
Decidí pasarlo de largo, no era bueno abordarla ahora. Los chicos se ofrecieron a llevarnos al hospital luego del desayuno. Aceptamos y en su Jeep nos fuimos.
Me sigo preguntando cómo habrán llegado a conseguir un vehículo del ejército para usarlo así como así.
Al llegar al hospital nos atienden enseguida y de muy buena menara. Le realizan exámenes de sangre a mi madre para verificar que todo esté bien.
—Bien, por lo que logramos obtener todo está perfecto —dijo el doctor. El examen toxicológico no muestra muchas sustancias en su sangre.
—¿Estoy limpia? —preguntó mí madre.
—Lo está. Pero debe cuidarse. ¿Está bien?
—Si, yo la cuidare, doctor —afirmé—. No sé preocupe.
—Bien.
La mirada del doctor cambio por completo. Se sentó detrás de su escritorio mirándonos.
—Escuchen. Tenemos un psicólogo —dijo, como si entendiera lo que habíamos pasado—. Puedo hablar con él y...
—Lo aceptamos —digo, mirando a mi mamá—. Mamá...
—Está bien —aceptó.
Nos dio la dirección y número telefónico del psicólogo. Le agradecimos y nos fuimos.
—¿Papá trabajaba aquí? —pregunté.
Mi repentina pregunta hizo que mi mamá se congelará. ¿Que tenía ahora?
V.2 « Algo malo tiene tu mamá »
V.1 « Pregúntale. Quizás te diga algo »
No tuve que decir nada más. Me miró y respondió:
—Si, aquí trabajaba.
Fue cortante y sonante. Nada mas.
Al salir Savąs y los chicos nos esperaban apoyados en su auto.
—¿Cómo les fue? —preguntó Peter—. ¿Todo bien?
—Si, todo bien. Los resultados fueron buenos.
No hicieron más preguntas, por respeto se callaron.
El viaje de regreso nos regaló una sorpresa. Íbamos camino a tomar la carretera principal cuando algo llamo mi atención a un lado.
—Aidan, espera... —lo detuve—. Para el auto. ¿Puedes?
—¿Que paso? —Savąs me miró confundido.
—Solo frena el auto.
Aparco el auto a un lado y yo baje. Caminé hasta llegar a una bolsa que parecía moverse. La bolsa parecía emitir pequeños sonidos... No podía creerlo. Llegué rápidamente, desate el nudo que la cerraba para ver lo que tenía dentro.
Dos pequeñas y peludas cabecitas con orejas salieron.
« Dos cachorritos »
—Por Dios —dije a la vez que los sacaba de la bolsa—. Que hijos de puta.
—Son cachorros —Savąs miro en todas dirección—. ¿Que bastardos tirarían así a unos simples cachorros?
—No podemos dejarlos aquí —los mire con ternura—. Son adorables. ¡MAMÁ MIRA!
Ella bajo del auto y caminó hacia nosotros, sonrió al ver los cachorros.
—¿Adoptamos? —le sonreí—. ¿Podemos?
—¿Puedo decirte que no?
—No —negué.
—Anda vamos —dijo, aceptando a los nuevos integrantes de la familia—. Pero tu vas a limpiar la popo.
—Lo haré, claro —respondí emocionada—. ¿Lo podemos llevar en su auto?
—Claro que si —Peter acaricio las cabezas de los cachorros.
Savąs se quitó su chaqueta y envolvió a los perros quienes parecían congelarse.
Volvimos al auto, yo no podía dejar de acariciar a los pequeños quienes le daban lamidas a mí mano como si me estuvieran agradeciendo que los hubiéramos salvado.
—¿Uno se puede llamar Aidan? —preguntó el pelinegro.
—No —negó Peter—. Se llamará como yo.
—Sus nombres son horribles —dijo Savąs—. Uno se llamará como yo.
—Son macho y hembra —les comuniqué—. Al macho les pondré un nombre que represente a todos ustedes.
—¿Cuál? —preguntaron los tres al unisono.
Mire a los tres gigantones buscando algo que tuvieran en común. Eran muy diferentes entre ellos, solo había algo... El boxeo.
—¡Boxeo! —declaré con entusiasmo—. Así te vas a llamar.
—¿Y la niña? —preguntó mí madre a mi lado—. ¿Cómo vamos a llamarla?
—Honey —contestó Savąs sin darnos tiempo a nada—. Es un buen nombre.
—¿Por qué Honey? —preguntó Silas.
—Como los ojos de su nueva mamá...
Levanté la mirada hacia él quien tenía la suya fija en la carretera. Sonreí, un poco avergonzada. Jamás pensé que se habría fijado en mis ojos.
Fueron como una hora de viaje hasta una veterinaria dónde nos detuvimos. Peter me abrió la puerta y me ayudó a bajar con Boxeo y Honey en brazos.
Entramos y nos atendieron.
—Entonces. ¿Estaban abandonados en una bolsa a un costado de la carretera? —preguntó el veterinario.
—Si —respondí.
—Algún hijo de puta los dejo ahí esperando a que muriera —comentó Savąs con furia en su voz—. Si supiera quienes son...
—Savąs, por favor —toqué su brazo.
—Entiendo su enojo, joven. Les realizaremos unos análisis para ver si tienen alguna enfermedad.
—Gracias, doctor.
Esperamos unos minutos los resultados. Afortunadamente nos dijeron que no tenían nada grave. Solo les dieron unas vacunas y los desparasitaron salimos de la habitación hacia la sala de espera.
Los muchachos vinieron rápidamente hacia nosotros con una bolsa de alimento en una mano y otra bolsita pequeña en la otra.
—¡Ey! —Aidan sonrió acercándose—. ¿A qué no saben que venden aquí?
—¿Que? ¿Alimento?
—Además —sacó dos collares de la bolsa—. ¡Miren esto! ¡Hasta grabaron sus nombres!
Eran hermosos uno rojo y otro violeta. Tenían dos placas una negra con lo que parecían ser constelaciones y otra blanca con flores en forma de hueso: Boxeo y Honey.
Sonreí al verlos tan emocionados con los cachorros.
—¿A los papás les gusta? —preguntó Peter.
—¿Papás?
—Pues si —contestó Aidan—. Hemos decidido. Savąs es él papá, princesa tu eres la mamá —me señaló—, Peter es el padrino serio y yo el tío sexy y divertido.
Reímos de nuevo. No perdemos tiempo y salimos de la veterinaria y de nuevo arrancamos.
La noche estaba fresca típico de una noche a mitad del invierno. Mire a los cachorros dormir en mis piernas. Es increíble como un perrito puede reiniciar así tu vida.
Doblamos la esquina de mí casa y nos encontramos con tres vehículos en frente. El miedo invadió mí cuerpo, sentí un escalofrío recorrer cada puto nervio de mí cuerpo.
—Es Víctor —supuse presa del pánico.
—No. No es Víctor —anunció Peter—. Es Lorenzo.
Bajamos de la Jeep y los chicos se adelantaron hacia ellos yo sostuve bien a mis cachorros contra mí cuerpo.
—¿Que paso Lorenzo? —preguntó Savąs.
—Solo venía a ver que tal las cosas.
Dirigió su mirada hacia mí y descendió hacia los pequeños en mis brazos. Lo desafíe, no le tenía miedo y quería lo supiera.
—¿Nuevos amigos? —señaló a los cachorros.
—Los abandonaron —le respondió Peter.
Era increíble como todos cambiaban de semblante al entrar delante de Lorenzo Giambruno. No era miedo ni sumisión, era más bien respeto y, en cierta parte, cariño.
Notorio era que Lorenzo se preocupaba por sus muchachos, no solo por ser sus gallos de pelea. Quizás haya desarrollado un cariño al verlos crecer y convertirse en quienes son ahora.
—Mmhh... —los miró nuevamente—. ¿Ha pasado algo?
—No, nada más.
—Así que eran cobardes nada más... —suspiró el canoso hombre—. Necesito que vuelvan. Tendrán una pelea cada uno.
—¿Ahora?
—Si. Ahora. Vengan conmigo —dijo alejando a los chicos.
No escuché lo que hablaban, no notaba tensión o enojo, tampoco que Lorenzo les este reclamando algo. Los chicos decían algunas que otras cosas y luego nada.
Los tres se giraron hacia mí, sabía que se irían.
V.1 « ¿Se irán y jamás volverán? »
V.2 « Quizás el tipo haya decidido que fue suficiente »
No me están ayudando mucho.
Savąs se acercó hasta mí, quedando a escasos centímetros de tocarnos. Bajó su cabeza hacia mí.
—¿Tienes tu celular aquí? —preguntó.
—Si.
—Dámelo.
Lo saqué del bolsillo de mi pantalón. Él lo agarro y anotó un número en el. No era una despedida.
—Si pasa algo, lo más mínimo —aclaró—. Llámame. ¿De acuerdo?
Lo mire fijamente.
—Dime si me entendiste —exigió—. ¿Quedó claro?
—Si.
—Llámeme y vendré de inmediato.
Baje la mirada, sentía como las lágrimas se me acumulaban en los ojos.
No, no le tenía miedo a Lorenzo Giambruno, un hombre poderoso e intimidante. Le tenía miedo a Víctor Miller, era algo inevitable.
Su gran mano caliente tomo mi mentón y, con delicadeza, levantó mí mirada para que conectara con el suya.
—Aquí estoy —susurró—. Siempre voy a estar aquí.
—Está bien —asentí.
Depósito un inesperado beso en mí frente provocando que cierre los ojos. Abrí los ojos y lo mire.
« No es una despedida »
De eso quería convencerme. De que todo estarían bien y ellos también.
—Hablamos después —afirmó—. No voy a desaparecer. ¿De acuerdo?
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Me pidió que entramos y cerremos todo. Que nadie entre ni salga, así lo hicimos.
« Te llamo en media hora »
Fue lo último que me dijo antes de subirse a la Jeep con los chicos e irse siguiendo a Lorenzo y sus hombres. Mire como se iban alejando hasta perderlos de vista.
Mi madre me ayudó a prepararles una camita para Boxeo y Honey en mi habitación. No quería dejarlos solos en su primer día en la casa. Comimos algo rápido —papas fritas con tomate— y luego nos fuimos a dormir. Apoye mi cabeza en la almohada y mire mí celular sobre la mesita de luz.
Cerré mis ojos y dormí. Pronto una pesadilla azoto mí sueño... De nuevo con ese monstruo. Desperté, transpirada, agitada y de nuevo con deseos de morir.
Me quite el edredón de encima y fui al baño. Saque una de las navajas bajo el lavado, la observé con detenimiento mientras levantaba la manga de mí camiseta.
Antes de acercar el filo a mí brazo mí celular se puso a sonar. Intente ignorarlo pero el tono insistente me obligó a cruzar hacia la habitación.
Tomé mi celular, en la pantalla brillaba el nombre SAVĄS. Dejé la navaja aún lado y contesté.
📱 « Hola, Savąs »
📲 « Hola, Chaparrita. Perdón por no llamar antes... »
📱 « No te preocupes. ¿Todo bien? »
📲 « Aaamm... Si. Todo bien »
Se quedó callado. Seguramente haya notado el ahogo en mí voz.
📲 « ¿Estás bien? Pareces algo extraña. ¿Paso algo? »
📱 « N-no. Estoy bien. No paso nada... »
📲 « La verdad » exigió.
📱 « Tuve una pesadilla » confesé.
📲 « ¿Te despertaste por eso? »
📱 « Quizás un poco »
📲 « Acuéstate. Anda »
Mire la navaja en la mesita. Era como una dura decisión entre la vida y la muerte.
Decidí hacerle caso a Savąs e irme a acostar. Me acomode en la cama y puse en alta voz el celular.
📱 « Ya estoy »
📲 « Bien. Cálmate, no habrá otra pesadilla »
📱 « Tengo miedo. Estoy muy mal »
📲 « Sshh... Ya no pasará nada más. Cierra los ojos, yo estoy aquí »
📱 « ¿Te vas a quedar ahí despierto toda la noche? »
Se rió levemente.
📲 « Rara vez duermo. No te preocupes »
Hablamos como una hora más. No encontrábamos el sueño.
No recuerdo cuando me quedé dormida.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 42 Episodes
Comments
Patricia Salazar
Que unidos son 🤷♀️ a pesar que todos han tenido una infancia traumante 🙈 se defienden y ayudan a quien lo necesite, en buena hora Savas salvó a Emiliana 🙏
2024-11-20
0
💀
🥰 Me derritooooo
2022-04-05
0
Mery Peña Sangama
Que lindos los chicos que la defendieron y salvaron
2022-02-25
0